O lo que es lo mismo, pelotaso hard-rock en la isla nipona. La explosión definitiva de una banda de rock sobre las tablas. Un acompañamiento de lujo al lanzamiento de su álbum Machine Head en ése mismo año: la auténtica «caja de Pandora» de los Purple.
Mucho se ha escrito sobre éste directo, posiblemente demasiado (y no siempre cierto) padeciendo inevitablemente la enfermedad de las obras encumbradas: la sobrevaloración. Pero qué coño, ¿y el exceso de ventas correspondiente? Pero en fin, éste disco me hizo y hace disfrutar cada vez que lo «pincho», y por éso lo traigo aquí, continuando la saga de grandes directos de la historia del rock.
Yo no sé qué pensaban éstos tíos cuando saltaron al escenario aquéllos 15, 16 (Osaka) y 17 de agosto (Tokyo). Quizás tenían problemas y lo tomaron como remedio catártico, a lo mejor la lejanía de «occidente» los despojó de clichés preconcebidos; probablemente lo que ocurrió es que venían de una gira e iban lanzados, desbocados… Y éso se nota desde el primer tema, Highway Star, el mismo que también abre el disco de estudio; unas notas introductoras al órgano de Lord, unos toques a la batería de Paice y cuando entra el bajo de Glover y los primeros acordes de Blackmore la cosa no tiene remedio: a soltar los caballos. Aunque el verdadero «highway star» del tema es el gran Ian Gillan (el que curiosamente se «avergonzó» de su actuación!!!!!), a pesar del inolvidable solo de Blackmore del final, uffff. Y para completar la cara A del doble vinilo, nada más y nada menos que Child in Time, catarsis en estado puro. Cuentan algunas leyendas que un japo del público decidió poner fin a sus días al final del tema, repartiendo sesos entre los asistentes, y que la deflagración se escucha, subiendo el volumen, sobre el minutaje 9:44. Cierto o no, la canción es realmente escalofriante. La cara B se la reparten la famosa Smoke on the Water, con fallos incluidos, y The Mule, con el obligado y eterno sólo de batería de todos los conciertos de los 70 que se precien: a disfrutar con Ian Paice y sus 6 minutos de onanismo con baquetas.
La 3ª parte es la que más gana, al menos para mi, con las escuchas repetidas: Strange Kind of Woman y, sobre todo, Lazy, me parecen memorables; la primera con un Gillan al 200%, la segunda con un Lord increíble es una de mis canciones preferidas… sobre todo en sus sólos. Y la última cara para un tema, una salvajada de casi 20 minutos, difícil aguantarla con todas las neuronas en su sitio, y vivas. Un exagerado epílogo para un enorme disco, para un gran concierto.
Quizás lo que le «reste» méritos es el hecho de tratarse de una selección de tres conciertos consecutivos, aunque creo que cualquiera donaría un riñón (o un güevo) por haber estado en cualquiera de ésas tres noches, repitiendo el resto de su vida «yo estuve ener meidinyapan».
Como algún crítico escribió un día, los Purple nunca sonarían igual tras éste disco. Cuánta razón tenía; y que conste que hicieron grandes discos, sobre todo Burn y Come Taste the Band, pero ya no estaban Gillan y Glover (ojo, magníficos David Coverdale y Glenn Hughes) y no era lo mismo…
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[Página Oficial de Deep Purple]
[Deep Purple | Wikipedia]
[Deep Purple | allmusic.com]
Una joya. Sí señores. Pocos de los que se reunieron aquel 7 de febrero podrían imaginar un resultado tan redondo, cohesionado. Incluso sabiendo que el ‘trío’ rítmico venía cubierto de gloria en los años previos, el toque de gracia del disco es el saxo tenor de Mobley. Que el acompañamiento difícilmente podría ser mejor, probablemente: Wynton Kelly al piano, nítido, contenido (meses antes había colaborado en el archinombrado Kind of Blue); Paul Chambers al bajo, inamovible (venía de formar parte del primer quinteto de Miles); Art Blakey a la batería, inconmensurable, como (casi) siempre (su LP Moanin’, muy recomendable). Pero el estilo y sonido de Hank es único, probablemente lo mejor que dejó grabado. A medio camino entre lo denso y duro de tipos como John Coltrane o Sonny Rollins y el extremo suave, cool, de otros genios como Lester Young o Ben Webster. Otros discos fueron bastante buenos, como el Workout o el Dippin’, pero ninguno tuvo el ‘ángel’ de ésta maravilla, con un título definitivo…
Y que conste que nombrar a gente como Coltrane, Rollins, Young o Webster me genera una fuga de ideas profusa y emotiva, no ya digamos al gran Parker o al eterno Hawkins, en fin, un elenco escogido de la gran historia de éste instrumento. Prometo sacar a relucir algún que otro disco centrado en el saxo (Adderley?, Getz?, Shorter?….); primero tendríamos que pasar por cada uno de los instrumentos, tejiendo el laberinto de sonidos que configura ésta música. Ya veremos.
