The Promise Land (22/10/06)

Boss Granada

Existen momentos que parecen hechos para ti, como si todos los condicionantes exteriores estuviesen en un segundo plano, desdibujados o desenfocados, y el acontecimiento parece dedicado a uno mismo. Hay momentos así­, incluso los hay en los que ésta percepción es «comunitaria»: las sensaciones son paralelas y semejantes, aunque cada uno se sienta especialmente «agraciado». Un momento así­ viví­ (vivimos) en la plaza de toros de Granada ése domingo «de fúmbol y coches» en el que Bruce Springsteen apareció por éstos lares. El escenario no era el idóneo (dónde quedaron los grandes estadios), el repertorio musical «previsto» era cuanto menos atí­pico, las comparaciones de conciertos anteriores (con la «E Street Band») se presuponí­an duras, la edad media del protagonista y del foro asustaban… demasiados condicionantes preocupantes. Pero í­bamos con el corazón abierto, con ésa sensación indescriptible de percibir algo grande, vibrante.

Boss Granada 2Y la plaza se quedó chica, primero de forma fí­sica y evidente, luego musicalmente. Aparte de la vergüenza necesaria(?) de pagar 2’5 €/cerveza… Tras llevar una hora esperando sucedió, con 25 minutos de retraso, pero sucedió: 17 músicos poblando un escenario a lo «grand saloon» (reminiscencias permitidas con The Last Waltz…); y uno de ellos era The Boss, portando una guitarra a lo Johnny Cash y sacando punta a las raí­ces de su América natal, con las letras de Seeger y una música atronadora, no esperada y por lo tanto impactante. En todo momento el contacto con el público fue en castellano (+ o -) lo cual se agradece. Y la «contratransferencia» fue perfecta; el ritmo fue en ascenso y, salvo alguna huida de unos fanáticos acérrimos y estrechos de mente, los últimos 60-70 minutos fueron inolvidablemente espectaculares.

No se olvidó de antiguos temas, no. Los envolvió de una forma musicalmente distinta, haciendo difí­cil su reconocimiento (Adam raised a Cain, Bobby Jean…) salvo una sentida The River. Y el momentazo lo dio al dedicar The Promise Land a Andalucí­a: «Mister, I ain’t a boy, no, I’m a man, and I believe in a promise land» …uff. Y lo demás vino rodado.

Boss Granada 3

Mención especial merece «la banda»; 16 músicos sobre las tablas: 4 vientos, banjo, guitarras varias, dos violines contrabajo, teclados y «piano-bar», baterí­a, coros… todos tocando a una, con alguna concesión a los solos (por turno, eso sí­) haciendo real el sueño por muchos vivido.

No sabemos si volverá (y lo prometió), ni siquiera si volverá a sacar otro disco con «su banda»; a mi particularmente me da igual, con éste trozo de tierra prometida (junto con el concierto de La Peineta hace 3 años) me siento confortablemente reconfortado.

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    [Bruce Springteen | Born to Run (1975)]
     

2 Años de bruto

2 Años

Ya llevamos 2 años de bruto y en el último año han pasado muchas cosas: antiguos colaboradores que se «independizan» y nuevos colaboradores que llegan, los «brutí­stas» se nos casan/arrejuntan y la descendencia crece (hay que cuidarla, ¡¡son potenciales lectores!!!), que si ponme una pinta y ponte en avail, hombre ya!!! Que si pon el plugin-quita el plugin, que si le cambiamos el aspecto a la página, que ha salido una nueva versión de WordPress, pues no tengo tiempo de actualizar, más visitas y más sistemas para contabilizarlas. Lo único que ha bajado es la frecuencia con la que publicamos pero nunca la calidad, o eso creo. La gente sigue comentando y hay opiniones nuevas que leer, comentarios que moderar y una cantidad descomunal de spam que borrar.

Muchas gracias de nuevo a los que nos leen y comentan, a nuestro mecenas muza y a Magenta Comunicación por darnos casa en la Red.

El tiempo sigue pasando rápido y bruto sigue creciendo pero nosotros seguimos más brutos que nunca.

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Vuelta de los Trópicos de Capricornio

Hace unas semanas mostré en una sesión clí­nica la experiencia vivida hace varios meses en el trópico boliviano. El parque indí­gena Isiboro Sécure, en la provincia del Beni, la amazoní­a boliviana. Hablé de nuestra expedición sanitaria en la posta de Vinarasirare (donde venimos a sanar). Asistieron médicos un poco desconcertados ante el tí­tulo y el desarrollo de la sesión. No ayudó verme vestido de machetero con mi sol de plumas intentando imitar el baile de los guacamayos al atardecer. Estabas allí­, entre las imágenes y más cerca del recuerdo que de mis dí­as, con la margarita de la isla del sol brillando en la pupila. No me extendí­. La exposición fue pulcra, pero bañada de las sombras de mi subjetividad. Ahora ofrezco a los lectores de este anómalo espacio las reflexiones que escribí­, así­, a pelo, sin anestesia. Hoy no hay tiempo para alargar las horas de la anochecida.

1.- El indí­gena y la enfermedad:

    IndigenaEl indí­gena no tiene concepto de enfermedad crónica. La enfermedad se cura o te mata, pero no conciben que tenga que vivir contigo. Es algo divino, trascendente, ajeno a tu voluntad. Los pacientes compran remedios para la tensión, la artritis, la diabetes… un mes y luego se olvidan. Muchas veces no hay plata, pero ese no es siempre el problema. El indí­gena vive al dí­a, y su concepto de eternidad es distinto. Cuentan los más viejos que hubo un dí­a que duró varios siglos, y varios años transcurrieron en un segundo. Quién sabe lo que pasará mañana.

