Charles Mingus | Mingus Ah Um (1959)

Cambiamos de 1/3, y empezamos de lleno. Ya se comentó la posibilidad de iniciar un periplo jazzero de esparcimiento trivial (y tribal) como oportunidad de ése pequeño (?) grupo que a lo mejor no ha encontrado momento de intervenir por éstos lares «rockeros»; aunque en realidad lo hago por puro placer musical… (le he pedido permiso al Talibán y me ha respondido con un gruñido).

Si alguna premisa tengo en mente es la de obviar los discos requetemencionados como imprescindibles (!!!?) del jazz; me intentaré remitir y limitar a aquéllos que consiguieron y consiguen arrebatarme neuronas del consciente y llevarlas más allá; que cada uno haga/diga/escriba lo que quiera… otro punto imprescindible es huir de tecnicismos musicales, para éso hay otros foros, otras personas… «sólo» quiero hablar de sensaciones musicales. Creo que haré un recorrido por diez discos, mi top ten, como me venga; ya veremos cómo sale…

Y comienzo con una de las «tres grandes M del jazz», Mr Mingus, el big man del contrabajo (también sabí­a hacer sus pinitos al piano), y con uno de mis primeros discos de jazz «que me encontraron», nunca mejor dicho. Mucha más fama tiene el «The Black Saint…» o el «Mingus, Mingus, Mingus…» o el definitivo «The great concert», pero éste «Ah Um» (ojo, y el «Tijuana Moods») tiene(n) algo especial, difí­cil de definir, como tantas cosas en el jazz… formación septeto, a lo bestia, a lo Mingus: 3 saxos (John Handy, Booker Ervin y Shafi Hadi), Horace Parlan al piano, Dannie Richmond a las baquetas, él mismo al bajo; y el trombón, fundamental el protagonismo que le da, alternándose Jimmy Knepper y Willie Dennis, según la sesión, los únicos blancos del grupo.

Si existiera el movimiento «single» en ésto del jazz, y en el siglo XXI, las 2 primeras canciones compilarí­an uno de lujo, apoteósico y redondo: «Better Git It In Your Soul» y «Goodbye Pork Pie Hat»; una desbocada y otra remansada, alegre y melancólica, juerguista y after-hour (y dedicada a la memoria de Lester Young, muerto unas semanas antes). «Boogie Stop Shuffle» vuelve a meternos marcha con un ritmo inquietante; el interludio «Selfportrait in Three Colors» relaja y se agradece para terminar la cara A con «Open Letter To Duke», genial con sus cambios de ritmo. Del resto de temas destacaré la inimitable «Fables Of Faubus», el tercer clásico del disco, absolutamente inolvidable…y la sensual «Pussy Cat Dues», prácticamente un blues con un solo de trombón que pone los pelos de punta (Jimmy Knepper) seguido por la única aparición de clarinete del disco (John Handy) y luego por Mingus, genial.

También del 59, grabado 6 meses después, está el «Mingus Dynasty», perfecta pareja para completar el año (el año de Giant Steps y Kind Of Blue…)

Ya veremos por dónde seguimos, si seguimos…

12 Comments

  1. disco impepinable, claro está; todaví­a no está deslabazado y pre-free mingus aquí­ pero todo el album es una ristra de pepinos jazz clasicos del copón bendito; más conciso, como un swimg ellingtoniano solidificado en lo mejor,más primordial que el agregativo «black saint», más intimo también-el davisiano «pork pie»: teo macero al mando( una melodí­a de silencio que hace llorar a los lemmys del mundo, y qué decir de la versión Beck: talibán, no seas melifluo y habla ya de tio Beck, el borracho no el niñillo); «better git»» no sé porqué siempre me ha parecido que tiene arquetipos de magma pretérito de nueva orleans en sus genes; el post-bopismo de «boogie stop», en fin …este fue uno de los discos que saqué de la insigne Biblioteca de Andalucí­a granadina que me hicieron dudar de la bonanza de un, v.g., chick chochea.
    a parte mingus, el personaje, da pa una trilogí­a verborreica pasoliniana; acostumbraba a calentarle los cascos hasta hasta a su madre con la charla.
    Uno de los grandes, no hay duda, no hay duda, no hay duda, no hay duda

    no

    no la hay.

