Booker Little | Out Front (1961)

Booker LittleO lo que es lo mismo, “Booker Little and his Quintet featuring Max Roach†, detalle necesario y justo, reconocimiento puntual y sentido a uno de los mejores baterí­as del jazz; además, también figura en el grupito el gran Ron Carter, que luego se incorporarí­a al más famoso pero no por eso mejor “segundo quinteto Miles†; en los cortes donde no aparece Ron, lo hace Art Davis. Al piano, un discreto pero efectivo Don Friedman. Y los vientos, de otro planeta, Julian Priester al trombón equilibra los derroches virtuosos de las dos bestias principales: Booker Little (trompeta) y Eric Dolphy (saxos alto y bajo, y flauta), dos vendavales de juventud exaltada (23 Booker, 33 Eric) que sin embargo se intuyen veteranos quizás porque la muerte los esperaba a la vuelta de la esquina: a Booker ése mismo año por un “ataque de uremia† y a Dolphy tres años más tarde por una cetoacidosis diabética, dos complicaciones médicas hoy probablemente solucionables, entonces fatales, definitivas.

«Éste es el mejorrr disco de trrrompeta, y uno de los 3 mejorrres de jazz, jamás gggabado.» Ésas fueron las palabras textuales, en la feria del disco, que me soltó un alemán, chapurreando el castellano, desde sus dos metros de altura y tras 3 cajas de frutas repletas de vinilos de jazz, envuelto en una nauseabunda tufa por la evidente falta de higiene y los no tan evidentes efectos etí­licos de la noche anterior. «Yo es que soy trrrompetista, sabe?» Me llevé el vinilo, no sin regatearle algunos eurillos y así­ fue como adquirí­ ésta maravilla. Razón tení­a el gachón, además de advertirme la recomendación de no escucharlo a menudo: «muy denso, lleno de matises, puede saturrarr», concluí­a introduciendo los frutos (mermados) de la transacción en una caja de latón oxidada.

Eric DolphyBueno, ¿y el disco? Pues no me veo capaz de añadir nada más, completo y denso, sí­, espectacular, con una mezcla de hard-bop y cool a ratos, con notas (Dolphy is here) del vanguardismo que vendrí­a después y algunas partes realmente tremendas, por lo oscuro (el medio tiempo de “Moods in free time† es sobrecogedor, “Man of words† podrí­a ser una marcha fúnebre…), el dejarse llevar en inacabables terminaciones (algo así­ como los Allman en los conciertos del Fillmore…), enganchando un solo detrás de otro: Booker-Julian-Eric-sección rí­tmica y vuelta a empezar para concluir el tema (sirva de ejemplo “Quiet please†).

Una joya para disfrutar… eternamente? Juzguen.

Dark Magus part II | Live at Plugged Nickel (1965)

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Y que conste que no pensaba «sacar a la palestra» a Miles Davis como protagonista. No es que no me guste (él me metió en el jazz) o no lo tenga en consideración (reverencias), es que los fenómenos de masas me repelen de forma natural, así­ sin más. Prácticamente cualquiera te lo cita al hablar de jazz (sin saber), incluso los más sagaces conocen alguno de sus LP por las portadas o los nombres («ése hizo el kain of blu, no?»): todo el mundo sabe (ha oí­do, supone) que era muy bueno. Y sí­, lo era. No voy a ser yo quien diga lo contrario, mis más de 30 CD suyos podrí­an abrirme la yugular… así­ que me propongo hacer un recorrido por su obra en varias entregas, como vayan viniendo, improvisando, apareciendo en primer lugar la época del segundo quinteto (enero’65-junio’68), con Wayne Shorter (saxo), Herbie Hancock (piano), Ron Carter (bajo) y Tony Williams (baterí­a), éste con sólo 19 añitos- apodado «the kid» (véase foto).

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Uno de los mejores quintetos de la historia, que le dieron una vuelta de tuerca al jazz en apenas tres años, 6 LP de estudio y varios discos en directo (incontinencia creativa?). No entraré en detalle del trabajo de estudio, sólo nombraré las criaturas: E.S.P., Miles Smiles, Sorcerer, Nefertiti, Miles in the sky y Filles the Klimanjaro (3 de los 5 temas; el resto en la 3ª parte de Dark Magus…), abrumadora secuencia de obras maestras.

