Chinatown (1974)

Escrito Originalmente por Bird

Chinatown

Un detective privado de Los íngeles recibe la visita de una mujer que le encarga investigar la infidelidad de su marido. Así­ comienza una de las mejores pelí­culas de cine negro que se han hecho hasta ahora.

Este film fue dirigido en 1974 por Roman Polanski y por el momento supone uno de los mejores trabajos que ha realizado, sin tener mucho que envidiarle a otras pelí­culas como El baile de los vampiros (1967), La semilla del diablo (1968), Lunas de hiel (1992) o El pianista (2002) , pelí­cula por la que ganó la Palma de Oro en Cannes y el Óscar, haciéndoselo conseguir también a Adrien Brody por la gran interpretación de un pianista polaco que consigue salvar su vida tras la ocupación de Varsovia por parte del ejército alemán.

Volviendo a Chinatown, lo más destacable son las magní­ficas interpretaciones del reparto que Polanski eligió para esta pelí­cula, destacando por encima de todos el papel que realiza Jack Nicholson del detective Jake Gittes. Grandes interpretaciones también las realizadas por el genio John Huston (el ‘malo’ de la cinta, Noah Cross) y Faye Dunaway (aquí­ hace de su hija, Evelyn Cross Mulwray), que no es otra sino la mujer que le encarga el caso que posteriormente se complicará. Polanski, como es habitual en algunas de sus pelí­culas, se reserva aquí­ un pequeño papel que será una de las escenas más vistas, o por lo menos más recordadas, en la historia del cine, la del navajazo en la nariz que recibe Jack Nicholson (la imagen de Jack Nicholson con la nariz cortada y cubierta con una venda es un auténtico clásico).

Se nota desde el principio que la historia es mucho más complicada de lo que en un principio nos puede parecer, y también los personajes nos dan la impresión de tener mucho que ocultar. Vamos descubriendo todo lo que sucede mediante el personaje de Nicholson que nos irá llevando poco a poco hasta un final extraordinario que nos deja algo aturdidos por lo atí­pico y poco convencional en el cine negro, pero que encuentra el efecto que iba buscando.

Espero que si no habéis tenido el placer de verla la disfrutéis ahora, porque de verdad merece la pena.

Enlaces relacionados»

    [IMDb | Chinatown]
    [Wikipedia en español | Roman Polanski]
    [epdlp.com | Fragmentos de BSO de pelí­culas de Polanski]
    [Cartel de la pelí­cula]
    [Chinatown 30 años después]

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La Palabra Dolor

En Medicina, Dolor es la impresión penosa experimentada por un órgano y transmitida al cerebro por los nervios sensitivos. Quién experimenta dolor es sin duda porque está vivo. Buscar sentido al dolor es un camino hacia el desapego. Aunque en realidad el único sentido es la falta de sentido, la nada. Pero antes de eso hay que hablar de ti y de mí­. Tú y yo debemos interpelarnos, debemos relacionarnos, crecer juntos, fundirnos, confundirnos, trenzarnos y deshilacharnos, perdernos para encontrarnos, fugarnos de la muerte, arrancarle palabras al silencio, abrir umbrales con una vela, una piedra y un mechón de tu pelo. Tus manos son el santuario de los sacrificios. En las marismas de luz no hay llagas sin corona de espinas. Cambiaremos nuestro alimento por amapolas sin memoria, y así­ la palabra dolor podrá volver al silencio donde nació, y el dolor ya no será una excusa, sino un camino. Hay que ponerle nombre a los órganos del cuerpo, ponerle nombre a los sentidos, ponerle nombre a ti y mí­, para poder desprendernos de todo lo que una vez fue conocido. El dolor es ausencia… es tan lento el dolor. «Estábamos muertos y podí­amos respirar» (Paul Celan).

Para no mentir, Celan escribió la mayor parte de su poesí­a en alemán, la lengua de su madre, asumiendo el dolor de que esta lengua representaba el Holocausto, que habí­a matado de un disparo en la nuca a su madre y habí­a incinerado al sionista de su padre. Tumbas aéreas para cenizas sin nombre. Él pasó los últimos años de la guerra en un campo de concentración. Lejos quedaba su vida burguesa en Rumaní­a, sus frustrados estudios de Medicina. Se licenció en filologí­a románica, fue un gran traductor y tras la guerra se instaló en Parí­s. Un hombre educado que según H. Michaux para detenerte utilizaba una sonrisa que habí­a pasado por mil naufragios. Antes de suicidarse viajó a Israel, a beber de sus orí­genes. Un dí­a de abril de 1970 se tiró desde el puente Mirabeau, su cuerpo fue encontrado dí­as más tarde por un pescador. Lo enterraron en el cementerio de Thiais (parcela 13, lí­nea 12). Dicen que en su escueto apartamento encontraron una biografí­a de Hölderlin con un pasaje subrayado «a veces el genio se oscurece y se hunde en lo más amargo de su corazón». Su poesí­a es la poesí­a del abismo, de la memoria, del silencio, del dolor, del amor que abre puertas en las instancias del tiempo. Su poesí­a interpela, te llama a ti y a mí­ a entrar y no desfallecer. Tú y yo, para crecer en la nada, para ser Rosa de Nadie.

LA PALABRA DOLOR
se te dio en la mano:
un tú, sin muerte,
junto al que todo el yo volví­a a sí­ mismo.
Pasaron en redor voces sin palabra, formas vací­as,
todo entraba en ella, mezclado
y desmezclado
y vuelto a mezclar.»

La Rosa de Nadie, Paul Celan

Dedicado a Escrotolitum, ya sabes que todos los poetas son judí­os. Siempre vuestro, Dr. J.

