Sefronia: pop en oposición

THE BOMBO TOUR

—En marzo de 2006 Sefronia editó ‘ars teopática’; decidimos por vez primera desarrollar nuestro asunto en directo; primeramente y épicamente, pues hay gente con derecho a complicarse la existencia. Es nuestro estilo arrevolainar. Bonita o esperpénticamente. Yo no soy un esteta (¿y tú?).

—-Al final conseguimos sonar muy satisfactoriamente; se han necesitado unos 15 conciertos: Sefronia no es un grupo de pop, y un grupo de pop posible.

—-Cada canción fue transfigurada con y sin astigmatismo unitivo.

—-Como dice mi padre: no va a ser todo igual…

—-Desde la fase de mórula a el alumbramiento placentario, Sefronia experimentó tres mutaciones: un primer tramo acústico basado en el harmonium, el banjo y la pureza mercurial; luego llegó un baterí­a más peligroso que un mono con un puñal llamado Javier Carmona —-también con Murky en Grimorio—- que abandonó su ascesis free londinense, donde se está alimentando de gente muy grande en la London Improviders Orchestra, Akafree y el combo polaco Lanza!; dotó a este dúo de pop alterado de brutales alteraciones rí­tmicas que muestran el futuro de nuestro camino de guijarros de colores. Una tercera mutación del cancionero fue definida como post-punk-electro-prog-mistérico; me parece bien, si añadimos un planteamiento de economí­a budista en la manera de estar en el mundo de los hombres. LO PEQUEÑO ES HERMOSO.

—-A pesar de todas las mutaciones, nuestro milagro no mutó. Adquirió un gran sentido del ritmo. Y la bipedestación.

—-Cualquier disposición de nuestra música es alquí­mica y terapéutica, si entendemos alquimia como acción de religar; a pesar de las acusaciones, somos hijos de la ciencia. Nuestro ex-oterismo es una consecuencia cultural. Es necesario un matrimonio entre el cielo y el infierno para detener la deflagración.

—-Con esto se cierra el tramo verde de nuestro proyecto. A partir de ahora solo Motorhead desde una perspectiva balinesa. Y algunas reflexiones sobre la necesidad de volver a una conciencia prelingüí­stica siempre (observando a nuestra criatura).

—-¿Por qué ocultar la inspiración?

—-Lo que lees es lo que somos.

—-Lo que escuchas es panteí­smo y un sentimiento de inmanencia. La gracia y el gozo de un nacimiento.

—-Ví­deos, descartes y más información en sefronia.net.

—-Estos dos CDs son los primeros de un total de 10 trabajos a editar durante el año de dios de 2008, la mayorí­a una cosificación en material audio de 3 años de improvisación ritual en el desierto de Tabernas, o con Alondra Satori, el dúo que mantengo con JM Cidrón.

A más ver.

Tom Waits, conversaciones, entrevistas y opiniones

tom waits

Escrito por Carlo Giordano

En Italia, a los escritores polí­ticamente incorrectos los llamamos i poeti maledetti. Tendrí­a que sumergirme en los abismos de nuestra historia para encontrar el origen de esta tradición, pero el término se acredita desde lo pronunciamientos de Ferlinguetti y otros beatniks. Si la biologí­a hubiese permitido a William Burrough y a Allen Ginsberg tener descendencia común, ese podrí­a haber sido Tom Waits, o lo que es lo mismo, un poeta maledetto si bien al más puro estilo americano.

La lectura del libro «Tom Waits, conversaciones, entrevistas y opiniones» es poco más o menos como la cata de un vino italiano: se destapan sensaciones ostentosas con los primeros asaltos visuales y olfativos, en el paladar se presenta agridulce y termina mostrándose áspero en el regusto.