2.- El indí­gena y el humo:

    La casa del indí­gena tiene su centro en el fuego, alimentado por brasas, encendido dí­a y noche. Así­ calientan el caldero, el chocolike con agua, el arroz, la chicha… Y el humo envuelve la estancia. El humo no se escapa porque no hay ventanas. El humo se condensa y embriaga. Así­ el humo te aclimata y te aleja del exterior. Te encierra en su centro, te atrapa. Cerca corretean los chanchos y las gallinas. Un casco de tutuma hace las veces de vasija. Tirado todo por el suelo, el humo lo limpia todo. Las camas se sitúan junto a la puerta. El humo sale, se renueva, bebe de su fuente para dejar paso a más.

3.- El indí­gena y la ebriedad:

    Como decí­a Michaux, el indí­gena se deja vencer por la bebida. Si decide beber, lo hará durante dí­as. Se encierra en una cantina, solo o con amigos, y se entrega a la ebriedad. No se levanta de la mesa hasta que apenas le quedan fuerzas para caer al suelo, con los brazos en cruz, sobre la tierra mojada de orí­n y chicha. Dejan todas las botellas vací­as y sordas. Se entregan a la ebriedad, se dejan vencer por ella. Es su ví­a mí­stica, su método para conocer los lugares anómalos que quedan detrás de las estrellas.

4.- El perro y el Camba:

    boliviaEl Camba es el indí­gena de la región del Beni. Su modo de adaptación al medio es impresionante. Da igual la lluvia o el calor. Utilizan lo que crece de la tierra para comer, vestirse, refugiarse, sobrevivir de una manera cotidiana y diaria. No se preocupan de nada más, tienen lo suficiente. El concepto de desarrollo es un concepto impuesto. Ellos se comparan a los perros. El perro y el Camba saben llegar a cualquier lugar, saben vivir en cualquier lugar, dicen.

5.- El amanecer, los bares y los gallos:

    Gallos y ranas compiten en el amanecer para despertar al pueblo. Lo hacen porque a esas horas ya cierran los karaokes y los bares trasnochadores. Les gusta la música alta, cualquier ruido. El ruido es un silenciador de las palabras del corazón, de los muelles internos de la insania, de las palabras huérfanas de nuestra mente huérfana. El ruido acompaña. La selva nunca calla y la ciudad nunca escucha. El ruido es un concepto importado que han adoptado con facilidad.

La verdadera patria del hombre no es el orbe puro que subyugó a Platón. Su verdadera patria, a la que siempre retorna luego de sus propios ideales, es esta región intermedia y terrenal del alma, este territorio desgarrado en que vivimos, amamos y sufrimos†.

Ernesto Sábato

Siempre vuestro, Dr J.

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    [Los Trópicos de Capricornio]
     

Don Ellis | At Fillmore (1970)

don-ellis-fillmore.jpgBueno, aquí­ el Talibán comentó un directo del legendario Fillmore, y me permito sacar a la palestra uno quizás más pasado de rosca que el de los Allman, a cargo de otra «big band», a manos del locuelo Don Ellis. Sí­, de acuerdo, no es un disco de jazz y punto (en otras palabras, no apto para puristas…); es un disco de jazz y mucho más. Es de ésas rarezas para las que hay que tener un estado especial: darle al play, sentarte enfrente de los dos altavoces (bueno, hoy hay gente que incluso tiene sistemas 5.1…ellos sabrán) y estar dispuesto a lo que venga. En serio, no defrauda; es más, engancha y pide escuchas repetidas, siempre hay detalles que se escapan.

Estilo claramente indeterminado, para empezar: hay de todo; quizás podrí­a emparentarse con, no sé, el Roxy & elsewhere y los directos de ésa época «Zappa & Mothers», pero más cercano al jazz, en ocasiones más alocado (yo creo que el amigo Frank Zappa se habí­a empapado de éste LP durante ésos años de «su transición»: Waka/Jawaka-Grand Wazoo…) e imprivisado.

Sobre la «banda», qué decir: una orquesta cercana (yo creo que sobrepasaba) a los 20 instrumentos (allá quedó el gran Duke…), con la trompeta de Ellis como hilo conductor, dos saxos tenores, dos saxos altos, trombón, guitarra (zí­), baterí­a + dos percusionistas…y aunque parezca mentira, a veces se ponen de acuerdo en sonar bien, y entonces llegan a donde pocos han llegado, clí­max de difí­cil superación en tamas como Final analysis (tiene huevos el tema, con su nombre y contenido, para abrir el disco) o Rock oddissey…Incluso se permite imitar/parodiar, todo está permitido, a los por entonces enlutados y endiosados Beatles, con una versión del Hey Jude bastante «desconcertante». Y el segundo disco (no lo he dicho? pues sí­, es doble), tras ése inicio se deja llevar hasta terminar con los 11 minutos pasados del temazo Pussy wiggle stomp, una auténtica sinfoní­a de descontrol ordenado.

En fin, algo distinto a lo trillado, algo nuevo que descubrir, un disco de fuerza inapelable, un tributo a la improvisación y un monumento a los directos. Lo dije y lo repito, absténganse puristas: ésto no es un jodido buen disco de jazz y nada más, es un muy buen jodido disco de jazz…con algo de rock, más de fusión, y mucho «soul» (y el que quiera entender que entienda)

Hasta la próxima, espero que con un pianista como protagonista; veremos…