Pero me quedo con el material en directo, obviamente, y con éste datado en diciembre de 1965,en Chicago, en sólo dos noches (22 y 23), recogido cuidadosa y exhaustiva (exagerada?)mente en una caja de 8 CD, a lo bestia, como debe ser. De similar factura también resaltarí­a el concierto de 1964, editado en los LP My funny Valentine y Four & More; aunque el quinteto varí­a ligeramente (George Coleman en lugar de Wayne Shorter), la dinámica y la calidad están casi a la altura de éste, y eso que considero a Shorter uno de los mejores del saxo…

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En las noches del «Plugged Nickel» todo parecí­a propicio para el jazz, el grupo está entonado en todo momento, el público apenas interrumpe (algún ruido de copas sí­ hay, para qué nos vamos a engañar, je je), y los temas, da igual cuál, se suceden, a media de 12-14 minutos, en una continua corriente de solos espectaculares, intimistas, inspirados y perfectamente engranados. No eran 5 solistas en un grupo, sino un grupo de solistas (fundamental). Uno puede dedicar una escucha exclusivamente a la sección rí­tmica (anonadado), otra a los duetos trompeta-saxo (un solo detrás de otro) y siempre se descubre algo nuevo, notas que no existí­an…

Y como harí­a un presentador, yo me retiro dejando paso a los artistas; tan sólo dos consejos: pulsar el «play» y dejarse llevar, el viaje es impredecible, irrepetible e irresistible. Incompatibilidad: falta de tiempo. Recomendaciones (obvias) de posologí­a: no oí­r de un tirón (433 minutillos); espaciar las tomas, a ser posible tras las comidas, y tumbad@.

PD: quien quiera ahondar en este quinteto, muy recomendable otra cajita, The Complete Columbia Studio Sessions 1965-68 (6 CD); su nombre lo dice todo, sin comentarios.

PD 2: como se suele decir, «beg, borrow or steal» (… o «bájese», añado).

Dave Holland Quintet | Extended Play-Live at Birdland (2002)

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Siempre me ha cautivado y suscitado mucho la atención la figura del bajista, tanto en el rock como en el jazz, aunque es en éste último donde más lo valoro. Ya apareció por aquí­ la figura irreverente de Mr. Mingus, uno de los más grandes (literalmente). Aquí­ tenemos a otro gigante (literalmente bis) del bajo y del jazz, no sólo intérprete sino también genial compositor y lí­der de múltiples formaciones legendarias.

Curiosamente su salto a la fama fue en una banda plagada de consagrados: aquella irrepetible que cambió los esquemas en ésto del jazz, la de Miles Davis en el bienio glorioso 1968-69… aunque realmente fue en el semestre sept’68-feb’69 donde se fraguó el milagro (y vio la luz parcialmente en los discos «Filles de Kilimanjaro» y «In a silent way»…), constatándose la calidad de todos esos músicos (de hecho, los considero dos discos «indispensables»).

La siguiente etapa de Holland fue su época más fructí­fera y reconocida, aunque yo no la comparto, conquistado por la vanguardia setentera: discos como «Conference of the birds» están considerados como de los mejores de la historia del jazz… que me lo expliquen.

Y paulatinamente llegamos al siglo XXI encontrando a un Dave Holland frisando los 60, pero lleno de ideas y rodeado nuevamente de una buena banda. Y decide grabar uno de sus repertorios y editarlo en disco. Y se decide por el aclamado «Birdland» (escenario de conciertos legendarios como aquél de Art Blakey en el ’54 o el de John Coltrane en el ’63). Y lo que allí­ derrocharon lo podemos disfrutar en formato doble-CD, más de dos horas y cuarto de inspirada música…

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Sencillamente espectacular: un equilibrio perfecto entre la composición y la improvisación, tocando/disfrutando una jam detrás de otra, con una media por tema superior a los 15 minutos (inútil destacar uno, aunque sobresalen Jugglers parade, Prime directive y Bedouin trail), con momentos para cada uno del grupo, siempre controlados/guiados/apadrinados por la gigantesca figura de Dave Holland: Robin Eubanks al trombón, Chris Potter (saxos), Billy Kilson (baterí­a) y Steve Nelson (vibráfono, marimba) nos dejan un concierto para la historia. Posiblemente lleve más de una, dos o tres escuchas para su asimilación/valoración, quizás no sea conveniente escucharlo «de seguido», pero en cuanto te coge no te suelta.

PD: el disco que han sacado en 2006, «Critical Mass«, también muy recomendado aunque algo más flojo (inexcusablemente, obviamente…), lo hemos podido disfrutar en el Festival de Jazz de Granada… y de qué manera.

Don Ellis | At Fillmore (1970)

don-ellis-fillmore.jpgBueno, aquí­ el Talibán comentó un directo del legendario Fillmore, y me permito sacar a la palestra uno quizás más pasado de rosca que el de los Allman, a cargo de otra «big band», a manos del locuelo Don Ellis. Sí­, de acuerdo, no es un disco de jazz y punto (en otras palabras, no apto para puristas…); es un disco de jazz y mucho más. Es de ésas rarezas para las que hay que tener un estado especial: darle al play, sentarte enfrente de los dos altavoces (bueno, hoy hay gente que incluso tiene sistemas 5.1…ellos sabrán) y estar dispuesto a lo que venga. En serio, no defrauda; es más, engancha y pide escuchas repetidas, siempre hay detalles que se escapan.

