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bruto y sus consecuencias
La Habitación Masturbatoria | Toma Segunda
ES TODO MUY EXTRAÑO
Leo en la prensa que se ha refundado en España un «club de la castidad». Notable. España es un país de débiles sociales, aquí la gente apenas se asocia «seriamente» si no es para irse de botellón o montar un club deportivo, y hete aquí que se crea un club de castos. Ya digo notable. Y en el entretanto el Santo Padre sigue recomendando que los intercambios carnales entre esposos sean sin desorden ni concupiscencia. Todo un refinamiento. Introducir el pene en la vagina sin apetito desordenado, sin ápice de deseo sexual, tal vez musitando una jaculatoria. Prodigiosa Iglesia Católica que cada vez hila más fino. Portentosa teología que, por ejemplo, relaciona el concepto de Ser Infinito y trascendente con la prohibición de usar el preservativo. Señores míos tanta fantasía es difícil de igualar. Esa gente merece figurar en el Guinness.
No me canso de despotricar contra el Santo Padre y contra los defensores de la norma sexual que él representa. «Son una reata de malhechores». Y pongo por ejemplo las declaraciones del elemento éste sobre el SIDA en ífrica y sobre las violaciones de mujeres en conflictos militares. «El único remedio a lo primero es la rigurosa abstinencia sexual» –ahí la dao– en cuanto a las mujeres violadas en conflictos militares, si han quedado embarazadas, Benedicto las «conmina» a asumir como prueba de santificación el fruto de sus verdugos y ahí va el órdago… El aborto es intrínsecamente perverso. Serás c……….. Benedicto.
A la religión católica no le interesa nada la experiencia de la realidad. La religión sólo pide sumisión a sus dogmas. La religión católica es una organización pública que fomenta el «ilusionismo»; únicamente les concierne un cierto orden social. En teoría la religión católica debería ofrecer a sus fieles medios para que éstos pudieran experimentar lo sagrado, es decir, lo real; en la praxis, eso no ocurre jamás. La religión católica ve las experiencias como amenazas a su poder organizado, la religión católica no solo tolera, sino que fomenta la ilusión del egocentrismo.
El Sr. Benedicto está convencido de ser el representante de Dios en la tierra. No es el único, pero si el más influyente. Por su palacete pasan reyes, príncipes, jefes de estado… y todos le llevan la corriente, como si se tratara de una pretensión absolutamente normal. Lo curioso es que en todo su pontificado no ha recibido a un solo mendigo. Claro que los mendigos tampoco le piden audiencia, cosa rara si pensamos que era la clase social favorita de cristo.
La verdad, ¿no os parece todo muy extraño?
Lecturas »
- [Alan Watts «Las dos manos de Dios»]
[Alan Watts «El Gurú tramposo»]
[Alan Watts «La Experiencia Mística»]
Salvador Panniker gracias por mostrar en sendero, hago mías tus palabras.
Geografías
Hay distancias sin tiempo. Desordenadas geografías personales perfiladas en la memoria. Pueblos imprecisos que están presentes ahora. Tus ojos se abandonan para mirar por la ventanilla de un coche caer la lluvia sin importancia sobre la brevedad del campo que queda atrás. Geografías confusas que forman parte de lo que uno fue, por dónde uno pasó. La luz de un día de verano desnudo en el río persiguiendo cabezorros. Charcos de agua furtiva y mutilada por el ansia de seguir su curso entre las rocas del monte donde os perdíais hasta la hora de comer. Guerras de agua en una casa derribada por las escavadoras y el viento. Oxígeno que quema y mata en exceso, pero necesario como la uva para el vino. Bicicletas montadas desde la tarde, creciendo en la osadía de lo inexplorado, provincias a kilómetros de distancia atravesadas a todo correr hasta la puesta del sol, sobre terrones de tierra esférica. La fuente que saciaba la sed, donde veías beber a las niñas que mostraban con elegancia las primicias de su juventud. De qué caño beberás ahora tú. Salpicando con agua las faldas de mujeres que sonríen con picardía. Papiroflexia para crear flores inodoras como virutas de hojas petrificadas. Inútiles aquellos gestos para darle la mano a Caperucita, ignorado como las pipas rancias que no te terminaban de matar. Saltamontes en cajas de galletas con alitas de colores. Hojas caídas sobre el pelo, trémulas en tus manos sucias se reunían las primeras briznas de luna y fuego verde. Los primeros excesos, la risa y el espejo del baño ya se han transformado en sombra. Sombras como la gancha del pobre nando, como los cardos de San Juan, las ranas del nacimiento, las allozas amargas del cerro y el brasero de ascuas candentes bajo la falda de la mesa camilla. La infancia es una región con nubes de cartón.