En esencia, nos presenta a Tom Waits como una heterogénea visión de él mismo, tan caótico como predecible, tan absurdo como convencional, contradictorio y fuertemente recomendable. Sus seguidores hemos respirado en su música los últimos humos del bebop que cegaron a los poetas beat junto con el blues, el rock, el punk o el folk. Su sonido es atemporal, abstracto y disonante. Sus letras insolubles. Cuidada es su imagen de despeinado baladista alimentado de bourbon, agarrado a un piano, con barba de dos dí­as y guarecido por un sombrero de fieltro polvoriento.

Artista insondable, poeta de mendigos, heredero de hipsters. Bebe de la misma fuente que Wolfe, Faulkner o Steinbeck. Se siente como Whitman, como Ginsberg o como Mingus y aspira a ser un Bukowski (su novelista preferido junto a Borroughs) o un Louis Armstrong. Muchos lo definen como antihéroe, filósofo ingenuo, paranoico o charlatán de feria, pero en su currí­culo hay más de 20 álbumes, algunos premios y apariciones más o menos afortunadas en un puñado de pelí­culas. Recuerda cuando fue telonero de Zappa y de los Stones (Keith Richards ha participado en alguno de sus mejores discos), cata con orgullo sus canciones versionadas por Springteen, Rod Steward o Patti Smith, y asiente la idolatrí­a de Beck y el ser autor de culto para los insatisfechos del pop.

Tom Waits conversaciones entrevistas opinionesEn el libro, Tom Waits ofrece entrevistas y largas conversaciones con algunos de sus compañeros de carretera, como el director de cine Jim Jarmusch o el músico Elvis Costello. Los lleva por callejones estrechos a tugurios deprimentes, salones traseros, bares destartalados y hoteles baratos. Sus respuestas son alocadas y están llenas de frases sin sentido, eso es lo que se espera de él. Se interpreta a si mismo y a los chiflados y vagabundos que pasan por sus canciones. «¿Por qué aguantarlo? -dice uno de ellos-, porque puede mostrarte lo que ya sabes y hacer que creas nuevamente en ello.»

Tom Waits siempre anduvo alejado de la manada. Nada es sagrado para él, pero como la mayorí­a de la gente a la que encuentra en su camino, tiene un código ético. Desconfí­a de la tecnologí­a (golpeará con un palo antes de encender un aparato) y su música no es el estereotipo para las radios de rock. Curiosamente, Bone Machine, el disco más difí­cil de entender, es el que recibió uno de sus dos premios Grammy. Entonces, la revista Rolling Stone resumió su carrera en una frase: «durante más de 20 años, Tom Waits ha sido el cronista de los grotescos perdedores del submundo sórdido». El otro Grammy lo ganó por Mule Variations, quizá su mejor trabajo, un álbum que resume su trayectoria por el mundo de la música, con blues fantásticos cargados de sabor rural, alusiones polí­ticas, detalles autobiográficos y ruido organizado.

Lo que lo hace tan valioso, y continuamente atractivo para generaciones de oyentes que buscan algo no convencional es, aparte de su sentido del humor, su inquietud por obtener la belleza de la vulgaridad y la desesperación. En sus canciones teje las fantasiosas aventuras de vividores, borrachos, excéntricos y vagabundos que nunca andan lejos del amor o de la muerte. «Me gustan las melodí­as hermosas que cuentan cosas terribles», dice Tom Waits.

Se refugia en un lugar celosamente guardado de Sonoma Valley donde ensambla sus múltiples personalidades: padre de familia, narrador de historias, poeta de taberna. Como él explica, vive en su desorden bipolar. Tampoco pretende resolver el viejo dilema americano de deambular o echar raí­ces (“Todo lo que has amado es todo lo que posees†, dice), sólo procura encontrarse con sus chirriantes, desarregladas y polvorientas epifaní­as. Su mujer, Kathleen Breennan, por cierto, también es su productora y coautora.

En algún momento del libro alguien escribe que Tom Waits «serí­a el Springteen de EEUU, si EEUU fuera una tierra desahuciada y extraña llena de monstruos de circo». ¿Es que no es así­?