Llevaba un tiempo, más prolongado del requerido, sin aparecer por aquí, dándole vueltas al tarro sobre lo que hablar. Hasta «big J» me ha llamado la atención. Si bien mi costumbre actual es destrozar mis ya deterioradas neuronas con metal, metalprogresivo y ópera (han leído bien, y yo no debo estarlo) en los pocos ratos disponibles al esparcimiento musical, he decidido regresar (otra vez, maldita sea) a los orígenes, al menos a los míos…
Y así, cierta tarde soporífera de agosto de hace ya varios lustros, me topé en cierta tienda de discos con el «5D» (5ª dimensión) de unos tales Byrds. Claro que había escuchado a los Byrds: su versión del Mr Tambourine man, como seguidor acérrimo de tito Dylan, era más que conocida; pero a parte de eso y del tema Turn Turn Turn, poco más… creía que todo iba a ir por ahí, pero algo me hizo llevarme el CD. Y bum. Como pocas veces un disco me ha pasado como un huracán (like a hurricane que diría Young): anonadado, boquiabierto y aturdido me quedé cuando terminó; no tuve otra respuesta que darle al play y confirmar que la impresión no era errónea, fruto del calor. Con el paso del tiempo, tras escuchas reiteradas (y atentas) estas sensaciones se han acrecentado.
Que quede claro, es un disco básicamente pop, pop americano 100% (alguien podría denominarlo «folk psicodélico»), pero bien pensado, ejecutado con perfección y grabado con maestría: ojo con el tema Eight miles high, esto es del 66????
Y luego vino el «Younger than yesterday», aún más elaborado, más compacto, parecen auténticos maestros (y no tienen más de 26 años…). Temas como Renaissance fair, Everybody¨s been burned o Thoughts and words son perfectos ejemplos. En este disco, la fuerza creadora de los dos «líderes» (Roger McGuinn y David Crosby) es tan avasalladora que probablemente fuera el germen de desavenencias que hicieran posteriormente insostenible su convivencia en el mismo grupo: y Crosby se largó con sus melodías agridulces (y enólicas) para juntarse con otro jodido melancólico (Graham Nash) y con otro puto genio (Stephen Stills) y grabar otro momentazo: «Crosby, Stills and Nash» (1969); luego se sumaría un tal Neil Young, que sumaría las virtudes y defectos de todos además de su mala leche canadiense, para dar otra vuelta de tuerca que diría Henry James y grabar otro sumum: «Dejí vú» (1970)…
Mientras tanto, los Byrds no se quedaron atrás (o mejor dicho volvieron más atrás aún) e incorporando a otro grande (compositor, músico y melancólico y genio y bebedor) Gram Parsons, y escribieron lo que para algunos (no yo) es la mejor época de los Byrds…
Yo me sigo quedando con su disco de debut (y sus versiones dylanianas) y los dos que he comentado aquí. Joyas del estilo alcanzaron fama eterna y «sobrevalorada» (o no??): el Pet Sounds o el Forever Changes o el American Beauty por ejemplo. Pues bien, como ya dije aquí que mi respuesta a la eterna pregunta «¿The Beatles o The Stones? The Kinks por supuesto», trasladándonos a tierras americanas, estoy dispuesto a reivindicar a los Byrds como contrapeso a esas bandas abanderadas del «flower power».