Dave Holland Quintet | Extended Play-Live at Birdland (2002)

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Siempre me ha cautivado y suscitado mucho la atención la figura del bajista, tanto en el rock como en el jazz, aunque es en éste último donde más lo valoro. Ya apareció por aquí­ la figura irreverente de Mr. Mingus, uno de los más grandes (literalmente). Aquí­ tenemos a otro gigante (literalmente bis) del bajo y del jazz, no sólo intérprete sino también genial compositor y lí­der de múltiples formaciones legendarias.

Curiosamente su salto a la fama fue en una banda plagada de consagrados: aquella irrepetible que cambió los esquemas en ésto del jazz, la de Miles Davis en el bienio glorioso 1968-69… aunque realmente fue en el semestre sept’68-feb’69 donde se fraguó el milagro (y vio la luz parcialmente en los discos «Filles de Kilimanjaro» y «In a silent way»…), constatándose la calidad de todos esos músicos (de hecho, los considero dos discos «indispensables»).

La siguiente etapa de Holland fue su época más fructí­fera y reconocida, aunque yo no la comparto, conquistado por la vanguardia setentera: discos como «Conference of the birds» están considerados como de los mejores de la historia del jazz… que me lo expliquen.

Y paulatinamente llegamos al siglo XXI encontrando a un Dave Holland frisando los 60, pero lleno de ideas y rodeado nuevamente de una buena banda. Y decide grabar uno de sus repertorios y editarlo en disco. Y se decide por el aclamado «Birdland» (escenario de conciertos legendarios como aquél de Art Blakey en el ’54 o el de John Coltrane en el ’63). Y lo que allí­ derrocharon lo podemos disfrutar en formato doble-CD, más de dos horas y cuarto de inspirada música…

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Sencillamente espectacular: un equilibrio perfecto entre la composición y la improvisación, tocando/disfrutando una jam detrás de otra, con una media por tema superior a los 15 minutos (inútil destacar uno, aunque sobresalen Jugglers parade, Prime directive y Bedouin trail), con momentos para cada uno del grupo, siempre controlados/guiados/apadrinados por la gigantesca figura de Dave Holland: Robin Eubanks al trombón, Chris Potter (saxos), Billy Kilson (baterí­a) y Steve Nelson (vibráfono, marimba) nos dejan un concierto para la historia. Posiblemente lleve más de una, dos o tres escuchas para su asimilación/valoración, quizás no sea conveniente escucharlo «de seguido», pero en cuanto te coge no te suelta.

PD: el disco que han sacado en 2006, «Critical Mass«, también muy recomendado aunque algo más flojo (inexcusablemente, obviamente…), lo hemos podido disfrutar en el Festival de Jazz de Granada… y de qué manera.

Johnny Cash | At Folsom Prison (1968)

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Una de mis postreras debilidades… acrecentadas inevitablemente éste verano con la visualización de la pelí­cula «En la cuerda floja»; sencillamente fue un estí­mulo importante, casi definitivo, que hizo que deambulara por las calles arrasadas por el sol tarareando alguna de éstas canciones inolvidables.

Parafraseando cierta canción, «la escena era concreta…», situémonos en el momento: un Johnny Cash a la vuelta de casi todo, prácticamente agotado, sin rumbo, adicto al cóctel estimulantes/tranquilizantes; decide repentinamente (realmente serí­a la cantidad de correspondencia que le llegaba de allí­? serí­a una fijación? un anhelo?) dar un concierto en la prisión de Folsom y grabarlo y sacarlo como disco, con el correspondiente recelo de la casa Columbia, teniendo en cuenta las corrientes musicales de la época, a saber: ése año vieron la luz discos como «el blanco» de los Beatles, Electric Ladyland de Hendrix (ufff), Beggar’s banquet de los Stones, el Village Green de los Kinks (jeje) así­ como joyas escondidas de la talla de «The family that play together» de Spirit (uno de los mejores discos de la historia…) o el Mr. Fantasy de Traffic; también salieron grandes discos en directo, como el Super Session (Bloomfield-Kooper-Stills) o el Live at the Apollo de Mr. Brown (aaaaaamen). Y en ése preciso momento llega el amigo Cash para menear la música country por el forro, pasada por la trituradora, y rodeado de presos.