Ahora, frustrado cosmonauta, miras atrás los pliegues de un mapa amarillento que protege aquella provincia abandonada. Campo y campo, mientras pensabas en volver, mirando por la ventanilla el mundo crujiendo de frío. Hasta la fecha, has contado tantas noches con sus horas insólitas llenas de insomnio, que todavía no has aprendido nada. La ausencia de ciertas órbitas celestiales te embrutece. Cuando has visto la cama vacía, has arrugado el tiempo con las manos, acordándote torpemente de esas perdidas dotes para la papiroflexia. Como un fardo para recoger aceitunas, has extendido este papel para recoger recuerdos pasados. Sé que hay gente que ha muerto buscando la felicidad sin encontrarla. Cuando alguien muere, el resto espera. El bruto deja secar sus plantas y deja en las ramas de los viejos olivos los frutos del amor y la locura para que se lo coman los mirlos. Un animal con un pájaro entre los dientes, es inocente. Pero el tiempo regala a la tierra hijos para redimirse, para terminar lo que ya ha empezado, para renovar las provincias descuidadas. Una fiesta de botellas vacías anuncia que esta noche vendrán del sur los fantasmas del lavadero a aliviar esta fiebre con humos de adormidera. El cazador abandona la provincia para comprar el periódico de la mañana. Un café caliente recuerda al cazador que abandone la búsqueda. La trompeta que sonaba en los días de verbena se marchita en el aire como un león sin colmillos. Como una planta con tallo de hueso, has clavado hoy los pies en el río que se llevó casi todos tus naufragios. Hay días que pertenecen a esa provincia enrarecida del olvido donde termina todo. Pertenecer es amar. Enraizando el rostro en el olvido, hay horas que nunca terminan. Dormitas como un animal enroscado en cuevas que escapan del control de sus caminos. Aún queda algo de honestidad, un par de zapatos nuevos y algo de decencia que siempre es necesario. Hay lugares en los que sus flechas no hieren. Hay cosas que no volverán y mil generaciones que esperan su hora para venir. El dolor es una pálida arista del deseo. Quién quiera que yo sea, es lo que hoy veréis… los pájaros lo saben.
Una provincia.
Una provincia por ti amada es la infancia.
¿Te acuerdas aún?,
aquellas fiestas con guirnaldas de máscaras
en penumbrosos parques,
en marismas con barcos.¿Te acuerdas aún?,
de un tren lento entre luz azul y frontera,
de un libro otoño con cazadores,
de una noche en valle de miedo,
de un volverte a mirar la ciudad,
la ciudad que en tus sueños soñabas.Nadie te puede arrebatar todo esto.
Nada terminó todavía.
De aquella provincia jamás
podrá expulsarte ningún ángel.Juan Manuel Bonet
Siempre vuestro, Dr J.
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- [Imagen: Charco de M. C. Escher]
[Maurits Cornelis Escher | Wikipedia]
Malandanzas y Sinsabores de Gallipavo Domínguez
RELATADOS DE FORMA DESLAVAZADA, INCONEXA Y RUIN
(Reseña numero uno. Nacencia y complexión primeras)
Yo, señores, nací en Osuna, con no poca dificultad, según eran ciertos los gritos que daba mi madre en tan crucial momento, y no gratuitos. No fueron blancas manos las que me prestaran acogimiento por primera vez, sino las recias de mi abuela, quien, siendo de profesión y afición remunerada, partera, y hallándose en la encrucijada de comprobar que no salía yo de las entrañas de mi madre en tiempo y forma, como el resto de los primates que en el orbe son, resolvió en meter y cogerme por la cabeza como pudo y tirar fuertemente, rasgando como a un cochino (con perdón) a la que me estaba dando el ser, hasta que asomé virtuosamente al mundo, primero la cabeza, como es menester en hombre de bien como yo, y luego todo me fue dado, y rápidamente, pues salió el resto de mi desmañado cuerpo como un balín escurridizo, con tan mala fortuna que mi abuela dejó que cayera, con verdadera mala praxis, como un cipotón de cabeza al no muy limpio suelo del dormitorio de mis padres. De ahí y de tan desmedido y furioso topetazo con la vida, vino que en adelante terceros maledicentes y enemigos míos imputaran las razones y causas de algunas de mis acciones, desdenes o simples añagazas a este besico inclemente, como quizás contaré más adelante.
Nací en Osuna, como antes decía, pero no en aquella noble ciudad, cristiana y santa como pocas, sino en Osuna nº 11, un edificio de doce plantas, hermano por el norte de Osuna nº 10, Osuna nº 9, Osuna nº 8 y los restantes, plantaciones hermosas de ladrillos baratos, cuya cornisa era adornada por el apellido de Don Nicolás, promotor de la ciudad, seguido del número de su criatura, progenie con la que crió a la suya propia muy dignamente y que fue pergeño y rudimento de su fortuna particular. De lo que había al sur diré que se trataba de un erial manifiesto salpicado con diversas huertas y fondo de fechorías mías de juventud, que en otra ocasión, narraré, nada parecido al elegante bulevar, acostalado de bares de gordas tapas y terrazas dominicales, que hoy lo ocupa.
