Tom Waits, conversaciones, entrevistas y opiniones

tom waits

Escrito por Carlo Giordano

En Italia, a los escritores polí­ticamente incorrectos los llamamos i poeti maledetti. Tendrí­a que sumergirme en los abismos de nuestra historia para encontrar el origen de esta tradición, pero el término se acredita desde lo pronunciamientos de Ferlinguetti y otros beatniks. Si la biologí­a hubiese permitido a William Burrough y a Allen Ginsberg tener descendencia común, ese podrí­a haber sido Tom Waits, o lo que es lo mismo, un poeta maledetto si bien al más puro estilo americano.

La lectura del libro «Tom Waits, conversaciones, entrevistas y opiniones» es poco más o menos como la cata de un vino italiano: se destapan sensaciones ostentosas con los primeros asaltos visuales y olfativos, en el paladar se presenta agridulce y termina mostrándose áspero en el regusto.

En esencia, nos presenta a Tom Waits como una heterogénea visión de él mismo, tan caótico como predecible, tan absurdo como convencional, contradictorio y fuertemente recomendable. Sus seguidores hemos respirado en su música los últimos humos del bebop que cegaron a los poetas beat junto con el blues, el rock, el punk o el folk. Su sonido es atemporal, abstracto y disonante. Sus letras insolubles. Cuidada es su imagen de despeinado baladista alimentado de bourbon, agarrado a un piano, con barba de dos dí­as y guarecido por un sombrero de fieltro polvoriento.

Artista insondable, poeta de mendigos, heredero de hipsters. Bebe de la misma fuente que Wolfe, Faulkner o Steinbeck. Se siente como Whitman, como Ginsberg o como Mingus y aspira a ser un Bukowski (su novelista preferido junto a Borroughs) o un Louis Armstrong. Muchos lo definen como antihéroe, filósofo ingenuo, paranoico o charlatán de feria, pero en su currí­culo hay más de 20 álbumes, algunos premios y apariciones más o menos afortunadas en un puñado de pelí­culas. Recuerda cuando fue telonero de Zappa y de los Stones (Keith Richards ha participado en alguno de sus mejores discos), cata con orgullo sus canciones versionadas por Springteen, Rod Steward o Patti Smith, y asiente la idolatrí­a de Beck y el ser autor de culto para los insatisfechos del pop.

Tom Waits conversaciones entrevistas opinionesEn el libro, Tom Waits ofrece entrevistas y largas conversaciones con algunos de sus compañeros de carretera, como el director de cine Jim Jarmusch o el músico Elvis Costello. Los lleva por callejones estrechos a tugurios deprimentes, salones traseros, bares destartalados y hoteles baratos. Sus respuestas son alocadas y están llenas de frases sin sentido, eso es lo que se espera de él. Se interpreta a si mismo y a los chiflados y vagabundos que pasan por sus canciones. «¿Por qué aguantarlo? -dice uno de ellos-, porque puede mostrarte lo que ya sabes y hacer que creas nuevamente en ello.»

Tom Waits siempre anduvo alejado de la manada. Nada es sagrado para él, pero como la mayorí­a de la gente a la que encuentra en su camino, tiene un código ético. Desconfí­a de la tecnologí­a (golpeará con un palo antes de encender un aparato) y su música no es el estereotipo para las radios de rock. Curiosamente, Bone Machine, el disco más difí­cil de entender, es el que recibió uno de sus dos premios Grammy. Entonces, la revista Rolling Stone resumió su carrera en una frase: «durante más de 20 años, Tom Waits ha sido el cronista de los grotescos perdedores del submundo sórdido». El otro Grammy lo ganó por Mule Variations, quizá su mejor trabajo, un álbum que resume su trayectoria por el mundo de la música, con blues fantásticos cargados de sabor rural, alusiones polí­ticas, detalles autobiográficos y ruido organizado.

Lo que lo hace tan valioso, y continuamente atractivo para generaciones de oyentes que buscan algo no convencional es, aparte de su sentido del humor, su inquietud por obtener la belleza de la vulgaridad y la desesperación. En sus canciones teje las fantasiosas aventuras de vividores, borrachos, excéntricos y vagabundos que nunca andan lejos del amor o de la muerte. «Me gustan las melodí­as hermosas que cuentan cosas terribles», dice Tom Waits.

