Vida y destino | Vasili Grossman

portada vida y destino vasili grossman«La percepción del resultado global de un combate que experimenta un soldado aislado de los otros por el humo, el fuego, el aturdimiento, a menudo resulta más justa que los juicios formulados por los oficiales del Estado Mayor mientras estudian un mapa.

En el momento decisivo de la batalla se produce un cambio asombroso cuando el soldado que toma la ofensiva y cree que está próximo a lograr el objetivo mira alrededor, confuso, sin ver a los compañeros con los que habí­a iniciado la acción, mientras el enemigo, que todo el tiempo le habí­a parecido singular, débil y estúpido, de repente se convierte en plural y, por ello, invencible. En ese momento decisivo de la batalla —claro para aquellos que lo viven; misterioso e inexplicable para los que tratan de adivinarlo y comprenderlo desde fuera— se produce un cambio de percepción: el intrépido e inteligente «nosotros» se transforma en un tí­mido y frágil «yo», mientras el desventurado adversario, que se percibí­a como una única presa de caza, se convierte en un compacto, temible y amenazador «ellos».

Mientras rompe la resistencia del enemigo, el soldado, que avanza, percibe todo por separado: la explosión de una granada; las ráfagas de ametralladora; el soldado enemigo allí­, tirando a resguardo, que ahora se echa a correr, no puede hacer otra cosa que correr porque está solo, aislado de su cañón, a su vez aislado… de su ametralladora, igualmente aislada, del tirador vecino, igualmente aislado… mientras que yo, yo soy «nosotros», yo soy toda la enorme infanterí­a que marcha al ataque, yo soy esta artillerí­a que me cubre, yo soy estos tanques que me apoyan, yo soy esta bengala que ilumina nuestro combate común. Pero he aquí­ que, de repente, yo me quedo solo, y todo aquello que me parecí­a débil y aislado se funde en un todo terrible de disparos enemigos de fusiles, de ametralladoras, de artillerí­a, y la fuerza que habí­a ayudado a vencer aquella unidad se desvanece. Mi salvación está en la huida, consiste en esconder la cabeza, poner a cubierto el pecho, la frente, la mandí­bula.

Y en la oscuridad de la noche aquellos que se han enfrentado a un ataque repentino y que, al principio, se sentí­an débiles y asilados comienzan a desmantelas la unidad del enemigo que se ha abatido contra ellos, comienzan a sentir su propia unidad, donde se encierra la fuerza de la victoria.

En la compresión de esta transición es donde reside la que a menudo permite hablar de la guerra como un arte.»

Vida y destino de Vasili Grossman

4 Comments

  1. Obra menor en la literatura rusa, sin duda alguna. Enésimo ladrillo proto-hebreo para hacer un estudio superficial del perí­odo estalinista. No querí­amos caldo (Sholzenitsin), toma dos tazas (primero el tonto de Martin Amis y ahora la cebolla de Grossman).

    Coincido con el filósofo esloveno Slavok Zizek en que todaví­a no se ha realizado ninguno estudio serio del perí­odo estalinista. Lo que los autores de la Escuela de Frankfurt (Horkheimer, Adorno, etc) llaman la dialéctica de la Ilustración, es decir, la existencia de un potencial opresivo totalitario en la Ilustración moderna europea, sólo ha sido analizada hasta ahora en los casos excepcionales de dos dictadores y unos cuantos campos de concentración. ¿Hay mejor ejemplo de totalitarismo que el estalinismo? Difí­cilmente. Ahora bien, mientras el fascismo estaba abiertamente en contra de la Ilustración, el estalinismo constituí­a una Ilustración radical. No digo que el estalinismo fuera mejor que el nazismo, digo que hay en él algo realmente enigmático y desconocido. Y Grossman no lo estudia.

    Y no lo estudia, simplemente, porque ése es el elemento que nunca tocan Grossman, Lévi, Hannah Arendt y tantos judí­os que han estudiado el totalitarismo. Dos dictadores y unos cuantos campos de refugiados, ¿es ésa la ecuación que define el totalitarismo? ¿Y qué hay de los campos de refugiados de palestinos, creados y consolidados por demócratas sionistas? ¿Qué hay de los efectos devastadores que las empresas farmacéuticas están creando en ífrica? ¿Qué hay del SIDA? ¿No es totalitarismo financiar el fundamentalismo islámico en Afganistán para luchar contra la URSS, a sabiendas de los efectos que provocarí­a esa semilla? ¿No son totalitarias las bombas que arrojaron los demócratas americanos sobre dos ciudades japonesas? ¿Qué hay de los genocidios armenio y bosnio? ¿Qué hay de las masacres en Iraq?

    Recomiendo dos libros bastante más profundos que la cebolla de Grossman: «Modernidad y Holocausto», de Zygmunt Bauman; y «Homo Sacer», de Giorgio Agamben.

  2. A lo mejor es porque es una novela sin la intención de hacer ningún tipo de estudio, y menos sociológico. Para eso hay otros libros, como bien dices.

  3. Stavrogin, aburre su perorata. A veces hay que centrarse y disfrutar de una buena historia, olvidándose de lo que «podrí­a querer decir y no dice», o criticando un supuesto «mensaje social» (o peor aún, histórico). Una buena historia y además bien contada: qué mas queremos?
    Eso sí­, «pelí­n» de personajes: más de 200. Yo voy por la página casi 400 y aún voy descubriendo unos detrás de otro………
    Pero emociona, sí­ señor, y cautiva y engancha

  4. bueno, algunos buscamos algo de rigor ,aparte de «circuito lí­mbico y una buena historia» , incluso en una novelilla;supongo que a eso se referí­a stav; me parece que su «aburrida perorata»-me parece muy imprudente definir así­ lo que ha escrito- puede ayudar a una necesaria profilaxis a plicar sobre este librillo, y no está de más, en absoluto (hormonas, enganches y emociones aparte); ninguna novela, J, está exenta de un contexto sociológico, y menos esta, faltaba más…

Comments are closed.