Captain Beyond | Captain Beyond (1972)

captain-beyond.jpgHagamos un punto de inflexión. Momentos de indecisión. Instantes dubitativos. Hemos llegado a un cruce de caminos. Hay que elegir. Sé que nos podemos equivocar; de hecho, ésta certeza es lo que me anima a decidirme, cojo el camino de la izquierda, a ver adónde lleva, qué nos depara… musicalmente es la senda de los discos «olvidados», los derroteros de grandes discos que, por un motivo u otro, no tienen la «dudosa» recompensa del reconocimiento masivo, adolecen del calificativo de «clásicos que hay que escuchar» y han quedado como auténticas sorpresas por descubrir, cubriéndose de una especie de polvo de camuflaje que los hace pasar desapercibidos… hasta que uno da con ellos.

Hasta hace relativamente poco tiempo el acceso a este tipo de trabajos era realmente difí­cil, quitando honrosas excepciones de ciertas «tiendas dedicadas» en las que un apiadado ***** te lo podí­a pedir de encargo, aunque algunas veces te encontrabas con algo desconocido en tus manos y con una sonrisa de complicidad te decí­an «llévatelo, te va a gustar», y de ahí­ a tu colección de incunables.

Pues este disco ha seguido una trayectoria similar, aunque con el agravante de un rechazo «tras haber oí­do los dos primeros temas» unos cuantos años antes. Lo habí­a desterrado de la lista de «deseados», de «perseguidos», incluso de la de «interesantes»: no gracias. Pero esta vez me insistieron un punto más allá de mi terquedad, acepté, me llevé el trocito de plástico con portada cursi, animado porque al menos lo editaba Capricorn, de reminiscencias placenteras, y el resto es historia.

Indagando en el grupo descubrimos que está formado por «ex» de bandas como Deep Purple (el cantante de los primeros Purple, Rod Evans, antes del torbellino Gillan y del locuelo Coverdale, claro está), Iron Butterfly (el guitarrista Larry «Rhino» Reinhart y el bajista Lee Dorman) e incluso del grupo de Johnny Winter (el baterí­a Bobby Caldwell). Con estos discretos ingredientes nos encontramos un disco curioso, furioso pero lleno de matices: las raí­ces «hard» no se pueden evitar, riffs aplastantes martillean desde el inicio, eso sí­, pero hay algo más: las raí­ces del «blues» se mascan, la sección rí­tmica se sale de esos cánones y parece más bien salida de un grupo de «jazz», entre los temas estándar nos meten interludios instrumentales que, junto con el hecho de que todas las pistas no tienen solución de continuidad, le dan un toquecillo «progresivo» encantador. En un suspiro se acaba el disco, sólo 35 minutos, y sin embargo se apodera de ti la sensación de que has escuchado mucha música, «demasiada» música en poco tiempo, y la sensación irrefrenable de volver a darle al play se apodera de tus manos: ya has caí­do, disfruta…

Un año después lo intentaron de nuevo, con un disco de aires más acústicos, en ocasiones latinos «a lo Carlos Santana» aunque sin llegar a esas cotas. Sufficiently Breathless (1973) es un gran disco, con muy buenos momentos, aunque un resultado global inferior, prefiero recordar a este grupo por su disco de debut, y punto.

El disco tonto: Animals (1977) | Pink Floyd

Escrito Originalmente por Verborreaock

portada animals pink floydOs voy a comentar algo que me pasa con PinkFloyd, en este caso el disco tonto Animals: Primero es majestuoso como el alegato al dí­a de un animal (persona). Empieza con una guitarra de bienvenida al dí­a, o al menos a mi me lo parece, después entra en la profundidad de los sentimientos diarios —ya sea trabajo, relaciones: lo cotidiano— con una guitarra hiriente, impresionante, unos altibajos musicales pero a la vez tranquilos; sensaciones de ecos lejanos pero a la vez muy cercanos. Para mi, se apodera una tranquilidad nerviosa con el perfecto rasgueo de la guitarra. Y después de un dí­a atareado el final te baja y te reclina con una música semiacústica… y a soñar.

Y de regalo un ví­deo de hora y media de un concierto de Pink Floyd.

Este artí­culo contiene un ví­deo.