Se refugia en un lugar celosamente guardado de Sonoma Valley donde ensambla sus múltiples personalidades: padre de familia, narrador de historias, poeta de taberna. Como él explica, vive en su desorden bipolar. Tampoco pretende resolver el viejo dilema americano de deambular o echar raí­ces (“Todo lo que has amado es todo lo que posees†, dice), sólo procura encontrarse con sus chirriantes, desarregladas y polvorientas epifaní­as. Su mujer, Kathleen Breennan, por cierto, también es su productora y coautora.

En algún momento del libro alguien escribe que Tom Waits «serí­a el Springteen de EEUU, si EEUU fuera una tierra desahuciada y extraña llena de monstruos de circo». ¿Es que no es así­?

Vida y destino | Vasili Grossman

portada vida y destino vasili grossman«La percepción del resultado global de un combate que experimenta un soldado aislado de los otros por el humo, el fuego, el aturdimiento, a menudo resulta más justa que los juicios formulados por los oficiales del Estado Mayor mientras estudian un mapa.

En el momento decisivo de la batalla se produce un cambio asombroso cuando el soldado que toma la ofensiva y cree que está próximo a lograr el objetivo mira alrededor, confuso, sin ver a los compañeros con los que habí­a iniciado la acción, mientras el enemigo, que todo el tiempo le habí­a parecido singular, débil y estúpido, de repente se convierte en plural y, por ello, invencible. En ese momento decisivo de la batalla —claro para aquellos que lo viven; misterioso e inexplicable para los que tratan de adivinarlo y comprenderlo desde fuera— se produce un cambio de percepción: el intrépido e inteligente «nosotros» se transforma en un tí­mido y frágil «yo», mientras el desventurado adversario, que se percibí­a como una única presa de caza, se convierte en un compacto, temible y amenazador «ellos».

Mientras rompe la resistencia del enemigo, el soldado, que avanza, percibe todo por separado: la explosión de una granada; las ráfagas de ametralladora; el soldado enemigo allí­, tirando a resguardo, que ahora se echa a correr, no puede hacer otra cosa que correr porque está solo, aislado de su cañón, a su vez aislado… de su ametralladora, igualmente aislada, del tirador vecino, igualmente aislado… mientras que yo, yo soy «nosotros», yo soy toda la enorme infanterí­a que marcha al ataque, yo soy esta artillerí­a que me cubre, yo soy estos tanques que me apoyan, yo soy esta bengala que ilumina nuestro combate común. Pero he aquí­ que, de repente, yo me quedo solo, y todo aquello que me parecí­a débil y aislado se funde en un todo terrible de disparos enemigos de fusiles, de ametralladoras, de artillerí­a, y la fuerza que habí­a ayudado a vencer aquella unidad se desvanece. Mi salvación está en la huida, consiste en esconder la cabeza, poner a cubierto el pecho, la frente, la mandí­bula.

Y en la oscuridad de la noche aquellos que se han enfrentado a un ataque repentino y que, al principio, se sentí­an débiles y asilados comienzan a desmantelas la unidad del enemigo que se ha abatido contra ellos, comienzan a sentir su propia unidad, donde se encierra la fuerza de la victoria.

En la compresión de esta transición es donde reside la que a menudo permite hablar de la guerra como un arte.»

Vida y destino de Vasili Grossman

Cormac McCarthy: (Desolation) Road (2006)

Pues para inaugurar, y celebrar, el trienio de bruto, alguien habitualmente dedicado a la sección musical va a comentar un libro. Una novela.

cormac mccarthy the road - la carreteraSolamente se trata de las últimas 200 páginas que ha parido el amigo Cormac: un texto escueto, desnudo, frí­o. A algunos puede parecerle breve, solitario y premeditadamente apocalí­ptico. Pero duele, mucho, porque llega ahí­ mismo, donde quiera que cada uno tenga lo que comúnmente podrí­amos llamar el desagüe de los sentimientos, donde se va puliendo el reconocimiento de uno mismo. Los que busquen más «Meridiano de sangre» saldrán decepcionados. Ésta novela va más allá del terror violento y macabro de su obra magna: es su epí­logo baldí­o, el silencio tenso tras la detonación…

