Encuentro (Otoño)

Reflejo en la ventana

Te vigilo desde el insomnio, veo tus piernas entrelazadas destejiendo el mundo, surcando la noche como un velero pintado en un mar distante, mirando sin verme, sin rencor, todo lo que hice demasiado tarde. Has cerrado los caminos abiertos dejando en tus huellas perlas de luz. Asomada a la terraza la ciudad se desnuda despacio, deja a tus pies su ignorante prisa y permite que le acaricies el lomo brillante de su otoño recién estrenado. Rí­os de luces que te invitan a salir de aquí­ en busca de delicias turcas, a abandonar tiempos que ahora se antojan cobardes y efí­meros. Abres los brazos para encontrarme entre tanta noche, y yo te observo desde el otro lado de la ciudad moverte como en un baile solitario dejando en el aire la estela de un cometa difí­cil de abatir. No dejes de perseguir el instante preciso en que todo cambió y dejé, poco a poco, de pedir disculpas por casi cada cosa. Ahora parece que todo es más fácil, pero en realidad lo que es más fácil es entenderme. El cansancio no derrota. El hastí­o muestra una diferencia, que se cura con una siesta o un beso a bocajarro. Mutilar la indiferencia es más sencillo si sabes cómo hacerlo, si conoces las cuevas que esconden las risas de tu piel y el lunar escondido que siempre busco detrás de tu oreja.

Un velo de tormenta acecha desde lejos con su vigor palpitante, esperando la brecha para arrojar su parte del diluvio, pero ya no hay temor a que por fin desaparezcamos. Ya no disparamos a la lluvia. Inútil herrero de fragua mojada, armas de madera para los corazones metalizados, fuselaje frustrado que da lustre a los aviones que huyen continuamente del suelo. La luz preside lugares que la noche ya sabe que se esconden. La catedral es de ceniza bajo el cielo de plomo. Miras como jugando con el tiempo y ya sé que sabes que todo hasta ahora está siendo bueno. Y de pronto me dices temblando que el mundo aún así­ es generoso y te gusta ver la vida en las manos de un niño y te alegra que crezca de cada yema su fruto encendido. Temes
por lo que aún no necesita redenciones y está por crecer en la extensión celeste que se abre ante su potencia ilimitada. De lo más a lo menos, de lo eterno a lo perecedero, del sueño a la realidad provisional. El camino de la ausencia realizado al revés. La visión de lo único. Tacto. Una brizna de amor por cien hojas de ciencia. Te espero desde que esperas que valga la pena amar. Ahora que el frí­o comienza a enseñarme lo que te echo de menos, ahora se que cuando la luz ciega mis ojos, me encuentro con tus labios. Creer es avanzar entre tinieblas para acabar tropezándote.

Te vigilaba, veí­a tus piernas entrelazadas destejiendo el mundo, mirando sin verme, habí­as cerrado los caminos abiertos con huellas de luz.

Dr J. Septiembre 2010.