El Libro del Desasosiego

Fernando Pessoa

En estos dí­as mi corazón se cubre de nubes. El sol cae oblicuo y más despacio que de costumbre, como si no quisiera verme. En estos dí­as las calles cotidianas gritan el nombre de sus fantasmas y los pasos se hacen más lentos por el frí­o. Lentos como las pensamientos, como las fases de la luna, como el dolor. En estos dí­as las calles son heridas de luz. Porque quien tiene amor lo desperdicia, y quien no lo tiene lo añora. Y es en el devenir donde el corazón se libera y escapa como un pájaro de tus manos. Pero el desasosiego vuelve, te acecha, se agarra a tu cuello para hacerte difí­cil respirar. Así­ es el dolor del hombre. Y así­ es el libro del que quiero hablar. El libro del desasosiego de Bernardo Soares, escrito por el gran Pessoa, o más bien por todos ellos. Libro incompleto desde su concepción, de intervalos, de residuos, de discursos desamparados, de la agoní­a de estos tiempos. Aquí­ están todos los Pessoas y más. La tragedia del dí­a a dí­a se confunde con las cañerí­as de los cafés y los motores de una ciudad industrializada que añora sus raí­ces, donde no hay sitio para los taciturnos escritores, para los que buscan algo más, para los que vuelven del dulce abismo. A ellos, y a todos los que sufren la dictadura de sus sentimientos, está dedicado éste libro imprescindible.

Nubes… ¡Qué desasosiego si siento, qué desconsuelo si pienso, qué inutilidad si quiero!… Nubes… son como yo, un pasar desfigurado entre el cielo y la tierra, al sabor de un impulso invisible, lejos del ruido de la tierra y sin tener el silencio del cielo.»

«Libro del Desasosiego», Fernando Pessoa

Esta es la última concesión a la melancolí­a. Se acerca la hora de la Filosofí­a del Marqués. Siempre vuestro, Dr. J.

The Mothers of Invention | Freak Out! (1966)

Freak Ou!O lo que es lo mismo, Frank Zappa, el trovador lunático más trastornado del rock, el heredero inevitable del exceso californiano, inspirador, años después, de iluminados psicodélicos (Syd Barrett, Paul Kantner…)

Disco perfecto para acompañarnos éstas navidades, llenando los ambientes familiares, villancicos para la ocasión (los chillidos de Kim Fowley en «Help, I’m a Rock» son muy propicios), el regalo perfecto para aquellos que aseguran «a mí­ megusta mucho la música…»

Teniendo un amplio abanico entre todo el repertorio de FZ, he elegido éste porque, sencillamente fue el primero, para él y para mi, el inicio de nuestra estrecha relación, y duradera, y fiel. Posiblemente escuche más «ABSOLUTELY FREE», «HOT RATS» o «APOSTROPHE'» o incluso «OVER-NITE SENSATION», «ROXY & ELSEWHERE» y «SHEIK YERBOUTI» (y hasta puede que sean mejores, en valoraciones a su descomunal obra, no me meto, para éso están los pretenciosos llamados músicos), qué decir de «THE GRAND WAZOO», en fin,
y los que quedan por nombrar.

Inabarcable, increí­ble, excesivo y cí­nico, Mr. Zappa y sus madres de la invención (en éste disco Ray Collins, Jim Black, Roy Estrada y Elliott Ingber; cambiarán frecuentemente…) nos llevan por un viaje inolvidable (por cierto, la 2ª parte- el 2º vinilo- no apto para puristas). Que aproveche.

En un estilo del estilo, muy recomendable «SAFE AS MILK» de Captain Beefheart & His Magic Band (lo siento por los amantes del «Trout mask Replica»- escrotolito, Chaman…)

Y lo dicho, felices fiestas o lo que sea…

Atila

atila

Atila. Rey de los hunos. El azote de Dios:

[…] murió ví­ctima de una hemorragia nasal, murió ahogado en su propia sangre. En ese año 453, cuando Atila contaba 58 años, fue enterrado en tres ataúdes; uno de hierro, otro de plata y otro de oro. El cuerpo de Atila, enfundado en esos tres ataúdes, fue depositado en un lugar secreto. Y al igual que hiciera Gengis Kan algunos siglos más tarde, más de 1000 jinetes cabalgaron sobre la tumba de Atila, de la que nunca más se supo. Hasta hoy no se ha encontrado la tumba de Atila.

20 años después caí­a, se desmoronaba, el imperio romano de occidente. Uno de los arietes que contribuyó a ese desmoronamiento fue sin duda Atila, que tuvo libertad de acción durante 13 años gracias al fallecimiento casual, o no, de su hermano Bleda. Su enemigo í­ntimo, Bleda.

A veces la historia es así­ de caprichosa, llega un oso (que mató a Bleda) y eso provoca que te conviertas en emperador de un gran pueblo.»

Juan Antonio Cebrián en los Pasajes de la Historia del 23.12.2004 de su magní­fica La Rosa de los Vientos.

Songs of Love and Hate

Love & Hate

Una vez me encerré en mi cuarto con los discos de Leonard Cohen. Tení­a fiebre, y durante un fin de semana interminable, donde apenas dormí­, tomé un poco de sopa de mi madre y por supuesto no me duché para mantener en mi cuerpo los estragos de la fiebre, los escuché con auténtica devoción. En estas circunstancias disfruté de aquellos vinilos, sobretodo del «Songs of Love and Hate», con aquellas magní­ficas imágenes de Juana de Arco en la hoguera convirtiéndose en oro o aquella carta mojada por la distancia y el tiempo sobre aquel famoso impermeable azul. Lloré y desnudé mi alma con aquellas notas persistentes de delirio profano e insomne. Y hoy, he vuelto a escuchar ese disco, con algunos años de más y algunos pasos más sobre esta tierra que nos empeñamos en romper. Hoy he desnudado mi alma de pesar, para llenarla de más tristeza, para no sentirme solo, para ahogar la tristeza del desamor en un vaso de absenta verde náusea. Me he sentido como un niño que bordea el filo resbaladizo de la roca. Del amor al desencanto no hay más que unos instantes. De tener un amor a no tener nada, sólo hay un paso al otro lado de la delgada lí­nea roja… eso e irse a Huelva. L. Cohen se ha portado otra vez como un amigo, me ha dado la mano y se ha ido «no todas las piedras pueden convertirse en diamantes» me ha dicho con una sonrisa lenta y triste. El calor ha vuelto… esta vez si me he duchado.