El diseño de la portada nos pone sobreaviso: aquí­ no hay nada. Por no haber no hay mujeres (sólo en el pensamiento del prota), los dos personajes carecen de nombre y de futuro, son un padre y un hijo solos, no existen bares (están desolados), ni tiendas (arrasadas), ni ciudades propiamente dichas (son un amasijo de hierros calcinados y una nube de ceniza). El mundo sólo tiene dos colores: el gris y el negro. Sólo existen dos elementos: el viento y el frí­o. Y dos sentimientos: la angustia y una rayita de esperanza. Un objetivo: ir hacia el sur (no sabemos por qué, pero es lo que hay que hacer).

En un devenir semejante, huyendo de las sombras de una civilización personificada en forma de bandoleros futuristas, perseguidos (ayudados) por sus recuerdos avanzan, se arrastran, los personajes por escenas de «realismo sucio»: Cormac depurado, devastado…

Le han otorgado el Pulitzer por esta obrita, lo cual le hará más mal que bien, menos en el bolsillo.

Y poco más, salvo el formato, un relato hecho a pequeños retazos, párrafos cortos como fogonazos de escopeta (o suspiros agonizantes)… sólo alguna muestra:

«Noches más tenebrosas que las tinieblas y cada uno de los dí­as más gris que el dí­a anterior. Como el primer sí­ntoma de un glaucoma frí­o empañando el mundo. Un frí­o como para agrietar las piedras. Como para quitarte la vida. Abrazó al chico que tiritaba y contó cada frágil respiración en medio de la negrura.
Despertó al oí­r un trueno en la distancia y se incorporó. Si se mojaban no habrí­a fuego con el que calentarse. Si se mojaban lo más probable es que muriesen.
Se agachó para toser y tosió durante mucho rato. Después se incorporaba, los ojos lagrimeando. En la nieve gris una fina bruma de sangre.
¿Estás ahí­?, susurró. ¿Te veré por fin? ¿Tienes cuello por el que estrangularte? ¿Tienes corazón? ¿Tienes alma maldito seas eternamente? Oh, Dios, susurró. Oh, Dios…»

Cormac, ¿qué será lo siguiente?

No seré yo quien diga algo.

PD: el tí­tulo no corresponde exactamente con el del libro. Es un juego de palabras que algunos sabrán descifrar y otros, simplemente, criticar.

El cuarto de los chicos rojos

rojo

Llegó el momento de pagar todo el vino que me habí­a bebido. Habí­a disturbios en la ciudad, y creo que yo me pasé de listo. La lluvia empezó a cubrirlo todo, a calmarlo todo. Los chicos fueron dejando más y más espacio a lo largo del dí­a, hasta que se encerraron en su cuarto. Cada cual dijo adiós a su manera. Quedaba algo claro por fin, que las migraciones son necesarias. Fue cuando ya no lloví­a, cuando los charcos dejaron las aceras húmedas, cuando me trajeron aquí­. Estaba todo cerrado, dijeron que tení­a que ser yo, aunque yo nunca estuve. Entrégate. No te va a doler más que otras veces. Después de protestar y dar patadas, me quedé sentado… casi sin pulso. Me dejaron en el número diez. Al principio cabeceé contra las paredes acolchadas de la habitación. Poco a poco asumí­ la luz roja del techo inundando el cuarto. Conforme pasaba el tiempo los ojos se cerraban y yo trataba de dormir todo el tiempo. No es exactamente la vida que tení­a pensado vivir. No valí­a la pena preguntar nada a nadie, sino a mí­ mismo. Las protestas y acusaciones eran torpes e inútiles. Acurrucado en el silencio, mis palabras se diluí­an sin prisa, se perdí­an tan despacio que sólo me di cuenta cuando no me quedaban más de cien. Mi boca se cerró y empecé a no comer. Sin palabras mi cabeza empezó a beber imágenes supervivientes del naufragio, con un traje azul marino. Calles de México cubiertas de bruma, a orillas del lago cielito. Camareros con bandejas de plata. Nieve en la sierra sepultando los últimos brotes de manzanilla. Tus labios, tus medias. Un hombre con sombrero de ala ancha y gabán. Un rí­o que vela por los barcos de vapor que nunca pude ver, salvo uno que se quedó varado en una feria de atracciones, con espejos que deformaron mi imagen y tablas sueltas en el suelo. Un móvil apagado en la gasolinera. Viajes en coche, la escuela, el parque, la luz, mi mochila…

