Repugnantes directivas de la Unión Europea

Artí­culo sobre las nuevas directivas para los inmigrantes ilegales y la de la jornada laboral de 65 horas aprobadas por la Unión Europea escrito por Javier Marí­as y publicado el 06/07/2008 en EPS. Extraigo algunos párrafos, las negritas son mí­as, pero merece la pena leerlo completo:

una directiva repugnante, llena de cinismo y falta de escrúpulos, que a muchos europeos –pero ay, no a los bastantes– nos ha hecho sentir vergüenza de pertenecer a este continente.[…]

[…]Mientras tanto, ese propio Parlamento, quizá en previsión de la próxima escasez de mano de obra foránea y barata, permite también que nuestra jornada laboral alcance las sesenta e incluso las sesenta y cinco horas semanales. Algo nunca visto ni tolerado desde 1917. Y añaden hipócritamente: “según el libre acuerdo entre contratadores y contratados†. ¿Libre acuerdo? Todos sabemos también lo que ocurrirá. El empleador le dirá al empleado: “Usted trabajará sesenta horas. Si no le gusta, es libre de no aceptar, pero yo no voy a cambiar mis condiciones†. ¿Y qué creen que contestará el empleado, en una Europa en la que el empleo es precario y en la que se lleva decenios convenciendo a la gente de que se hipoteque de por vida para comprar un piso de mierda que habrán construido esos negros y sudacas a los que toca detener y expulsar? No me extrañarí­a que de aquí­ a poco los europeos tengan que envainarse su señoritismo y que volvamos a verlos barriendo calles, sólo que durante diez horas al dí­a, seis dí­as a la semana. Esta es la repugnante Europa que construimos, con nuestros votos imbéciles.

A estas 2 directivas tendremos que sumar, aunque está pendiente de ratificación, una tercera:

La comisión de mercado interior del Parlamento Europeo debatió ayer (7/7/2008) el llamado paquete de telecomunicaciones […] que autorizará a acceder a los datos personales de los usuarios por motivos de seguridad sin su consentimiento; se autorizará la venta de software que incluya programas espí­as destinado a interceptar los intercambios de archivos, impedir la copia de material protegido, «controlar al usuario» e «interceptar sus comunicaciones», explicó Cristophe Espern, de la Fundación por una Infraestructura de Información Libre (FFII). Ambas enmiendas, sin embargo, deberán ser revisadas mediante el informe de la Comisión de Libertades Civiles antes de su primera lectura en sesión plenaria, el próximo septiembre.

Quizá no sea sólo culpa de nuestros «votos imbéciles» sino también de nuestras «abstenciones imbéciles», los grupos de presión (lobbies) de Bruselas y la profesionalización de la polí­tica en la que importa más el beneficio propio que el de la gente a la que representan.

Vergonzoso.

Gene Clark: No other (1974)

Existen momentos en la vida que merecen ser vividos. Cuando todo parece cobrar un sentido hací­a tiempo perdido, si es que alguna vez existió alguno. Una raya en el agua. El lastimero rayo de sol que ilumina una vida (prácticamente) perdida. Pudiera parecer sombrí­o, tiene gracia la cosa: sólo pretendo suavizar la situación, atemperar la tensión, enfriar el infierno que nos rodea…

no otherUno de estos momentos es el que transcurre en los surcos de este disco. El tiempo se detiene para regalarte un instante de absoluta paz emocional. Pocos discos tienen esa cualidad, cada cual tiene el/los suyos. Éste me llegó de refilón, de mano de uno de mis pocos amigos, como (casi todas) las grandes cosas de la vida, para provocarme una hecatombe de quietud tensa, de calma boba, sobra decir que con un gesto en la cara de absoluta imbecilidad. Es de esos discos que, una vez terminados, tienes que volver a escuchar para cerciorarte que no ha sido una ilusión fruto del cansancio, el hastí­o o el calor. Ya no vale decir aquello de disco-concepto, esos calificativos (lamentablemente absurdos) de perogrullo, realmente torpes. Esto es un discazo, y punto. Una amalgama en perfecto equilibrio de varios estilos. Partiendo de una base de música americana «básica» (joder, se trata de un ex-Byrds), se da unos garbeos estratosféricos por el gospel, el pop, la psicodelia, el rock clásico, e incluso me atreverí­a a decir el progresivo. Existen canciones que dejan un poso «especial», un deje tonto repetitivo y jodidamente encantador; estas dejan un lodo plúmbeo adherido a tus circunvoluciones cerebrales, difí­cil de rascar, ahí­ lo llevas para siempre

A ver quién tiene cojones.

PD: surgido al tirar del hilo de un comentario del Chamán…

El Fablador

Foto de El Romance del Aniceto y la Francisca, de Leonardo Favio. Argentina. En la foto Federico Luppi

Escrito Originalmente por Drake

“Y los zaguanes oscuros,
extrañas bocas sin fondo,
van a lamerte los labios
calientes y rumorosos†

Manuel Picón

 

Existe un dicho popular grabado a sangre y fuego entre los porteños de Montevideo: “Si querés conseguir algo tenés que ser un poco canalla, especialmente si se trata de una mina (1)†. Pero el truco está en serlo solo un poco, no está la vida como para ir haciendo enemigos. Si se va la mano y el mate se pasa de amargo, nadie debe saberlo.