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El repertorio de canciones, en fin, abrumador, aunque creo que es lo de menos, gracias a la interacción que logra con ése público tan particular. Pero desde la inicial Folsom Prison Blues, pasando por la estremecedora Dark as the Dungeon y la irresistible I Still Miss Someone (un minuto y medio en el que se dice casi todo…) para arrasar con la alocada Cocaine Blues la genial 25 minutes to go. Y así­ uno tras otro, los temas se suceden entre comentarios de Cash con los presidiarios: sobre la vida, el amor y la ley, sobre el sentido de hacer las cosas de una determinada manera, dejando a otros la decisión de juzgar lo que está bien o mal.

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Precisamente es éste concierto el punto de partida de la pelí­cula-revisión de la vida y obra de Johnny Cash, En la cuerda floja, muy acertada en sus retratos (un Joaquin Phoenix realmente deslumbrante…)

Poco después de éste directo, vendrí­a su continuación, quizás para desmontar aquéllo de «segundas partes nunca fueron buenas…» (pues sí­), en la histórica prisión de «San Quintí­n», un concierto posiblemente más redondo y pulido, pero menos crudo y desesperado…en fin, que opinen los oyentes.

No soy un seguidor del country, de hecho puedo decir que nunca me ha gustado, salvo Gram Parsons, pero éstos directos tienen su sitio en mi iPod, y suenan a menudo…

Don Ellis | At Fillmore (1970)

don-ellis-fillmore.jpgBueno, aquí­ el Talibán comentó un directo del legendario Fillmore, y me permito sacar a la palestra uno quizás más pasado de rosca que el de los Allman, a cargo de otra «big band», a manos del locuelo Don Ellis. Sí­, de acuerdo, no es un disco de jazz y punto (en otras palabras, no apto para puristas…); es un disco de jazz y mucho más. Es de ésas rarezas para las que hay que tener un estado especial: darle al play, sentarte enfrente de los dos altavoces (bueno, hoy hay gente que incluso tiene sistemas 5.1…ellos sabrán) y estar dispuesto a lo que venga. En serio, no defrauda; es más, engancha y pide escuchas repetidas, siempre hay detalles que se escapan.

Estilo claramente indeterminado, para empezar: hay de todo; quizás podrí­a emparentarse con, no sé, el Roxy & elsewhere y los directos de ésa época «Zappa & Mothers», pero más cercano al jazz, en ocasiones más alocado (yo creo que el amigo Frank Zappa se habí­a empapado de éste LP durante ésos años de «su transición»: Waka/Jawaka-Grand Wazoo…) e imprivisado.

Sobre la «banda», qué decir: una orquesta cercana (yo creo que sobrepasaba) a los 20 instrumentos (allá quedó el gran Duke…), con la trompeta de Ellis como hilo conductor, dos saxos tenores, dos saxos altos, trombón, guitarra (zí­), baterí­a + dos percusionistas…y aunque parezca mentira, a veces se ponen de acuerdo en sonar bien, y entonces llegan a donde pocos han llegado, clí­max de difí­cil superación en tamas como Final analysis (tiene huevos el tema, con su nombre y contenido, para abrir el disco) o Rock oddissey…Incluso se permite imitar/parodiar, todo está permitido, a los por entonces enlutados y endiosados Beatles, con una versión del Hey Jude bastante «desconcertante». Y el segundo disco (no lo he dicho? pues sí­, es doble), tras ése inicio se deja llevar hasta terminar con los 11 minutos pasados del temazo Pussy wiggle stomp, una auténtica sinfoní­a de descontrol ordenado.

En fin, algo distinto a lo trillado, algo nuevo que descubrir, un disco de fuerza inapelable, un tributo a la improvisación y un monumento a los directos. Lo dije y lo repito, absténganse puristas: ésto no es un jodido buen disco de jazz y nada más, es un muy buen jodido disco de jazz…con algo de rock, más de fusión, y mucho «soul» (y el que quiera entender que entienda)

Hasta la próxima, espero que con un pianista como protagonista; veremos…

Little Feat | Waiting for Columbus (1978)

Waiting for ColumbusIba yo dándole vueltas a éste grupo para dedicarle un post desde hace tiempo. Otro de mis queridos sureños, qué le vamos a hacer. Aunque encasillarlo como sureño «solamente» me parece injusto; hay mucho más… Pero qué grupo. Ardua tarea la de elegir un disco entre dos de los mejores discos de los 70: Sailing Shoes (1972) y Dixie Chiken (1973). La ocasión de estar comentando directos me ha dado pie a matar dos pájaros de un tiro y traer al recuerdo éste, precisamente mi bautizo con los Feat, luego vendrí­a la gloria de descubrir el resto…