La oscuridad era roja. Mi cabeza dejó al tiempo también de ver. Ya no habí­a palabras ni imágenes. Entonces empecé a tener miedo por si nunca salí­a de allí­. Mis sentidos se fijaron en mi pelo largo, en mis dientes debilitados y sucios, mi aliento, mi escasa virtud para los dí­as sin salida. Crecí­a todo menos mi esperanza de escapar. Sólo al tiempo dejé de masturbarme y renuncié a la existencia de mi falo para ahuyentar temores. El falo, ese vidente y artista, que conoce muy bien el futuro, ese palote de eternidad. Cuando se pasó el temor volví­ a estar tranquilo. La oscuridad seguí­a roja. Mi mente se vaciaba. Comí­a poco y con desgana, hasta el hecho de abrirme la puerta era una molesta intromisión de mi ausencia. Empecé a no preguntar ni siquiera a mi mismo. Una vez al dí­a, sólo una, dejaba a mi mente acordarse de alguien que conocí­ en vida… incluso una vez me pregunté qué serí­a del drama de aquel pez pescado con el anzuelo en el ojo. Caminos rotos que terminan dando vueltas. Cuando ya no quedaba nadie de los que habí­a conocido, cuando ya sólo querí­a desaparecer, dejaron de darme comida y me entregaron un diagrama con diez esferas. Cada una con un número, treinta y dos senderos y veintidós palabras. Empecé de nuevo a recordar las palabras, pero ya eran distintas, y empecé de nuevo a ver imágenes, pero también eran distintas. Ahora todo tení­a su propio lugar. Los gnósticos lo llaman el árbol de la vida. Beth huele a perfume de almaciga.

La puerta se abrió como un disparo seco. Salí­ de nuevo a la ciudad. Lloví­a y me quedé calado enseguida. Volví­ a mi casa. Al tiempo volví­ a vestirme con mi vida. Pasó el tiempo y rara vez me acordaba de aquella habitación. La habitación de los chicos rojos. La casa sigue vací­a. Habito mi tiempo. A la naturaleza le gusta esconderse.

«Tu visión devendrá más clara solamente cuando mires dentro de tu corazón. Aquel que mira afuera, sueña. Quien mira en su interior, despierta». Cita de C. Jung, muerto el 6 de junio de 1961, mientras leí­a un libro de Teillard de Chardin. Esa noche hubo tormenta.

Dr J.

Les Fleurs du Mal | Baudelaire

Charles Baudelaire

Hace 150 años Charles Baudelaire lograba publicar, en el Parí­s de Napoleón III, «Las Flores del Mal». Las autoridades competentes, representantes de la burguesí­a, el ejército y la iglesia católica, denunciaron la obra y consiguieron censurar 6 poemas, culpables de atentar, gravemente, contra la moral pública. Esta masa social dominante, amalgamada para hacer frente a las revoluciones del 48, ejercieron su poder modelando un mundo a su conveniencia, tras la prematura muerte de la II República francesa; Nos encontramos pues, a un Baudelaire de 36 años, inmerso en un mundo decadente y mezquino. 1857 fue también el año en el Flaubert publicó su «Madame Bovary», enfrentándose a los mismos cargos, a la misma hipocresí­a. En este contexto histórico debemos sumergirnos para realizar la lectura de este poemario.

«Todos los imbéciles de la burguesí­a que pronuncian las palabras inmoralidad, moralidad en el arte y demás tonterí­as me recuerdan a Louise Villedieu, una puta de a cinco francos, que una vez me acompañó al Louvre donde ella nunca habí­a estado y empezó a sonrojarse y a taparse la cara. Tirándome a cada momento de la manga, me preguntaba ante las estatuas y cuadros inmortales cómo podí­an exhibirse públicamente semejantes indecencias.»

C. Baudelaire

La editorial Nórdica Libros ha realizado una selección de 58 poemas, que se presentan traducidos al castellano y en francés original, acompañados de las ilustraciones del artista belga Louis Joobs, para conmemorar la obra de Baudelaire en su 150 aniversario. La edición Van Bever ( Ed. Crès et Cie 1930), ha sido el punto de partida.