Mi madre no era mala, en el sentido estricto del término, pero no estaba bien de la cabeza, ésta es la verdad. A ello no ayudaba precisamente el hecho de que fuéramos hermanos de número seis, ni tampoco que mi padre, de la construcción, pasara las más de las horas en bares de lustroso railite y tercamente ocupado en ver su vaso, ora siempre lleno, ora siempre vacío. El caso es que siendo yo el cuarto empezando por el principio, donde según informes de sabios dicen tiene su cría la semilla de la delincuencia, las atenciones que obtuve de ella fueron escasas, en ocasiones desabridas, y en otras, con apariencia y figura de pescozones. Pescozones también recibía, y a menudo, de los que me precedían, nombrados “hermanos† así en virtud de lo dispuesto por la Ley del Registro Civil, pero lejos su porte y actitud de lo habitualmente conocido por la clase media bajo tal denominación, porque, hermanos, entiendo yo, son aquellos que procediendo del mismo padre, o de la misma madre, o de ambos, comparten bajo el mismo techo alimento, retrete y ropa que, mientras y sucesivamente, va cubriendo los cuerpos y cubriéndose de bolillas, brillos y costras mantecosas, cuando no abiertamente de desgarros y agujeros, da calor y ahuyenta las vergüenzas, de mayor a menor. No fue el caso de mi casa, donde cada uno resultaba ser mostrenco en sus propias miserias, dueño de sus actos y de sus duros, y, en suma, unidad autónoma provista de dos patas y boca en continua búsqueda de sustento.
Importábame poco que entre las reprimendas de mi madre, se encontrara la consistente en que, cuando por causa nimia, alterábamos su condición de levitante crepitar psíquico, sacándola de sus mismos quicios, nos cogiera fuertemente por la boca y, acercando la suya, nos escupiera dentro. Esto, que para muchos, podría resultar abominable, a mí no me causaba pena alguna, pues no era su sabor caliente y meloso dentro de mi boca, lo que me inquietaba, sino, y mucho, sus ojos, pues eran los ojos de un enemigo que medita.
(Continuará)
Stevie Ray Vaughan & Double Trouble | Live at Montreux 1982 & 1985
Estimulado (cómo no) por la entrada del año, avivado por el espíritu redomado del rock, espoleado por ciertos momentos increíbles e inesperados de la pasada nochevieja, me viene a la memoria (y a mis oídos y ojos y manos) la música del amigo Stevie. Y para celebrarlo y dar por inaugurada la sección en éste ’07, aprovecho la ocasión, ahora que los ánimos por estos lares se enervan, para presentar éstos directos que bien hubieran podido ser otros de éste «trágico» guitarrista de blues natural de Austin (tejano, cómo no): «In the beginning», «Live at Carnegie Hall», «Live Alive»; así como sus discos de estudio, todos grandes y absolutamente geniales: «Texas Flood» (grabado en una semana, ole ole ole), «Couldn’t stand the weather» (difícil olvidar ese principio de disco, Scuttle Buttin’…), «Soul to soul», «In step» o incluso ése pedazo de disco póstumo (conjunto de temas no incluidos en los anteriores, realmente no lo entiendo), «The sky is crying», donde yace una de las mejores versiones que se han hecho de Little Wing…
Pero puestos al tema, estos dos directos sólo tienen en común el lugar de grabación, aparte de su re-edición en «doble formato-doble»: 2 CD y 2 DVD, para deleite de seguidores y oportunidad para interesados. En el primero (1982) vemos a un joven SRV (bueno, eso es un decir; tenía la edad a la que murió Hendrix…), antes de sacar su Texas Flood, en su formación clásica de trío (Tommy Shannon al bajo y Chris Layton a las baquetas), con un repertorio que empieza nada más y nada menos que con el «Hide away» de F. King, ensamblado sin respiro con la alocada «Rude Mood», apenas 7 minutos para demostrar lo que puede hacer con las seis cuerdas, para dar paso a material de lo que saldría en su disco, «Pride and Joy», «Texas Flood» (10 minutitos), «Love struck baby» y «Dirty Pool», absolutamente deslumbrante. A destacar el sonido del DVD, como si estuvieras allí…
El segundo repertorio (1985) nos muestra a un SRV «algo pasado» y hortera (véase el DVD), a modo cuarteto (se añade Reese Wynans a los teclados), aparte de la intervención estelar y breve de Johnny Copeland, un grande. En éste concierto hay de todo; otro inicio que tira «patrás» con Scuttle Buttin’ y Say what!, una revisión del «Pride and Joy» (perdonen, prefiero la primera) y una gran «Cold shot», aunque los momentos culminantes son la arrastrada, lenta y sinuosa «Tin Pan Alley- aka Roughest Place in Town» y la versión de «Voodoo Child (Slight Return)». Y es que el amigo SRV hacía grandes versiones del gran Hendrix, no sé si escucho más las originales o las versiones… (sin perdón).
Pues sí, como dije al principio y ahora aclaro, éste directo (el primero) sorprendió mi abotargada y semialcoholizada cabeza en la pasada nochevieja, en cierto (gran) garito de cierto (gran y frío, aunque esa noche sorprendentemente no) pueblo granaíno. La compañía era la mejor posible (una persona, no más, ella) y esa conjunción creó un gran ambiente, uno de ésos momentos inolvidables, para siempre.
A B.