Muchas veces se ha hablado por aquí­ de ésa particularidad indefinida que hace de algunos grupos algo especial, ése aroma destilado tras muchas horas de rodaje culminando de forma explí­cita, cómo no, en directo. Pues éste grupo tiene, desde luego, ése toque especial que te hace escucharlo y reescucharlo a lo largo de tu vida, ganando y mejorando, como los buenos licores, para las mejores ocasiones…

Como en tantos otros «tesoros del directo», la identificación de temas es lo de menos, siendo el conjunto y el dejarte llevar conforme pasan los minutos lo que realmente engancha, transportándote a ése público donde tu ausencia anónima disfruta de una banda que toca para ti. Evidentemente, si tuviera que quedarme con algo, resaltar una parte, me quedarí­a con los 20 minutos que incluyen Spanish moon-Dixie chicken-Tripe face boogie, aparte de la versión de Willin’, mi tema favorito de los Feat y casi de mi vida (he dicho casi).

Del grupo qué decir, todos sembrados en la cúspide de su trayectoria. Claramente en decadencia creativa plasmada en discos de estudio, las tablas del escenario les hací­an sacar todo lo que tení­an, y aquí­ está el resultado. Se vislumbraba la partida de Lowell George; además, puede considerarse su última gran actuación, si obviamos su LP en solitario un año después…Paul Barrére ya habí­a cogido las riendas del grupo; posiblemente sus desavenencias privadas y musicales, traspasadas a la música (dos guitarras, dos voces) sea uno de los acicates del grupo, y del directo. El resto, contribuyendo a la proeza, destacando al teclista Bill Payne y al baterí­a Richie Hayward. Y aparte, la sección de vientos, en algunos momentos sublime…

Alguna vez se ha escrito que éste es el mejor disco en directo grabado. Por algo será.

PD: ya han editado, cómo no, una edición deluxe recuperando 2 temas «amputados» al pasar los 2 LPs a un Specially-Priced CD, así­ como otros bonus. No sé vosotros, yo ya lo he pedido…

Oliver Nelson | The Blues And The Abstract Truth (1961)

Oliver Nelson Definido por ahí­ como la segunda parte de la trilogí­a «Kind of Blue», ésta pequeña maravilla tiene difí­cil cabida en clasificación alguna: picotea, utiliza y hace suyos elementos de varias escuelas. Lo difí­cil era reunir (y ensamblar) a éste elenco de genios, que cada uno diera lo mejor de sí­ sin provocar un terremoto y el resultado fuese algo, no sólo coherente, sino inolvidable. Y ésta labor «conectiva» estuvo a cargo de Oliver Nelson (saxo alto & tenor), autor de los temas ejecutados; posiblemente el «menos figura» de todos, el menos genio; probablemente ésa fue la clave, y no otra, del milagro. Por partes, más o menos, el resto de protagonistas:

    —Una sección rí­tmica perfeccionista: el dueto que dos años antes habí­a participado en el glorioso Kind of Blue, Paul Chambers (bajo) y Bill Evans (piano); éste último asombrarí­a al mundo pocos meses después con su concierto-trí­o en el Village Vanguard…aunque creo, es mi opinión, que su labor en éstos dos discos (los primeros de «la trilogí­a»), es más interesante; es más, lo diré: el Kind of Blue no serí­a lo que es sin él y su forma de percibir el cool
    —Acompañamiento al saxo (barí­tono) a cargo de un «desconocido» George Barrow.
    —La presencia definitiva, exquisita, de dos personajes peculiares: la trompeta de Freddie Hubbard siempre tendrá un sitio privilegiado para mi; no diré que es el mejor en su instrumento porque por ahí­ está Mr.Davis (y Clifford Brown y Lee Morgan….) pero sí­ está en el pódium. Y por último, la belleza estilí­stica de Eric Dolphy (saxo alto y sobre todo flauta), otro músico que merecerí­a un post aparte, ya veremos…

¿Y el contenido del disco? Pues Stolen Moments deberí­a escucharse tres veces seguidas y luego continuar con el resto; un tema sencillamente perfecto, si hay que poner un ejemplo de grupo «tocando sabiendo lo que se hace», es éste. Todos memorables, cuajados como dirí­a aquél. Casi 9 minutos de gloria. Y el resto del disco mantiene un nivel altí­simo: Hoe-Down, Cascades, Yearnin‘, Butch and Butch y Teenie’s Blues no hacen sino cimentar la calidad de la obra.

Todo en poco más de 36 minutos. Todo grabado en un sólo dí­a (23/02). En el estudio de Ruddy van Gelder, NY.

Una joya.

PD: ¿alguien sabe cuál puede ser la III parte de ésta trilogí­a particular? Opinen, opinen.