The Unilever Series: Rachel Whiteread | Embankment

La Galeria Tate Modern presenta en su Turbine Hall el trabajo de Rachel Whiteread titulado EMBANKMENT. Del 11 de oct 05 al 2 de abril 06.

Miles de cajas blancas que parecen bloques de hielo apilados, crean enormes montañas a traves de las cuales el público deambula libremente. La sensación es la de entrar en un mundo congelado. Estático. Las cajas-hielo guardan cosas dejándolas fuera del alcance de la gente.

Unilever Series
Según las notas de la propia autora :

STORAGE,CONTAINER,BOX,
CARGO,ARK,PILE,CRATE
SPACE,VOLUME,HEIGHT,
WIDTH,DEPTH,PILE,
MASS,LOST,MEANDERING,
BELONGINGS,RUBBISH,
HEIRLOOMS,ARCHIVE,
FILL,OVERWHELM,
STACK,REPEAT,BUILD,
SPREAD,FREIGHT,BOXES,
HEAP,PROPERTY,STUFF.

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El Perro | The democracy shop

Lynddie y su mascotaEl colectivo de artistas El PERRO muestra a partir del 15 de noviembre en la Galerí­a Salvador Diaz, Madrid, su último trabajo: ‘The democracy shop’. Interesante propuesta de arte polí­tico donde se unen actualidad internacional, crí­tica polí­tica y merchandising, unidos al mundo del Hip-hop, el grafitti y los skaters. Está instalación representá las torturas realizadas en la prisión de Abu Ghraib a los presos iraquí­es como un rito de iniciación de la cultura occidental. Se podrán ver dos videos, uno elaborado por el propio colectivo artí­stico, el otro, el elaborado por la Fundación FAES bajo el tí­tulo de «La revolución de la libertad».

La idea de poner en marcha ‘The democracy shop’ como marca (de camisetas, de tablas de skate), partiendo de la imagen de la soldado Lynddie England […] responde al hecho de entender las torturas de Irak no como un caso más de arrogancia imperialista ante una población del Tercer Mundo, sino al hecho de que al someterse a esas torturas humillantes, los prisioneros iraquies fueron en efecto iniciados en la cultura occidental y en su valor democrático, probaron el sabor de su obsceno submundo.

De sus trabajos anteriores, me llegan por su mensaje y sarcasmo, «Area de vigilancia libre» y «Soluciones integrales para la ciudad». Muebles urbanos que sirven para acoger a población transeúnte u otros de máxima seguridad donde el ciudadano puede ejercer de vigilante.

Para responder a la pregunta de donde viene su visión de la sociedad, responden con citas que influyen en sus trabajos:

Estamos inmersos en una guerra. No es simplemente una guerra librada con fusiles y bombas «ahí­ fuera». Las refriegas tienen lugar en nuestra propia mente. Cuanto menos consciente es uno de la guerra invisible, más receptivo es al continuo proceso de desmoralización, pues el humano insensible es vulnerable, débil, y está maduro para el control […] Las ví­as de infección están en todas partes. Las «bombas» están cayendo a nuestra puerta todos los dí­as. Los periódicos, la radio, la televisión… todos son catecismos de la desmoralización.

Anton LaVey. La Guerra Invisible

Visto en NEO2

El Misterio de las Catedrales

fotoLlegué despacio, por detrás, a través del paso del Pont Marie, donde se besan los amantes a escondidas para pedir sus deseos. Llegué temeroso de despertar su sigilo de campanas antiguas, de cristales í­gneos y esculturas de piedra viva. Llegue de la mano de una mujer que vestí­a los colores de la revolución. Llegué en un dí­a de otoño con el cielo despejado para poder observar ángeles de luz cayendo sin reposo. Atravesé el jardí­n que decora la girola con verjas de hierro forjado hace siglos. Llegué a la plaza de los comerciantes de tiempo e instantáneas, atestada de turistas con más ganas de ver que de conocer. Llegué con la mirada cautivada por los juegos de luces de esta ciudad embriagadora que te acoge, en esa isla destronada en medio del vendaval.

Me paré ante sus puertas de madera que un dí­a talló la mano del diablo, menos la puerta central donde se impone la imagen de la madre protectora, la imagen de Notre Dame. Allí­ donde hace años se detuvo Ví­ctor Hugo a contemplar el vuelo de los cuervos sobre su perfil. Su fachada está orientada al noreste. Al entrar se camina de occidente a oriente, para que el peregrino siempre se dirija hacia donde nace el sol. Pasé con el gentí­o y me acogió el silencio de su luz, luz acrisolada por las vidrieras que hornearon maestros ancestrales. La alquimia sostení­a desde los pilares su figura, sus formas, sus sí­mbolos, sus gestos. Un sabor de miel silvestre anunciaba que allí­ hubo más que una historia, más de una mirada que nadie vio. Incienso y luminarias desde el umbral hasta el final de ese palacio reservado, como un velo que oculta su encanto a los profanos, a los profanos como yo. Como un niño me sentí­ refugiado en sus entrañas de piedra calcárea común animada por maestros, en su edificio vivo y palpitante que socorre la impiedad de los presos de lo sentidos. Piedra desechada y ahora piedra angular, muy alejada del concepto ornamental de los frí­os mármoles renacentistas.