    índice

  • Spleen e Ideal …………… 36 poemas
  • Cuadros Parisinos ………. 5
  • Flores del Mal ……………. 3
  • La Muerte …………………. 2
  • Los Desechos ……………. 2, de los 6 poemas censurados en 1857
  • Nuevas Flores del Mal ….. 4

La lectura, pausada, nos conecta con un estado de ánimo, donde la armoní­a siempre aparece de la mano del caos; donde la belleza y la fealdad son una misma cosa; el placer se entiende como una maniobra de escapismo ante la realidad, insoportable. Me han gustado especialmente los poemas que tienen que ver con la naturaleza, aquellos sobre el mar y los bosques, que parecen dejarse llevar por una especie de culto pagano. Es en estos versos, donde encuentro al autor más liberado de ese constante sentimiento de culpa que atenaza el resto de su obra, tan influenciado por Poe, cuando la temática deriva hacia la muerte o los amores perdidos. Apreció una cierta fascinación por los viajes (Baudelaire realizó uno, que lo llevó durante 18 meses, entre 1841 y 1842, hasta los Mares del Sur), por lo exótico, por otros mundos que corren paralelos al nuestro y que solo descubriremos haciendo un esfuerzo personal de abstracción.

He recurrido a la lectura de algunos poemas de estética taoí­sta para comprender mejor el poema Elevación, mi favorito, y que recojo a continuación:

El propósito de las palabras
es trasmitir ideas.
Cuando las ideas se han comprendido
las palabras se olvidan.
¿Dónde puedo encontrar un hombre
que haya olvidado las palabras?
Con ése hombre me gustarí­a hablar.

Chuang-tzu

Desde hace poco conozco una profunda quietud.
Mi espí­ritu no se inquieta por nada en el mundo.
La brisa que viene del bosque levanta mi bufanda
La luna de la montaña brilla sobre mi arpa.
¿Me preguntáis la razón del éxito o del fracaso?
La canción del pescador se hunde en el rí­o.

Wang-Wei

Elevación

Por encima de los estanques, por encima de los valles,
de las montañas, de los bosques, de las nubes, de los mares,
más allá del sol, más allá del éter,
más allá de los confines de las esferas estrelladas,

espí­ritu mí­o, te mueves con agilidad,
y, cual buen nadador que se emociona con las olas,
surcas alegremente la inmensidad profunda
con inefable y masculina voluptuosidad.

Echa a volar muy lejos de estos miasmas mórbidos;
ve a purificarte en el aire superior,
y bebe, como un puro y divino licor,
el claro fuego que llena los espacios lí­mpidos.

Detrás de los tedios y las vastas penas
que con su peso entorpecen la brumosa existencia,
afortunado aquel que puede con un ala vigorosa
alzarse hacia los campos luminosos y apacibles;

él, cuyos pensamientos, como las alondras,
hacia los cielos alzan por la mañana un libre vuelo,
¡quien se eleva sobre la vida y entiende sin esfuerzo
el lenguaje de las flores y de las cosas mudas!

Élévation

Au-dessus des étangs, au-dessus des vallées,
Des montagnes, des bois, des nuages, des mers,
Par delí  le soleil, par delí  les éthers,
Par delí  les confins des sphères étoilées,
Mon esprit, tu te meus avec agilité,
Et, comme un bon nageur qui se pâme dans l´onde,
Tu sillonnes gaiement l´immensité profonde
Avec une indicible et mâle volupté.

Envole-toi bien loin des ces miasmes morbides,
Va te purifier dans l´air supérieur,
Et bois, comme une pure et divine liqueur,
Le feu clair qui remplit les espaces limpides.

Derrière les ennuis et les vastes chagrins
Qui chargent de leur poids l´existence brumeuse,
Heureux celiu qui peut d´une aile vigoureuse
S´élancer vers les champs lumineux et sereins;

Celui dont les pensers, comme des alouettes,
Vers les cieux le matin prennent un libre essor,
-Quin plane sur la vie et comprend sans effort
Le langage des fleurs et des choses muettes!

Mensab… je t’embrasse très très fort.

Imagen original Retrato de Baudelaire por Gustave Courbet 1848