Después de la avalancha disarmónica, discutida (y discutible), polémica y siempre bien avenida, sobre los peores discos de la historia, vuelvo por los fueros a modo de dedicatoria, haciendo honor a la magia de los encuentros espontáneos, ésos días que quedas con amigos sin ninguna pretensión más que pasar el rato terminando por convertirse en «uno de ésos días» que recuerdas para siempre…las grandes expectativas estan avocadas al fracaso; el azar, en la vida y sólo a veces, te regala los mejores momentos…
Algo así debió de ocurrir cuando los artífices de la presente se reunieron para rendir homenaje a Andrew Wood (Mother Love Bone); con el liderazgo virtual de Chris Cornell, Jeff Ament, Matt Cameron y Stone Gossard, aparte de la aparición escondida de un tal E. Vedder (?!), éstos tipos tocaron diez canciones irreemplazables, envueltas en ése halo temporal de los sucesos perecederos: tenía que ser grabado para la posteridad, y ahí les estamos todos agradecidos. Porque canciones como Say Hello 2 Heaven, Call Me a Dog o Four Walled World son de las que te acompañan para siempre; la excesiva Reach Down emociona en sus once minutos (y es el 2º corte del disco!); Hunger Strike te pone los pelos como escarpias, Pushing Forward Back es un clásico; del resto no sobra nada, todo es el conjunto de un gran disco.
Es un perfecto equilibrio entre el rock teatral setentero del homenajeado (Apple de Mother Love Bone es un gran disco) y lo que vendría poco después de la mano de éstos chicos: nada más y nada menos que Badmotorfinger por las partes de Soundgarden, y Ten por lo que respecta a Pearl Jam; unos discos que marcaron el rock al principio de los 90, aunque como probablemente todos los hayan pateado hasta la saciedad, yo prefiero y recomiendo éste prólogo bestial; y ya que me pongo no podría dejar de nombrar otros artífices del resurgimiento rockero de los 90 (tras la bazofia ochentera…) como los Jane’s Addiction, Blind Melon (ya comentados en Bruto), y mis amados Screaming (tanto los Trees como los Cheetah Wheelies)
Y como ésto era una dedicatoria, sólo me queda por decir buen viaje, compañero, saludos a tu costilla y saca petróleo de la isla esmeralda (y que éste sea uno de los discos que te lleves). Ya sabes: dosis recomendada de Guiness 1 L/8 horas
Que aproveche
Tiene cojones que la ‘poco’ recomendable revista Rolinestone me sirva de estímulo para volver a meter las pezuñas por aquí y hablar sobre música; y ya puestos, hablemos de las bandas sonoras de nuestras vidas, de aquellos LP’s que, de una u otra manera, nos han ido acompañando por los derroteros del destino, ésas obras que salvaríamos de la quema, que las seguiremos escuchando de por vida…
La verdad, podría haber sido otro: los dos primeros son cojonudos (suprimo los títulos por obvios, esenciales) y el previo a éste me tuvo colgado más de un año (rhythm & blues sucio por parte de unos californianos!); pero, ya sabéis, los trabajos paridos en la plenitud (y más allá diría yo), una vez que se ha llegado a lo más alto (y a lo más profundo de las miserias humanas), sólo algunos sacan el (in) genio para regalarnos obras de arte sacadas de lo más hondo, de donde no se sabe si se volverá a poner la mente, salvo cubierto de malvas… y aquí tenemos un ejemplo de todo esto.
Grabado insólitamente por tierras europeas (necesidad de huir, entre otras cosas de la ley, de sí mismo…), entre juergas interminables por las calles de París, disociado de sí mismo, Jim Morrison (o lo que quedaba de aquel sex symbol) colgado del micrófono, barbudo, barrigón, nos acojona con su voz gutural llevándonos por un variopinto conjunto de canciones que hacen de este disco algo inolvidable: desde el inicio («The changeling») apreciamos que ha habido una vuelta de tuerca desde el Morrison Hotel, más bluesy y sucio (otros ejemplos más puristas los tenemos en «Been down so long» y «Crawling King Snake»– by John Lee Hooker), aunque aún hay tiempo para la melodía agradable («Love her madly» emociona; en «Hyacinth house» nos susurra que necesita un amigo: ¿alguien le escuchó?) y la relajación musical en «Cars hiss by my window» donde aparece un solo de guitarra en el que al final descubrimos con pavor que se trata de gemidos del amigo Jim… «The Wasp» es una sintonía muy propia para la radio (Texas Radio and The Big Beat sin ir más lejos). «L’America» es una canción cojonuda y olvidada en las recopilaciones, una joyita.