 

Malandanzas y Sinsabores de Gallipavo Domí­nguez II

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Del otro que me diera el ser, pero no el saber estar, mi padre, aunque bueno de por sí­, tení­a un pronto un poco avinagrado. Si por mor de mis capturas zoológicas o de las técnicas no muy depuradas de mi madre, como fuera que en llegando la hora de la comida y al presentar mi abuela la olla de fideos con agua caliente y ajos, que hací­a las veces de alimento, encontrara mi padre dentro algún rabillo de lagartija o algún menesteroso manojillo de pelos, consideraba éste hecho bastante para apollinar inmediatamente su cólera y, atizándole un viaje de bastón, o bastonazo, a la olla, hací­a que los fideos saltaran por los aires, y con tanta fuerza le daba y tan así­ era que se quedaban pegados al techo, colgando, de modo que los chiquillos, con la boca muy abierta, nos arracimábamos bajo aquellos frutos imprevistos de la escayola y la techumbre, por ver si alguno caí­a dentro de nuestras bocas de pajarillo.

Producto de éstos experimentos nutricionistas fueron nuestros cuerpos famélicos, magullados por la bestia del hambre, condenados al asedio de los bocadillos ajenos a la hora del recreo al grito hostigador de «dame un cao o te meto un palo» y al asalto nocturno de las pocas cajas de galletas que en la casa entraban. Más hondo, en el cuarto oscuro de nuestras psiques, donde se alojan las bestias pantanosas de las intenciones y los propósitos, y no teniendo autoridad alguna superior que nos guiase hacia el respeto de la propiedad privada o los bienes ajenos, quedó bien plantada nuestra divisa vital: todo vale… habiendo nesecidá.

De necios es, entiendo yo, pretender que la suerte pueda venir enfrascada o contenida en objetos o talismanes. Muévenme hoy a la risa los que adquieren la Cruz de Tomelloso, el Pago Santo de Caléndulas, la mano incorrupta del mago Crowley (en preciosa reproducción de circonitas engarzadas) y otras mojigangas propias de poyapanas crédulos, en la creencia de que su posesión, su frotamiento lascivo, o sus crucetas sobre el pecho y la cabeza, hagan huir a la jaurí­a de espí­ritus que les acechan, zancadillean, mortifican, cargan de cadenas, y en suma, impiden que la vida les sonrí­a, y que en vez de el jamón de sincojota que quisieran para sí­ y los suyos, les condena y obliga al papel de jamón de York que sacan por la puerta del supermercado, de peso cuarto y mitad.

Rí­anse conmigo ahora los adelantados de la Civilización, los que por ser fuente de mucha autoridad, conocen que no hay más fortuna que el trabajo propio, siendo aplicados, celosos y dedicados en el atesoramiento y custodia de sus frutos, y cuyo entendimiento colige perfectamente que encomendarse a colgantes, raí­ces, gárgolas o penitentes de tamaño gnómico es simple consuelo y acomodo para gente morigerada o, a lo más, patán.

La edad de nueve años a mí­ me alcanzó a los nueve años. Y digo esto porque en los dí­as presentes la mayorí­a de los niños de éste tiempo suelen ser unos gazmoños de primera categorí­a, que no alcanzan una edad mental de tres, siempre protegidos por sus mojigatos progenitores, memos que se pasan el dí­a suspirando por las máquinas orientales designadas bajo los nombres de “plei†, “pleidós†, “pleitrés† y así­ sucesivamente.

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Redireccionar Permalinks en Wordpess

Como ya comenté, hace poco cambiamos la estructura de los permalinks —o enlaces permanentes— de bruto:

  • Antes: /archivos/año/autor/tí­tulo-del-post
  • Ahora: /año/tí­tulo-del-post

Me quedaba sólo resolver un problema y es que las visitas desde buscadores continuaban llegando a las páginas con la dirección antigua, por lo que acababan leyendo un bonito letrero de «No encontrado» y se quedaban sin leer lo que vení­an buscando.

La solución es redirigir a los visitantes a la página correcta. Es decir, que «escribiendo» la dirección antigua se llegase a la página que se querí­a visitar aún sin conocer la dirección nueva. Eso ha sido posible gracias a dos estupendos plugins para WordPress:

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