Estilo claramente indeterminado, para empezar: hay de todo; quizás podrí­a emparentarse con, no sé, el Roxy & elsewhere y los directos de ésa época «Zappa & Mothers», pero más cercano al jazz, en ocasiones más alocado (yo creo que el amigo Frank Zappa se habí­a empapado de éste LP durante ésos años de «su transición»: Waka/Jawaka-Grand Wazoo…) e imprivisado.

Sobre la «banda», qué decir: una orquesta cercana (yo creo que sobrepasaba) a los 20 instrumentos (allá quedó el gran Duke…), con la trompeta de Ellis como hilo conductor, dos saxos tenores, dos saxos altos, trombón, guitarra (zí­), baterí­a + dos percusionistas…y aunque parezca mentira, a veces se ponen de acuerdo en sonar bien, y entonces llegan a donde pocos han llegado, clí­max de difí­cil superación en tamas como Final analysis (tiene huevos el tema, con su nombre y contenido, para abrir el disco) o Rock oddissey…Incluso se permite imitar/parodiar, todo está permitido, a los por entonces enlutados y endiosados Beatles, con una versión del Hey Jude bastante «desconcertante». Y el segundo disco (no lo he dicho? pues sí­, es doble), tras ése inicio se deja llevar hasta terminar con los 11 minutos pasados del temazo Pussy wiggle stomp, una auténtica sinfoní­a de descontrol ordenado.

En fin, algo distinto a lo trillado, algo nuevo que descubrir, un disco de fuerza inapelable, un tributo a la improvisación y un monumento a los directos. Lo dije y lo repito, absténganse puristas: ésto no es un jodido buen disco de jazz y nada más, es un muy buen jodido disco de jazz…con algo de rock, más de fusión, y mucho «soul» (y el que quiera entender que entienda)

Hasta la próxima, espero que con un pianista como protagonista; veremos…

Oliver Nelson | The Blues And The Abstract Truth (1961)

Oliver Nelson Definido por ahí­ como la segunda parte de la trilogí­a «Kind of Blue», ésta pequeña maravilla tiene difí­cil cabida en clasificación alguna: picotea, utiliza y hace suyos elementos de varias escuelas. Lo difí­cil era reunir (y ensamblar) a éste elenco de genios, que cada uno diera lo mejor de sí­ sin provocar un terremoto y el resultado fuese algo, no sólo coherente, sino inolvidable. Y ésta labor «conectiva» estuvo a cargo de Oliver Nelson (saxo alto & tenor), autor de los temas ejecutados; posiblemente el «menos figura» de todos, el menos genio; probablemente ésa fue la clave, y no otra, del milagro. Por partes, más o menos, el resto de protagonistas:

    —Una sección rí­tmica perfeccionista: el dueto que dos años antes habí­a participado en el glorioso Kind of Blue, Paul Chambers (bajo) y Bill Evans (piano); éste último asombrarí­a al mundo pocos meses después con su concierto-trí­o en el Village Vanguard…aunque creo, es mi opinión, que su labor en éstos dos discos (los primeros de «la trilogí­a»), es más interesante; es más, lo diré: el Kind of Blue no serí­a lo que es sin él y su forma de percibir el cool
    —Acompañamiento al saxo (barí­tono) a cargo de un «desconocido» George Barrow.
    —La presencia definitiva, exquisita, de dos personajes peculiares: la trompeta de Freddie Hubbard siempre tendrá un sitio privilegiado para mi; no diré que es el mejor en su instrumento porque por ahí­ está Mr.Davis (y Clifford Brown y Lee Morgan….) pero sí­ está en el pódium. Y por último, la belleza estilí­stica de Eric Dolphy (saxo alto y sobre todo flauta), otro músico que merecerí­a un post aparte, ya veremos…

¿Y el contenido del disco? Pues Stolen Moments deberí­a escucharse tres veces seguidas y luego continuar con el resto; un tema sencillamente perfecto, si hay que poner un ejemplo de grupo «tocando sabiendo lo que se hace», es éste. Todos memorables, cuajados como dirí­a aquél. Casi 9 minutos de gloria. Y el resto del disco mantiene un nivel altí­simo: Hoe-Down, Cascades, Yearnin‘, Butch and Butch y Teenie’s Blues no hacen sino cimentar la calidad de la obra.

Todo en poco más de 36 minutos. Todo grabado en un sólo dí­a (23/02). En el estudio de Ruddy van Gelder, NY.

Una joya.

PD: ¿alguien sabe cuál puede ser la III parte de ésta trilogí­a particular? Opinen, opinen.