Los viernes por la noche acudí­a al facal (2) que hay en la esquina de Minas y Dieciocho de Julio a esperar que la fortuna me enviase algún otario (3) para poder costearme la chicha y la grasa (4) del resto de la semana. Estaba en la franckfurterí­a que hay frente a la entrada del facal para conseguirme un bocado caliente cuando pude ver por primera vez sus ojos verdes, apurados por el azar de haber olvidado los pesos al ir a pagar. Como un buen charrúa la socorrí­, y después la galanterí­a y el hecho de ser guapo hizo todo lo demás.

Comenzamos a vernos con frecuencia y nos gustaba pasear por la orilla del rí­o y ver los ferrys que partí­an hacia Buenos Aires. Coincidí­amos en el sueño atávico de tomar uno de ellos y alejarnos de la ciudad, a la que por no sé que extrañas razones seguí­amos ligados. Pero está claro que uno no elige cuando y de quién se enamora. Un dí­a me confesó que estaba liada con un tipo que controlaba todo el cambalache del puerto de Montevideo y, claro está, eso eran palabras mayores. No podí­a levantarle la mina a un bacán (5) de esa envergadura sin arriesgarme a amanecer colgado de las ternillas en una de las grúas que desembarcan la mercancí­a. Pero también estaba cansado de renunciar y en ese momento no tení­a muy claro si podrí­a seguir viviendo sin ella.

Llegó el verano para precipitar las cosas, como casi siempre. Se marchaban a Punta del Este durante un tiempo excesivo para mi posibilidad de aguante. Ya me costaba demasiado esperar todas las noches hasta el dí­a siguiente e imaginármela en los brazos sin alma de aquel macana. Una vez más tendrí­a que recurrir a la fabla (6) para conseguir mis objetivos. Todo era cuestión de sumar voluntades. No me costó demasiado llegar a un acuerdo con ella y recibir la información sobre los lugares que frecuentaban.

El siguiente paso era algo más complicado. Me dirigí­ a los alrededores de la cancha de Peñarol, donde en otros tiempos escribí­an la historia El Cotorra, Schiaffino, Morena, Perdomo… Ahora quien mejor corrí­a la banda era mi amiga Margot que, a pesar de ser más social que las gallinas, estaba profundamente enamorada de mí­. Su sueño, como el de todas las yí­ras (7) era conseguirse un bacán que la retirara, y en eso estaba mi baza. A pesar de la cantidad de noches que habí­a pasado a la intemperie tení­a clase, y sobre todo unas caderas que me recordaban a Marta Gularte. El trato era que yo le proporcionaba el bacán y ella se olvidaba de mí­, al menos durante un tiempo.

El resto era lo más sencillo, conseguir un par de socios de entre el malevaje que se dejasen dar un par de golpes por unos cuantos pesos.

Todo estaba preparado de antemano. Margot y yo esperábamos en las cercaní­as de la calle donde estaba situada su lujosa casita de verano. Mis socios, apostados en la esquina, esperaban la señal que ella me enviarí­a por el celular desde la toilette del restaurante donde habitualmente iban a cenar. Todo en orden, unas risas de alcohol se escuchaban poco discretas desde el fondo de la calle. Las tres sombras se abalanzaron sobre ellos poniéndoles una navaja en el cuello y yo, que en ese momento pasaba por allí­, la emprendí­a a golpes con mis socios. Todo salió a pedir de boca, salvo un diente que le tuve que pagar al más pelotudo.

Sabí­a que aquello serí­a definitivo para entablar amistad con ese tipo. Esta gente conoce a la perfección que su vida depende de otros y, al poco tiempo, ya estaba trabajando para él. Volví­a a poder asomarme todos los dí­as al mar esmeralda de sus ojos.

Margot no tardó demasiado en hacerse con él. Si hay algo que hací­a mejor que nadie era seducir a los maulas (8) que no dudan en coquetear con la mujer del hombre que les ha salvado la vida. Solo bastaron unos cuantos pases de sus nalgas candombleras y ya estaba en el frasco. Lo siguiente es fácil de imaginar: Una cita con Margot en su casita de verano mientras yo llevaba a su china de compras, un olvido que obliga a regresar de forma imprevista y… a repartir el pastel de forma elegante, utilizando viejos códigos de garufas (9) Todos tení­amos en ese momento lo que querí­amos.

Sí­, soy un fablador, y no me avergüenzo de ello. Por el mismo motivo que tampoco le guardo rencor a Margot por colocarme en la chaqueta una bolsa de cocaí­na que me atrapó la cana (10) cuando í­bamos a cruzar la aduana para tomar el ferry de Buenos Aires. Nunca habí­a temido perderlo todo porque nunca habí­a tenido demasiado, pero en esta ocasión no solo perdí­a la libertad, perdí­a también a mis ojos verdes e, incluso, a mi amiga Margot, que consolaba mis largas noches de invierno. Cuando saliera de la cana tendrí­a que volver a aliviarme en los cotorros (11) y en el fondo de los zaguanes, Pero no pasa nada, la vida me debe otra.

Y es que no podés fiaros de una yira. Y menos aún si le brillan los ojos al mirarte.

Vocabulario:

1) Mina:
Mujer
2) Facal:
Bar céntrico situado en una esquina
3) Otario:
Individuo torpe, con poca experiencia
4) Grasa:
Licor
5) Bacán:
Individuo adinerado, de la alta sociedad. Pretencioso
6) Fabla:
Confabulación
7) Yira:
prostituta
8) Maula:
Tramposo
9) Garufa:
Juerga. Juerguista
10) Cana:
Policí­a. Cárcel
11) Cotorro:
Habitación de un burdel

Imagen original