El libro negro | Orhan Pamuk (1990)

estambul humo Golden Horn Istanbul

Tení­a tan solo 15 años cuando viajé a Estambul. El primer recuerdo que se me viene a la mente es la inmensa cúpula de Santa Sofí­a sobre mi cabeza, flanqueada en su base por impresionantes medallones en los que reza, «Alá es grande», y que ocultan la infiel iconografí­a herencia de la cristiana Constantinopla. Entré con los ojos cerrados, guiada por una compañera de viaje buscando aquella sensación soñada unos meses atrás, cuando en las clases de historia repasábamos fotografí­as de arte Bizantino, del que nuestro profesor era especialmente fanático. Cuando abrí­ los ojos y comprobé las dimensiones del edificio en el que me encontraba, comprendí­ la intención de sus constructores y pese a mi costumbre de racionalizarlo todo —ya a esa temprana edad me consideraba agnóstica— sentí­ ese empequeñecimiento del hombre ante lo divino, bajo esa cúpula que parece suspendida en el vací­o, y con ella, aquel que la mira. Y es que en una ciudad como Estambul es fácil sentirse abrumado constantemente.

Quizá haya mentido un poquito al evocar esa primera memoria, ya que si soy completamente sincera, lo primero que recuerdo es mi llegada a la ciudad. Un atardecer del mes de julio de 1987. Con la nariz pegada al cristal del autocar veí­a como la ciudad tomaba un color azulado, mientras que el sol, exhausto de tanto dar sin recibir nada a cambio, desaparecí­a por el horizonte. Los comerciantes arrastraban todo tipo de basura hacia los extremos de las calles donde posteriormente serí­a quemada. Así­, nada más bajar, me envolví­ la cabeza con un foulard rojo para contrarrestar el nauseabundo olor que me provocó una arcada. Esa fue mi verdadera primera experiencia en una ciudad a la que volverí­a a principios de los noventa, coincidiendo con la fecha de publicación de «El libro negro» y a la que volveré una vez más, tras su lectura.

Si decidimos acompañar al protagonista, Galip, tendremos que ayudarle a resolver un misterio recorriendo los aledaños del barrio de Galatasaray, entrando en el Pera Palace; callejearemos por el distrito europeo de Beyo¨glu y por ese laberinto donde todo se compra y se vende. Puede que Galip se parezca a esos hombres bigotudos de piel morena y ojos verdes, que te arrastran a sus negocios y te agasajan con te negro, fuerte, recién hecho. Esos hombres que tocaban el pelo amarillo de mi amiga, como si de oro hilado se tratase. Muchas mujeres de mediana edad caminaban embutidas dentro de oscuras gabardinas que las cubrí­an desde el cuello hasta un palmo por encima de los tobillos, con la cabeza cubierta con pañuelos, como las viejas de los pueblos, a las que todo el mundo llama tí­a. Todas con expresión ausente en el rostro.

Estambul, una ciudad construida capa a capa sobre lamentos y victorias. Mestiza, vieja, poblada de fantasmas que viven bajo las ruinas de civilizaciones marchitas, en edificios transformados, a base de añadir y ocultar.

¿Puede Estambul ser Estambul? ¿Podrán sus habitantes ser ellos mismos algún dí­a?

«El libro negro» es un complejo ejercicio literario, plagado de referencias, donde cualquier cosa puede ser una señal de un universo paralelo e invisible. Si creen que la cara es el espejo del alma, les interesará la técnica de los hurufí­es para descifrar las letras que Alá escribió en nuestros rostros; porque, mirando la cara de una persona, sabemos si su corazón es limpio, si alberga crueldad o compasión.

Las palabras pueden mentir, pueden hacernos más inteligentes, más simpáticos o más deseados a los ojos de los demás, pero cuando las palabras callan, cuando tenemos que enfrentarnos en silencio a nuestra propia existencia ya no hay engaño posible.

Ahora, pregúntate, lector… ¿Quieres ser tú mismo?