Pero el disco no sería el mismo (ni los Doors si me apuran) sin dos joyas como «L.A. woman» y «Riders on the storm», las habré escuchado miles de veces y continúan emocionando como el primer día, sobre todo «Los Jinetes en la Tormenta», bello apocalipsis anunciando el final (curiosamente «The end» fue el principio de la leyenda, con la ayuda coppoliana de unos inmensos Sheen y Brando, sin olvidarnos del pequeño-gran Hooper, el mayor hijoputa de la historia del Hollywood moderno), pues Morrison la palmó antes de ver la luz el disco (fracaso multiorgánico por excesos; devastación física con desenlace incierto).
Señores y señoras, The Who (lo’hu coloquialmente). Hasta ahora ausente en ésta sección, pero nunca olvidado, un referente, un pelotaso de grupo.
El caso es que se nota el cambio, el disco (sorprendentemente aún «pirata») TIME FADES AWAY (1973) suena a desesperación; aunque existe un buen equilibrio entre temas lentos y cañeros, todos despiden un sabor agridulce que transparentan los ánimos del tipo, que gustaba traslocar las expectativas del público (recordemos que la gira se suponía era del éxito «Harvest» y sus temas campestres) tocando desgarradoras piezas («Last dance» como ejemplo duro, «Journey through the past» en plan lento) en inagotables veladas de catarsis emocional. Aún esperamos la reedición remasterizada (cuando le de la gana al gachón).
Para el año 1974 tenemos un plato fuerte, nada más y nada menos que ON THE BEACH. Curiosamente éste disco llegó tarde (y de forma curiosa en formato pirata con los temas del Harvest tocados en acústico como bonus tracks!!!) a mis manos, y el impacto fue total, brutal; casualmente, por entonces también adquirí el «RIVER» de Terry Reid (1973) y el paralelismo no me dejó indiferente… pero evidentemente tito Neil me volvió a sorprender. Con un ritmo irregular (los acompañantes cambian de canción en canción…) pasamos por una primera parte que continúa su estilo habitual («Revolution blues» apabulla, «See the sky about to rain» impresiona…) para pasar a una cara B oscura, arrastrada (como la de Reid) con tres temas de largo recorrido para dejarse llevar, idealmente en una playa solitaria, crepuscular, apocalíptica. Participaciones estelares: Billy Talbot y Ralph Molina (incondicionales), Levon Helm y Rick Danko (grandes), Graham Nash y David Crosby (?), Ben Keith y Tim Drummond (fieles…). Para la posteridad, la canción que da título al disco: única.
Y llegamos a 1975 (el año), y a TONIGHT’S THE NIGHT, la rudeza hecha música, la desesperación sobre un escenario, sin olvidar los pasajes más melancólicos y bellos de su carrera, disco redondo (nunca mejor dicho: empieza y acaba con el mismo tema, aunque con una vuelta de tuerca más…); no voy a profundizar en los temas: sería eterno, pesado e incomprensible (discos como éste a cada uno le debe inspirar sentimientos propios e intransferibles, eternos). La música, ahora sí, constante a cargo de los CRAZY HORSE, con un Nils Lofgren queriendo olvidar (o recordar?) a Whitten (que sale en un tema en directo); y eso se nota.
Otro excelente trabajo (consecutivo!!!), éste ZUMA nos trae a un Neil Young ‘algo’ más tranquilo e incluso feliz (en el primer tema nos canta «Don’t cry no tears»), pero desde luego sigue sin encontrar el rumbo en su vida, y eso se transmite claramente en pasajes como «Danger bird» donde los sonidos que saca de la guitarra denotan dolor, o en «Pardon my heart». Nos saca con temas de dureza inusitada («Barstool blues», «Stupid girl» y «Drive back») para caer hipnotizados por uno de los grandes temas de su carrera: «Cortez the killer», con reminiscencias históricas incluidas, temazo nada más que con sus 3 minutos largos de introducción instrumental. La baladita con la que acaba el disco, con CSN, está muy bien, pero se podría obviar.