Paseé por su planta de cruz, la cruz como jeroglí­fico del crisol alquí­mico, la cruz como triunfo del espí­ritu. Al volver mis ojos observé el fuego de rueda que entraba a través del rosetón, con el calor necesario para la licuefacción de la piedra de los filósofos. La evolución de las sombras hacia la luz circular de una órbita más elevada. Y así­ asistí­ al conjuro del mercurio. Subí­ por sus escaleras de caracol para conocer al alquimista de Notre Dame, rodeado de gárgolas seductoras que contemplan inertes el paso del tiempo con su cara apoyada en sus manos y la boca entreabierta. Terminé palpando su campana en su cárcel de madera. Salí­ luego al aire para estampar mi frente contra las nubes, y así­ descendí­, con el dedo en los labios, multiplicando el azufre, entre la pirotecnia extática de juegos animales. Una vez en la calle volví­ a caminar… pero siempre con la confianza de ser observado por los misterios de Notre Dame de Parí­s.

Fulcanelli decidió revelar su sabidurí­a hermética a los profanos a través del estudio del arte gótico, tomando como ejemplo la magní­fica obra de la Catedral de Notre Dame. Su persona ha sido admirada por hombres de todas las clases, y su vida está llena de leyendas, como la de los grandes alquimistas. Los ignorantes no llegaremos nunca a conocer todos sus secretos, los misterios de una realidad no ordinaria que ha dejado su huella a lo largo de la historia de la humanidad, dispuesta a ser descubierta por ojos más atentos que los mí­os.

La más fuerte impresión de nuestra primera juventud, de la que conservamos todaví­a ví­vido un recuerdo, fue la emoción que provocó en nuestra alma de niño la vista de una catedral gótica. Nos sentimos inmediatamente transportados, extasiados, llenos de admiración, incapaces de sustraernos a la atracción de lo maravilloso, a la magia de lo espléndido, de lo inmenso, de lo vertiginoso que se desprendí­a de esta obra más divina que humana «. (El Misterio de las Catedrales. Fulcanelli, 1925).

The Faces | Ooh La La (1973)

disquilloPues sí­ colegas, aquí­ un grupo hecho por y para (y posiblemente a causa de) la cerveza, para ésas juergas en bares sucios con olor a destilación enólica y finales algo eméticos, de difí­cil evocación visual y fácil recuerdo nostálgico. De acuerdo, ya tení­amos para eso a los Rolling y a los Doors y a los 091, pero los Faces también tení­an lo suyo…
Habrí­a que ir un poco atrás y poner en antecedentes; los Small Faces fueron un gran grupo, de eso no cabe duda, portavoces del más puro rhythm & blues británico, liderados por el bestia de Steve Marriott, que dejó el grupo en 1969 terminando por formar una de las bandas más ruidosas del «hard», los Humble Pie. Los que quedaron (Ian McLagan, Ronnie Lane y Kenney Jones) no tuvieron nada mejor que hacer que juntarse con dos buenos canallas: Ron Wood y Rod Stewart, casi nada (éste último ya nos habí­a dejado atónitos con su voz en los dos primeros trabajos del Jeff Beck Group: absolutamente recomendados); y ahí­ comenzó la historia, con discos geniales como First Step o A Nod is As Good As a Wink… o el gran Long Player; pero yo me quedo y aquí­ os traigo éste de tan sorpresivo nombre y deprimente portada…

guys…un gran compendio de temas para disfrutar con una buena cerveza en la mano, o un güisqui, con buenas compañí­as (o malas si gustan), haciendo gala y honor «de los grandes discos de corta duración» (y de ésto se podrí­a hablar largo y tendido…); en sus entrañas de apenas media hora se encierran canciones inolvidables y evocadoras de tiempos (que uno creí­a) imperecederos: Silicone Grown abre el disco con solidez al más puro estilo Faces, al igual que My Fault; una joya alumbra la cara A, Cindy Incidentally , con la salvaje Borstal Boys para alertarnos con su sirena… La cara B es deliciosa, empezando con un instrumental, pasamos por baladas increí­bles (If I’m On The Late Side o Glad & Sorry) y otro tema inolvidable, Just Another Honky, para terminar de forma acústica con el tema que da tí­tulo al disco, preziozo

PD: y por si fuera poco, ya tenemos la caja de los Faces, 4 CD cargados de temas en directo, la mayorí­a inéditos (Five Guys Walking Into A Bar…-2004); pa perdérsela, aeh