«Me miré al espejo y leí­ mi cara. El espejo era un mar silencioso y mi cara un papel pálido escrito con la tinta verde del mar. «¡Hijo, tienes la cara blanca como el papel!», decí­a tiempo atrás tu madre, tu hermosa madre, o sea, mi tí­a, cuando yo tení­a la mirada vací­a. Tení­a la mirada vací­a porque, sin saberlo, tení­a miedo de lo que estaba escrito en mi cara; tení­a la mirada vací­a porque tení­a miedo de no encontrarte donde te habí­a dejado. Donde te habí­a dejado, entre mesas viejas, sillas cansadas, pálidas lámparas, periódicos, cortinas y cigarrillos. En invierno la noche llegaba temprano, como la oscuridad. En cuanto oscurecí­a, en cuanto se cerraban las puertas, en cuanto se encendí­an las luces, yo pensaba en el rincón en el que te sentabas detrás de nuestra puerta: de pequeños en pisos distintos, de mayores al otro lado de la misma puerta.»

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Una de aventuras

Caza de ballenas

Me llamo Ismael. Soy maestro de escuela e intento sostenerme en el caótico derrumbe de proyectos y desastradas aventuras que es mi vida. Me convertí­ en un inadaptado y decidí­ alistarme en un barco ballenero, el Pequod, junto con un arponero pagano y sodomita llamado Queequeg. Nuestro barco está comandado por un hombre paralí­tico, amargado y vengativo. El Capitán Ahab no sólo es un ser humano abrasado por el odio, sino la personificación misma de esta pasión.

Nuestra singular singladura nos arrastra directamente hacia la catástrofe, demoní­acamente, sin tener apenas tiempo de reflexionar sobre la temeridad del intento. En esta aventura, hay una presencia real de la muerte, y cuando digo real me refiero a que no se trata de los fantasmas que invocamos con la imaginación. No. Aquí­ la percibimos con la plenitud de nuestras conciencias. Está aquí­ mismo al alcance de nuestras manos, irrecusable.

Al final… yo, solo yo consigo escapar de la muerte. Ismael que en hebreo significa… escucha a Dios.

Escucha, los zopencos no deben dar premisas por sentadas. ¿Cuánto tardará en estar lista la pierna?
Tal vez una hora, señor.
Acabadla y traédmela. ¡Ah, vida! Aquí­ estoy, orgulloso como un dios griego, y sin embargo quedo deudor de este burro por un hueso sobre el que apoyarme.
Maldito sea este endeudamiento mortal y mutuo que no acabará con los libros de contabilidad.

Llegué a está novela por casualidad, tras terminar de releer una obra de Hugo Pratt llamada “La Balada del mar salado† la primera aventura de Corto Maltés. Tras quedar maravillado nuevamente por el cómic, vagué por los estantes de la librerí­a en busca de Conrad, London, O´Brien… pero al final me topé con Melville y su ballena blanca.

En Moby Dick se pueden encontrar desde razonamientos metafí­sicos de muy difí­cil comprensión a una narración de tintes épicos, pasando por un manual naturalista sobre la fauna marina.

Merece la pena.

Imagen original en Wikimedia Commons.

Mi foto en la guí­a Schmap de Milán

il Duomo di MilanoHace unas semanas me escribieron pidiéndome permiso para incluir ésta foto que tengo colgada en flickr en la tercera edición de la guí­a Schmap de Milán.

Mi intención, como ya dije, era borrar mi cuenta de flickr pero el simple hecho de que alguien haga las cosas bien —pida permiso para publicar tus fotos, reconozcan al autor de la misma, pongan un enlace a la página y, sobre todo, que tengas la posibilidad de negarte a publicar— ha hecho que vuelva a verle un ligero interés a flickr y que me piense lo de eliminar mi cuenta o que, simplemente, lo posponga un poco más.

Por cierto, las guí­as están muy bien y se pueden descargar.

Clásicos del Verano

noticias del verano

Comienza el verano y tras el debate del estado de la nación podemos dar por cerrado, informativamente hablando, el año natural que para todos los medios comprende desde septiembre a junio.