  2. Vaya, no me esperaba esto. Me habéis hecho retroceder a una de las épocas de mi vida a la que más cariño tengo, en cuanto a lo personal (que no a lo social). Por aquel entonces el amigo Mariani estaba un poco peleado con la vida y con el mundo por una serie de acontecimientos que auguraban el final de una etapa y el inicio de otra. De las poquitas cosas que le hací­an encontrarse consigo mismo estaban los discos del jazz que siempre le habí­a entusiasmado pero que nunca se habí­a atrevido a ir recopilando, estudiando y amando hasta entonces. Era como una especie de «secreto», ya que no podí­a compartir estas inquietudes con nadie de su (visto desde mi perspectiva lógico-concreta actual y definitiva) indeseable (personal y musicalmente) entorno. Con el único que hubiera podido (y pude en alguna ocasión) se me estaba yendo… Pero bueno, esa es otra historia que a nadie le importa un cojón y que ya está superada y sólo se recuerda para descojonarse cí­nicamente (como debe ser, aupa Diógenes!).
    En fin, sé que no tengo PERDí“N DE DIOS por no tener ni haber escuchado aún entero este magní­fico disco que siempre me he encontrado cada vez que me he adentrado en los cimientos del género. La culpa (presumo) la tiene una tarde lluviosa de invierno en la que, paseando por la calle San Jerónimo en busca del que ahora es mi cuñado para hacer de las nuestras, mis pies se dirigieron involuntariamente y, como era habitual cada vez que pasaba por allí­ (ahora sé que sólo quedaba con él por eso) al templo del vinilo reciclado. Y es ahí­ donde cayó en mis manos «mingus, mingus,…», tal fue LA MANO DE HOSTIAS que recibí­ cuando procedí­ al ritual (hoy en dí­a con tanto mp3 de los cojones echo mucho de menos todo ese proceso kármico) acentuado por el obligatorio efecto del tetrahidrocannabinol, que, inconscientemente y a partir de entonces, no quise NADA MíS. Creí­a que con eso lo tení­a todo. Sí­, sí­, habí­a más discos, directos, etc. del amigo Chazz, pero me daba miedo que pudiera estropearse el icono que se habí­a formado en mi subconsciente tras aquella audición. Simplemente acojonante. Nuestro querido pithecanthropus erectus, refleja toda su perturbada y contradictoria personalidad (sí­, la misma que le llevó a ingresar por su propia voluntad en un psiquiátrico por considerarse a sí­ mismo «un peligro público», vaya con el afro-júligan…) en el lenguaje de los modos a lo largo y ancho de todos los cortes de este grueso vinilo. Hoy por hoy, junto con «The Trumpet Summit meets the Oscar Peterson big four» son los dos vinilos que me tendrí­an que ir muy mal las cosas para deshacerme de ellos (sí­, lo digo en serio, antes vendo el «Abbey Road» original del 69. No es lo mismo; ya me lo sabí­a de memoria antes de poseerlo fí­sicamente en plástico y en ebay los hay a porrillo, sin embargo estos dos tienen la magia y el encanto del descubrimiento y los considero punto de inflexión personal). Es por ello que te doy las gracias, amigo Destevaster, por haberme hecho revivir todo eso y empujarme (no te quepa duda) a devorar cuanto antes todo lo que me he perdido por semejante complejo, fruto de la inmadurez ya superada, y más cuando ya no hago ni consumo apenas otro tipo de música que no tenga esas raí­ces. Que Dios me perdone.

  3. Estremecedora relación (me resulta familiar) la tuya con el jazz, Vino: bienvenido
    Tus aportaciones, Scroto, siempre a güevo (e infalibles): lo del pepino-jazz me lo guardo; seguiremos por éste nuevo sendero, espero que de forma bidireccional, you know

  4. Te queda muy bien este nuevo perfil, amigo Destevaster. Como prometiste en una de esas reuniones musicales, el jazz (y menudo ejemplo como primera muestra) ha surgido. Calta o Woka. Sea lo que sea, que lo escuchado alimente, llene y vací­e al mismo tiempo, tanto estómago como cabeza. Tu mirada azul siempre guarda brillos para ciertos autores que merecen más de un discurso. Enhorabuena por el nuevo rumbo. Un saludo.

  5. «Mucha más fama tiene el “The Black Saint…” o el “Mingus, Mingus, Mingus…” o el definitivo “The great concert”, pero éste “Ah Um” (ojo, y el “Tijuana Moods”) tiene(n) algo especial, difí­cil de definir, como tantas cosas en el jazz…»

    Totalmente de acuerdo. Para mi este es el mejor disco. Aunque no despreciaria ninguno de este gran hombre del jazz, puesto que la etiqueta de bajista o pianista se le queda muy, pero que muy corta.

    Que larga es la sombra del bueno de Charles.

  6. (Sinceramente) agradecido a todos, especialmente a V. Mariani (OK man).
    Y como decí­a Scroto, la biografí­a de Mingus es digna de pelí­cula; alguna que otra podrí­a aportar declaraciones «absolutamente» estremecedoras; y el que quiera entender que entienda………

  7. Aprovecho para saludar al muza, y deciros que a mi el disco este me parece la polla de lo bueno que es. Y este músico la releche. Oeeee.

  8. Acabo de escuchar el disco y vaya pasote.
    Peaso disco. El otro dí­a escuché el «Tijuana Moods» (que punto de castañuelas), pero sin lugar a dudas este me parece bastante mejor.

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