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    [Paul Celan en Poéticas]
    [Poesias de Paul Celan | A media voz]
    [A Paul Celan Homepage]
    [Hacia la Plenitud | bruto]

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La Leyenda del Santo Bebedor

Joseph Roth

Tras recorrer las ciudades sombrí­as de los abismos, la primavera se acerca a las plazas en éxtasis báquico de juvenil ebriedad. No he sido devoto, aunque sí­ ví­ctima, de la ebriedad compulsiva, más bien me he acercado a la transustancialidad del vino por su santa sacralidad. El vino siempre ha tenido la caridad del cielo, la dulzura del averno, el poder de desandar los pasos perdidos en un solo movimiento, la capacidad de alterar la lógica de esta vida y hacerla habitable para las almas de las tierras más inhóspitas. El vino no es otra cosa que una escalera hacia los paraí­sos artificiales. El vino no crea santos, el vino en sí­ es santidad y como tal tiene el poder de la fe que mueve montañas… el problema es hacia dónde. Amo la ebriedad de los bares pero no la de las masas. Una vez conocí­ a un hombre que desayunaba una barra de pan con un whisky aguado… ese hombre tení­a el universo en la palma de su mano y nosotros no. La fiesta de la primavera deberí­a celebrarse con margaritas, la ebriedad deberí­a celebrarse con la soledad de un vaso de vino y la deformada realidad que se descubre al mirar a través de ese vaso. En granada la absenta de los lobos se bebe con azúcar y pimientos picantes.

Y para ilustrar esta reflexión, La Leyenda del Santo Bebedor, un cuento de navidad, la historia de un vagabundo que vive en los márgenes del Sena. Un dí­a se encuentra a un devoto de Santa Teresita de Lisieux que le ofrece doscientos francos a cambio de que los restituya en el cepillo de la estatua de la santa… cuando pueda. Y a pesar de su férreo sentido del honor, el pobre clochard no termina nunca de restituir su trampa. Creeréis que se emborrachará y lo olvidará… pero no, se emborrachará, eso sí­, pero nunca olvidará su misión. Se encontrará amigos que sólo trae el dinero y las copas de un bar, se enamorará de una mujer, beberá absenta hasta morir… y sólo al final, en plena agoní­a, en plena ascensión puede reparar su deuda… murmurando el nombre de la santa… una santa que conocí­a que el camino del cielo era el camino de la infancia espiritual. Nunca permitir que se me escape un pequeño sacrificio, una mirada, una palabra, aprovechando hasta los más mí­nimos actos y haciéndolos por tu amor.

Joseph Roth fue oficial del imperio austrohúngaro en la primera guerra mundial, periodista, novelista y sobre todo un gran bebedor. Roth abandonó la Alemania fascista en 1933, y escogió Parí­s como destino. Vivió en buhardillas de hoteles, y agobiado por cuestiones de dinero, siguió el camino del olvido entre vapores de absenta. Al final de su vida abrazó al cristianismo con fervor, aunque nunca despreció su pasado de judí­o ucraniano y errante. Murió en 1939 y sus restos mortales fueron sepultados en Thiais, en el cementerio de los pobres. En ese tablero de sepulcros hay dos nombres que en su momento evocaron con fuerza el desespero de las letras que conocieron la guerra y el desarraigo judí­o: Paul Celan y Joseph Roth.

Denos Dios a todos nosotros, bebedores, tan liviana y hermosa muerte.»

«La leyenda del Santo Bebedor», J. Roth

Siempre vuestro, Dr. J.

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    [Breve biografí­a de J. Roth | epdlp.com]
    [Joseph Roth Online]
    [josephroth.de]
    [El cementerio de los pobres | PalabrasMalditas.net]
    [Descargar el libro en formato pdf]
     

Bob Seger System | Mongrel (1970)

MongrelExisten ciertos temas que tienen la capacidad, la cualidad caracterí­stica, de entrar directamente por las entrañas, producir cierto colapso adrenérgico-isquémico, para luego diseminarse ví­a sanguí­nea hasta el cerebro, y disfrutarlo entonces, tras la conmoción, creando ésa sensación de vací­o que termina solamente al volver a escucharlo, entrando directamente en los sistemas lí­mbicos de la memoria emotiva… todos conocemos algunos de éstos temas, pero discos completos de tales caracterí­sticas hay pocos, y uno de ellos es MONGREL.

Bestialismo rí­tmico (OK, los Grand Funk iniciales eran animales, pero con poco soul; perdón Homer), rock muscular en temas inconcebibles, de escaso minutaje, como un tiro… ejemplos como «Song to Rufus», «Highway Child», «Mongrel», «Lucifer», «Teachin Blues» (malditos dos minutos frenéticos, sin desperdicio, directo al plexo solar); los temas más suaves (falso, pero así­ nos entendemos) son auténticas joyas de rock sureño al estilo Creedence (grandiosos, no los olvidamos), como «Evil Edna», «Big River» (grandiosa) y «Leanin on my dream». «Mongrel too» nos serena al ritmo de percusión y teclados con la jodida voz rota de Mr. Seger, para terminar con los 7 minutos y pico de «River Deep-Mountain High», tomados directamente del escenario, el tema que otrora hicieran universal Ike & Tina, con el salvajismo de los chicos del «Bob Seger System»: el susodicho Seger a los berridos y guitarra, Pep Perrine de aporreador, Dan Konaker al bajo/guitarra y Dan Watson a los teclados.

En fin, poco más de 33 minutos para pasar un jodido buen rato.

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    [Bob Seger | allmusic.com]
    [The Bob Seger File]