Por lo tanto y sólo centrándonos en la caja tonta (aka aparato televisor) empezaremos a recibir una serie de noticias que llevan repitiéndose año tras año, algunas lamentables, como es el caso de los accidentes de tráfico e incendios —supongo que el deseo de todos es que algún dí­a estos temas dejen de ser noticia— y otras que trataré de un modo más lúdico y que paso a redactar:

  1. Ola de calor (sudores estivales):

    Se abre el informativo en cuestión con una voz en off indicando:

    “La ola de calor llega a España (evidente, estamos en Julio) y los termómetros marcan máximos históricos† En ese momento emiten una imagen, siempre la misma, de un termómetro, situado en la Plaza de España de Sevilla que registra 48º centí­grados.

    ¡Caray! Saca uno que haya en Huesca porque ese concretamente, el de Sevilla, no ha marcado menos de 30º en su vida. Además no reciclan la imagen, ya que el automóvil que se ve circulando a su lado es un R-5 GTL matricula SE-1254-C.

    Otra imagen, ya actual, es la de un hombre gordo y sudoroso, en la acera de La Plaza Nueva, con camisa de manga corta y abanicándose al cual le cuestionan «¿Mucho calor este verano?» Y el sujeto responde jadeando «¡Ojú, mi arma! Yo no recuerdo na iguá, zerá el cambio sí­smico ese, del Bil Gueis.»

  2. Los Rodrí­guez (especie en extinción):

    Estampa vergonzosa, de un cuarentón en un cutre disco-pub, portando medio cubata con dos hielos y a continuación vemos a una madre con tres chiquillos corriendo de un lado a otro de la playa y la voz que comenta:

    «Cada vez son menos pero aún queda alguno que tiene que dedicar el verano al sufrido trabajo mientras su familia disfruta de las vacaciones.»

    Esta fina ironí­a es muy propia del informativo de A3TV. Claro, Matí­as Prats y sus chascarrillos están de vacaciones y deben mantener el tono editorial de la cadena.

  3. Plaga de medusas. (Terror en las playas):

    Vista de una playa abarrotada de personas y sobre la que se oye en tono amenazante:

    «Un verano más, los bañistas no pueden disfrutar de las cálidas aguas del Mediterráneo ¿La causa? La terrible plaga de medusas que invaden nuestras costas (¿tendrán armas de destrucción masiva?) y que afecta a uno de cada tres bañistas (¿quién coño los cuenta?). La mejor manera de combatir sus picaduras, es aplicándose pomadas a base de oxido de zinc (“circunstancialmente† aparece una tí­a estupenda en top-less aplicándose, de un modo muy sexy, sobre su hombro impoluto una pomada de un laboratorio famoso). Otra forma de atacarlas, continúa la información, es recurrir a los sistemas más tradicionales como el vinagre (aquí­ veremos a una mujerona con unas manos de espanto, aplicar vinagre a granel en la picadura más horrenda que puedes imaginarte que un sollozante niño tiene en su pie)»

  4. Y para terminar la noticia que más me gusta, sin duda, de todos los cuadros veraniegos y que estoy deseando que llegue.

  5. La Familia Real por fin descansa (¿pero ésta lo necesita?):

    La panorámica del Palacio de Marivent, me tomo una leve “licencia†, sobre el sonido que suele acompañar a esta imagen:

    «S.A.R. Don Juan Carlos I, la Reina, el Prí­ncipe de Asturias, La Leti, Leo, Sofi, El Marichalar, La Lista, El Froy, La Viky, La “Guapa†(Cristina, me parto), El Indugüain, Juanin, Pablin, Miguelin, la Ire y por supuesto toda la familia real griega ya descansan en Mallorca.

    Su Majestad recibirá hoy y dentro de tres semanas al Presidente del Gobierno para despachar (tratarán lo de las medusas). Durante estas vacaciones, el monarca y toda su familia, participarán en las regatas que comprenden, la más prestigiosa prueba de vela a nivel nacional y que lleva su propio nombre. Bribón VII es el barco con el que D. Juan Carlos participará y con el que quiere revalidar su titulo de copa del rey.» En ese momento se apreciará al Rey subiendo ágilmente a un barco.

    Esta última información es muy de RTVE, sea quien sea quien mande y en todos sus canales.

Las obras civiles, los festivales de música, los fichajes del verano, etc. conformarán una serie de noticias iterativas esta temporada y muchas más que me dejo en tintero.

Disfrutad del verano y hasta la próxima.

Salsaludos fargo.