 Una joya. Sí señores. Pocos de los que se reunieron aquel 7 de febrero podrían imaginar un resultado tan redondo, cohesionado. Incluso sabiendo que el ‘trío’ rítmico venía cubierto de gloria en los años previos, el toque de gracia del disco es el saxo tenor de Mobley. Que el acompañamiento difícilmente podría ser mejor, probablemente: Wynton Kelly al piano, nítido, contenido (meses antes había colaborado en el archinombrado Kind of Blue); Paul Chambers al bajo, inamovible (venía de formar parte del primer quinteto de Miles); Art Blakey a la batería, inconmensurable, como (casi) siempre (su LP Moanin’, muy recomendable). Pero el estilo y sonido de Hank es único, probablemente lo mejor que dejó grabado. A medio camino entre lo denso y duro de tipos como John Coltrane o Sonny Rollins y el extremo suave, cool, de otros genios como Lester Young o Ben Webster. Otros discos fueron bastante buenos, como el Workout o el Dippin’, pero ninguno tuvo el ‘ángel’ de ésta maravilla, con un título definitivo…
 Una joya. Sí señores. Pocos de los que se reunieron aquel 7 de febrero podrían imaginar un resultado tan redondo, cohesionado. Incluso sabiendo que el ‘trío’ rítmico venía cubierto de gloria en los años previos, el toque de gracia del disco es el saxo tenor de Mobley. Que el acompañamiento difícilmente podría ser mejor, probablemente: Wynton Kelly al piano, nítido, contenido (meses antes había colaborado en el archinombrado Kind of Blue); Paul Chambers al bajo, inamovible (venía de formar parte del primer quinteto de Miles); Art Blakey a la batería, inconmensurable, como (casi) siempre (su LP Moanin’, muy recomendable). Pero el estilo y sonido de Hank es único, probablemente lo mejor que dejó grabado. A medio camino entre lo denso y duro de tipos como John Coltrane o Sonny Rollins y el extremo suave, cool, de otros genios como Lester Young o Ben Webster. Otros discos fueron bastante buenos, como el Workout o el Dippin’, pero ninguno tuvo el ‘ángel’ de ésta maravilla, con un título definitivo…
 Y que conste que nombrar a gente como Coltrane, Rollins, Young o Webster me genera una fuga de ideas profusa y emotiva, no ya digamos al gran Parker o al eterno Hawkins, en fin, un elenco escogido de la gran historia de éste instrumento. Prometo sacar a relucir algún que otro disco centrado en el saxo (Adderley?, Getz?, Shorter?….); primero tendríamos que pasar por cada uno de los instrumentos, tejiendo el laberinto de sonidos que configura ésta música. Ya veremos.
Y que conste que nombrar a gente como Coltrane, Rollins, Young o Webster me genera una fuga de ideas profusa y emotiva, no ya digamos al gran Parker o al eterno Hawkins, en fin, un elenco escogido de la gran historia de éste instrumento. Prometo sacar a relucir algún que otro disco centrado en el saxo (Adderley?, Getz?, Shorter?….); primero tendríamos que pasar por cada uno de los instrumentos, tejiendo el laberinto de sonidos que configura ésta música. Ya veremos.
De las canciones, individualmente, no voy a hablar. Como tantas veces en el jazz, el tema es lo de menos; la interpretación lo es todo: de ahí que no haya ‘tantos’ temas de jazz, sino versiones y re-versiones del mismo standard a lo largo de los años. Y puede que el que verdaderamente nos conmueva sea el último, y que poco tenga que ver con el primigenio, tan sólo las notas centrales; seguramente la inspiración del intérprete sea de distinta índole o intensidad que la del autor original, puede que más desesperada y por lo tanto sincera… no obstante, la canción que da título al disco es de lo mejor.
En fin, un LP para disfrutar tranquilo, sin prisas, de principio a fin. Como los mejores. Eterno. Breve. Intenso. Adictivo.
Que aproveche.
 Y comienzo con una de las «tres grandes M del jazz», Mr Mingus, el big man del contrabajo (también sabía hacer sus pinitos al piano), y con uno de mis primeros discos de jazz «que me encontraron», nunca mejor dicho. Mucha más fama tiene el «The Black Saint…» o el «Mingus, Mingus, Mingus…» o el definitivo «The great concert», pero éste «Ah Um» (ojo, y el «Tijuana Moods») tiene(n) algo especial, difícil de definir, como tantas cosas en el jazz… formación septeto, a lo bestia, a lo Mingus: 3 saxos (John Handy, Booker Ervin y Shafi Hadi), Horace Parlan al piano, Dannie Richmond a las baquetas, él mismo al bajo; y el trombón, fundamental el protagonismo que le da, alternándose Jimmy Knepper y Willie Dennis, según la sesión, los únicos blancos del grupo.
Y comienzo con una de las «tres grandes M del jazz», Mr Mingus, el big man del contrabajo (también sabía hacer sus pinitos al piano), y con uno de mis primeros discos de jazz «que me encontraron», nunca mejor dicho. Mucha más fama tiene el «The Black Saint…» o el «Mingus, Mingus, Mingus…» o el definitivo «The great concert», pero éste «Ah Um» (ojo, y el «Tijuana Moods») tiene(n) algo especial, difícil de definir, como tantas cosas en el jazz… formación septeto, a lo bestia, a lo Mingus: 3 saxos (John Handy, Booker Ervin y Shafi Hadi), Horace Parlan al piano, Dannie Richmond a las baquetas, él mismo al bajo; y el trombón, fundamental el protagonismo que le da, alternándose Jimmy Knepper y Willie Dennis, según la sesión, los únicos blancos del grupo. Si existiera el movimiento «single» en ésto del jazz, y en el siglo XXI, las 2 primeras canciones compilarían uno de lujo, apoteósico y redondo: «Better Git It In Your Soul» y «Goodbye Pork Pie Hat»; una desbocada y otra remansada, alegre y melancólica, juerguista y after-hour (y dedicada a la memoria de Lester Young, muerto unas semanas antes). «Boogie Stop Shuffle» vuelve a meternos marcha con un ritmo inquietante; el interludio «Selfportrait in Three Colors» relaja y se agradece para terminar la cara A con «Open Letter To Duke», genial con sus cambios de ritmo. Del resto de temas destacaré la inimitable «Fables Of Faubus», el tercer clásico del disco, absolutamente inolvidable…y  la sensual «Pussy Cat Dues», prácticamente un blues con un solo de trombón que pone los pelos de punta (Jimmy Knepper) seguido por la única aparición de clarinete del disco (John Handy) y luego por Mingus, genial.
Si existiera el movimiento «single» en ésto del jazz, y en el siglo XXI, las 2 primeras canciones compilarían uno de lujo, apoteósico y redondo: «Better Git It In Your Soul» y «Goodbye Pork Pie Hat»; una desbocada y otra remansada, alegre y melancólica, juerguista y after-hour (y dedicada a la memoria de Lester Young, muerto unas semanas antes). «Boogie Stop Shuffle» vuelve a meternos marcha con un ritmo inquietante; el interludio «Selfportrait in Three Colors» relaja y se agradece para terminar la cara A con «Open Letter To Duke», genial con sus cambios de ritmo. Del resto de temas destacaré la inimitable «Fables Of Faubus», el tercer clásico del disco, absolutamente inolvidable…y  la sensual «Pussy Cat Dues», prácticamente un blues con un solo de trombón que pone los pelos de punta (Jimmy Knepper) seguido por la única aparición de clarinete del disco (John Handy) y luego por Mingus, genial.