
Desnudadlo para que cure y si no cura, matadlo. La puerta de la Ley Doméstica ha crujido sobre sus goznes para permanecer entreabierta. Los nómadas devoran bueyes sin ni siquiera matarlos. El poder los ha traído y ahora no hay quién sepa la forma correcta de echarlos. Desnudadlos para que curen, y si no curan matadlos.
La puerta de la Justicia ha doblegado su estructura, ha roto sus cerraduras y ahora se ha abierto para ti. Nadie te impide el paso, nada te puede detener, el tramo está despejado, el zaguán está limpio de sal y ascuas. Nada te impide entrar salvo tu propia impaciencia. Desnudadlo para que cure y si no cura, matadlo.
Un círculo de chacales me mira, me escruta y me interroga. No es un grupo numeroso, pero su pelaje está curtido por la lluvia y por el sol. Uno de ellos, el que está sentado, me habla y me dice que sólo tienen dientes, pero yo no estoy preparado. Desnudadlo para que cure y si no cura, matadlo.
Hubo un mensajero que trajo a la ciudad el mensaje de un muerto. Él lo había visto antes de su entierro. Dijo que no pudo contradecir el diagnóstico fatal de los médicos y los sabios, cómo no morir, cómo no hacerle caso a tan solemne opinión. Y se encerró en casa y lo dispuso todo para aceptar su final. El entierro se consumó al atardecer. Desnudadlo para que cure y si no cura, matadlo.
Me quedé esta noche con los ojos abiertos. No insecto, no fosilizado. Sólo con aliento a tabaco. Los ojos abiertos en el techo, en la noche despeinada. Rabia de serpiente y soledad deshabitada. Rabia por no poder detener el daño y la herida abierta y sucia. Rencor por no poder reparar el dolor generado. La noche preñada de insomnio, dónde estás, por qué tan lejos, por qué te abandoné. Los ojos desesperadamente abiertos. Y entonces Odradek se acerca a la puerta y te ofrece sus hilos de colores con su forma de estrella plana. Demasiado hilo para una madera sin pulmones. Desnudadlo para que cure y si no cura, matadlo. Sólo es un médico y no está curado.
“En vano me pregunto qué será de él. ¿Acaso puede morir? Todo lo que muere debe haber tenido alguna razón de ser, alguna clase de actividad que lo ha desgastado. Y éste no es el caso de Odradek. ¿Acaso rodará algún día por la escalera, arrastrando unos hilos ante los pies de mis hijos y de los hijos de mis hijos? No parece que haga mal a nadie; pero casi me resulta dolorosa la idea de que me pueda sobrevivir. “
Las preocupaciones de un padre de familia, de Franz Kafka
Siempre vuestro, Dr J.
Nota.- El texto está basado en un viejo poema del autor, en la época en la que Kafka tenía un sitio reservado encima de la mesilla de noche.
Imagen original en Wikimedia Commons
Ayer, al desempolvar recuerdos latentes, tras unas horas de charla, en el tugurio de color y ruido suavones, con unas cuantas Heineken delante en la barra (tienes razón J, no es una buena cerveza, pero es que la ponen tan fría…) una cosa llevó a la otra, y de pronto sonó «Wiser time», nos retrotrajimos 9 años, al verano del 99, a aquél viaje, e indefectiblemente a este disco. Recuerdo perfectamente que fue entonces cuando lo escuché por primera vez, del tirón, y hubo que rebobinar la cinta entera para volverlo a escuchar (en la otra jodida cara creo que habitaba el insufrible Kravitz).
Este es Peónidas. Mi amigo Peónidas Ausencia. El sociópata del desierto. Aquí le tenemos mirando el cielo con su chakra 7 abierto de par en par. Peónidas se retiró al desierto cuando comprobó la sed de mal que anidaba en sus tripas marrones. Habita, como digo, en el desierto, no importa ahora cuál. Vive toscamente aportando proteínas a su cuerpo mediante la ingesta de grillos y saltamontes y alguna que otra culebra torpe, sus necesidades de verdura se hallan cumplimentadas mediante la sustracción de tomates en invernaderos cercanos. Cubre su cuerpo con una tilma que teje con cactus desecados, una camiseta del carreful color cielo como se aprecia en la foto que acompaño y unos carsones levis del año 1989. No es eremita, sino sociópata consciente, y como tal se apartó de todos nosotros.
Uno de estos momentos es el que transcurre en los surcos de este disco. El tiempo se detiene para regalarte un instante de absoluta paz emocional. Pocos discos tienen esa cualidad, cada cual tiene el/los suyos. Éste me llegó de refilón, de mano de uno de mis pocos amigos, como (casi todas) las grandes cosas de la vida, para provocarme una hecatombe de quietud tensa, de calma boba, sobra decir que con un gesto en la cara de absoluta imbecilidad. Es de esos discos que, una vez terminados, tienes que volver a escuchar para cerciorarte que no ha sido una ilusión fruto del cansancio, el hastío o el calor. Ya no vale decir aquello de disco-concepto, esos calificativos (lamentablemente absurdos) de perogrullo, realmente torpes. Esto es un discazo, y punto. Una amalgama en perfecto equilibrio de varios estilos. Partiendo de una base de música americana «básica» (joder, se trata de un ex-