Corría el mes de marzo, concretamente los días 12 y 13, y sencillamente ocurrió, o al menos éso destilan las grabaciones que quedaron de aquel ‘encierro’, shows maratonianos en los que el grupo daba/se entregaba y el público recibía atónito, extasiado y extenuado (Woodstock había quedado atrás…); quién dijo jazz: aquí hay un compendio musical…
Y comienzo con una de las «tres grandes M del jazz», Mr Mingus, el big man del contrabajo (también sabía hacer sus pinitos al piano), y con uno de mis primeros discos de jazz «que me encontraron», nunca mejor dicho. Mucha más fama tiene el «The Black Saint…» o el «Mingus, Mingus, Mingus…» o el definitivo «The great concert», pero éste «Ah Um» (ojo, y el «Tijuana Moods») tiene(n) algo especial, difícil de definir, como tantas cosas en el jazz… formación septeto, a lo bestia, a lo Mingus: 3 saxos (John Handy, Booker Ervin y Shafi Hadi), Horace Parlan al piano, Dannie Richmond a las baquetas, él mismo al bajo; y el trombón, fundamental el protagonismo que le da, alternándose Jimmy Knepper y Willie Dennis, según la sesión, los únicos blancos del grupo.
Si existiera el movimiento «single» en ésto del jazz, y en el siglo XXI, las 2 primeras canciones compilarían uno de lujo, apoteósico y redondo: «Better Git It In Your Soul» y «Goodbye Pork Pie Hat»; una desbocada y otra remansada, alegre y melancólica, juerguista y after-hour (y dedicada a la memoria de Lester Young, muerto unas semanas antes). «Boogie Stop Shuffle» vuelve a meternos marcha con un ritmo inquietante; el interludio «Selfportrait in Three Colors» relaja y se agradece para terminar la cara A con «Open Letter To Duke», genial con sus cambios de ritmo. Del resto de temas destacaré la inimitable «Fables Of Faubus», el tercer clásico del disco, absolutamente inolvidable…y la sensual «Pussy Cat Dues», prácticamente un blues con un solo de trombón que pone los pelos de punta (Jimmy Knepper) seguido por la única aparición de clarinete del disco (John Handy) y luego por Mingus, genial.
No nos engañemos, las similitudes con «los Faces» son, como mucho, conceptuales; sí, el núcleo de ambos grupos es el mismo (bajo- Ronnie Lane, batería- Kenny Jones, teclados- Ian McLagan), la evolución del sonido, evidente y apabullante. Como otros (grandes) grupos de la esfera británica (Rolling, Who, Kinks…) tuvieron unos inicios poperos que «apestaban» a rhythm-blues pasando por la inevitable psicodelia lisérgica (unos más y otros menos) para acabar marcando las pautas del rock que dominaría la década de los 70. Lo que ocurre con éstos muchachos es que ésa primera época estuvo comandada por Steve Marriott, guitarrista y voz y compositor, que luego terminaría machacando un sonido bestial con los Humble Pie, otra gran historia… y tras su marcha recalaron ése dúo estremecedor de Ronnie Wood y Rod Stewart para hacer la suya