Hagamos un punto de inflexión. Momentos de indecisión. Instantes dubitativos. Hemos llegado a un cruce de caminos. Hay que elegir. Sé que nos podemos equivocar; de hecho, ésta certeza es lo que me anima a decidirme, cojo el camino de la izquierda, a ver adónde lleva, qué nos depara… musicalmente es la senda de los discos «olvidados», los derroteros de grandes discos que, por un motivo u otro, no tienen la «dudosa» recompensa del reconocimiento masivo, adolecen del calificativo de «clásicos que hay que escuchar» y han quedado como auténticas sorpresas por descubrir, cubriéndose de una especie de polvo de camuflaje que los hace pasar desapercibidos… hasta que uno da con ellos.
Hasta hace relativamente poco tiempo el acceso a este tipo de trabajos era realmente difícil, quitando honrosas excepciones de ciertas «tiendas dedicadas» en las que un apiadado ***** te lo podía pedir de encargo, aunque algunas veces te encontrabas con algo desconocido en tus manos y con una sonrisa de complicidad te decían «llévatelo, te va a gustar», y de ahí a tu colección de incunables.
Pues este disco ha seguido una trayectoria similar, aunque con el agravante de un rechazo «tras haber oído los dos primeros temas» unos cuantos años antes. Lo había desterrado de la lista de «deseados», de «perseguidos», incluso de la de «interesantes»: no gracias. Pero esta vez me insistieron un punto más allá de mi terquedad, acepté, me llevé el trocito de plástico con portada cursi, animado porque al menos lo editaba Capricorn, de reminiscencias placenteras, y el resto es historia.
Indagando en el grupo descubrimos que está formado por «ex» de bandas como Deep Purple (el cantante de los primeros Purple, Rod Evans, antes del torbellino Gillan y del locuelo Coverdale, claro está), Iron Butterfly (el guitarrista Larry «Rhino» Reinhart y el bajista Lee Dorman) e incluso del grupo de Johnny Winter (el batería Bobby Caldwell). Con estos discretos ingredientes nos encontramos un disco curioso, furioso pero lleno de matices: las raíces «hard» no se pueden evitar, riffs aplastantes martillean desde el inicio, eso sí, pero hay algo más: las raíces del «blues» se mascan, la sección rítmica se sale de esos cánones y parece más bien salida de un grupo de «jazz», entre los temas estándar nos meten interludios instrumentales que, junto con el hecho de que todas las pistas no tienen solución de continuidad, le dan un toquecillo «progresivo» encantador. En un suspiro se acaba el disco, sólo 35 minutos, y sin embargo se apodera de ti la sensación de que has escuchado mucha música, «demasiada» música en poco tiempo, y la sensación irrefrenable de volver a darle al play se apodera de tus manos: ya has caído, disfruta…
Un año después lo intentaron de nuevo, con un disco de aires más acústicos, en ocasiones latinos «a lo Carlos Santana» aunque sin llegar a esas cotas. Sufficiently Breathless (1973) es un gran disco, con muy buenos momentos, aunque un resultado global inferior, prefiero recordar a este grupo por su disco de debut, y punto.