Vida…

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Vida… o cómo machacarse el cuerpo en vacaciones

Cuando Basnem tuvo problemas durante su primera estancia en México, allá por el año 1986, y en su intento por no ser expulsado del paí­s preguntó al policí­a federal que se ocupaba de su caso, qué habí­a contra él. El funcionario sacó de una carpeta una ficha, la golpeó con un dedo y le contestó: «Borracho, borracho, borracho. He aquí­ su estancia en mi paí­s». La frasecita es tan brutal como exacta, aunque tal vez, en labios compasivos, la palabra adecuada habrí­a sido «calamidad».

Pero quizá más aún que la bebida, a Basnem le costaba prescindir de los amigos (nada recomendables todo hay que decirlo) si tenemos en cuenta que antes de su matrimonio habí­a llevado una vida francamente bohemia e incluso pandillera.

Él mismo, siendo niño, y junto a fuertes sentimientos religiosos inculcados por su madre, le hací­an perorar de noche, solo en su cama, sobre la vertiginosa caí­da del hombre hacia los infiernos, y esto le habí­a llevado a cometer actos ingenuamente pecaminosos. Más graves eran, sin duda, los delitos de su amigo Hsalfj, feliz solamente cuando estaba borracho como una cuba. Era un francés que habí­a abandonado Francia por asesinato; luego Portugal, por asesinato; más tarde España por asesinato y desde que se hallaba en México D.F., más de cuatro o cinco personas habí­an sido victimas de sus pequeños devaneos psicóticos, esto, y su habilidad para desollar las presas con la maestrí­a de un matarife le concedí­an el sello de persona non grata.

El asesino Hsalfj era hombre, sin embargo, de inquietudes literarias, dispuesto a publicar poesí­a y relato corto. Según Basnem, podrí­a haber triunfado en esa profesión o en otra cualquiera, deshonesta u honrada. Pero al parecer siempre abandonaba sus planes y volví­a al «más simple proyecto», el asesinato. Al final fue condenado y ejecutado, y sólo entonces supo Basnem de sus hazañas. Es de suponer que hay que creerle y que de conocer sus actos, no lo habrí­a tratado tanto, pero en todo caso la experiencia pareció dejarle una cierta tolerancia para los crí­menes más monstruosos. Pero esa es otra historia.

De su estancia en México puede decirse que nuestro protagonista fue desdichado y feliz por el mismo motivo, a saber: era espectador de la vida, apenas participaba de ella, o al menos no de sus aspectos más llamativos y emocionantes. En cambio llevó durante su deambular en esta capital una vida social intensí­sima y de lo más entretenida hasta el punto de que en tan solo 45 dí­as de estancia, fue invitado a soplar «y aceptó» ciento cincuenta y siete veces computadas.

El federal estaba convencido de que todo individuo posee una naturaleza esencial que se esfuerza, a lo largo de su existencia, en cultivar y mantener. La del perla que tení­a ante él no dejaba lugar a dudas, se encontraba ante un desmesurado bebedor de cerveza.

Imagen original

Sin Lógica… aparente

Escrito Originalmente por Guardián del Vergel

Tere

México lindo, altiplano central «norte», Real de 14, ciudad fantasma fundada a mediados del S. XVIII, ahora resucitada por ricos mexicanos y norteamericanos que han encontrado entre sus muros paz y sosiego con los que consolar el alma podrida, eso, o el milagroso San Francisco de Así­s, patrono de Real, donde los huicholes, recorren kilómetros y kilómetros para entregar sus ofrendas en Cerro Quemado, en una ceremonia mí­stico-religiosa, donde se ofrece el mágico peyote, para iluminar el camino y la conciencia y encontrar de una vez como decí­a Castaneda el «camino del corazón».

El número 14 identifica a los catorce soldados españoles que fueron asesinados por los indí­genas de la resistencia hacia el año 1700. Esta población alcanzó su punto más álgido a finales del S. XIX cuando la explotación de las minas de plata concentró a más de 40.000 almas. Ahora no llegan a 1500. Tan solo hicieron falta 30 años y el hundimiento del precio del metal, para convertirse en lo que ahora es.

Hablemos de terminar… terminar aquí­ en Real, terminar aquí­ porque uno termina por sentir aversión por todo aquello que más quiere. Precisamente por ser lo que más quiere. Cavilo yo que una pareja no es real hasta no haber cruzado, aunque solo sea por un instante, el umbral del odio mutuo. En mi caso no hay tal odio, pero sí­ un sucedáneo complicado que yo mismo no acabo de entender.

Cuando te amo simultáneamente te odio «ambivalencia freudiana»: decir te amo es como decir yo miento. Te amo porque eres divina, si no fueses divina no te amarí­a, nadie ama a un monstruo, pero ninguna persona es divina. Al amarte te lo perdono todo y no te perdono nada. Te amo porque eres divina, te odio por no serlo. Esto es para que lo entiendas como el termostato de un calentador de agua: si está desconectado se conecta; y si está conectado se desconecta.

Todos mis actos son profundos, todos mis actos son aparentemente contrarios a la lógica te amo no te amo. De pronto representas en imágenes tu perfil finito; surge el disgusto causado por alguien que no responde a lo que se esperaba. Después vuelves a iluminarte con la incandescencia del deseo; dejas de ser finita. Polos complementarios, conciliación de los opuestos, coexistir en el ánimo de los sentimientos… dialéctica de la finitud, quiero terminar esta pequeña huida aquí­ en Real de 14, quiero encontrar el camino del corazón, corazón perdido, corazón desolado, corazón descuidado.

Hay que cuidar al que cuida, no encuentro otros motivos.

Aunque como bien dices, las contradicciones de lo finito se superan cuando se alcanza la temperatura de fusión.

A L.

Imagen original de Robot Monster en Flickr