Radiohead | In rainbows (2007-08)

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Lo dejo claro: soy más del binomio Kid A – Amnesiac, que del Bends – OK computer. O al menos ahora, digamos que en el último año, escucho bastante más esos discos que el pluscuamperfecto OK. Me tocan más. Me llevan más allá. Salvando (eliminando) los temas para los que no encuentro explicación, algo que no ocurre en el OK o en The bends, que son impepinables de la A a la Z. Pero aparte de este matiz, creo que que el Kid A y el Amnesiac , aunque menos, tienen momentos cualitativamente más logrados. Y lo digo yo, el «enemigo acérrimo» de la electrónica y «defensor patológico y demencial» del rock. Pero es así­. El OK computer tuvo sus momentos (reiterados y disfrutados como casi ninguno), pero últimamente, con tantos cambios en mi vida, por algunos conocidos, me inclino por el otro sonido.

Luego vino el Hail to the Thief, que ciertamente me pareció inferior: un intento (desesperado?) de volver a los sonidos que probablemente las masas les reclamaban. Poco escuchado y poca opinión.

Y ahora llegamos al In rainbows, un disco más tranquilo, más «pop» pero, ojo, muy bien hecho, magistralmente tocado, sin alardes extravagantes, pero con un toque especial. Otro tanto es la puesta en escena: disponible sólo a través de Internet, para descargar por la voluntad (el precio que uno quiera y quien quiera pagar, que pague) y a partir de enero del 2008 dicen que lo sacarán en plan box con 2 vinilos y 2 CD (se supone que el 2º de material no disponible en la red) por 40 libras de nada (unos 54 leuros) para enfermos seguidores de la banda.

Yo de momento, lógicamente, me he «hecho» de mi ejemplar, al iPod de cabeza y me gusta. Y mucho. Y es curioso que el tema más «rockero» (Bodysnatchers) es el que menos me gusta, incluso lo quitarí­a, y me quedarí­a con los 9 temas restantes, 40 minutos de buena música.

Ésta banda nos tení­a acostumbrados a cosas muy buenas. Y vuelven con acierto.

Clifford Brown & Max Roach | Study in brown (1955)

Clifford BrownReaparezco con la intención, al menos sincera, de recuperar la figura de uno de los intérpretes sin el que «su instrumento» no hubiera alcanzado cotas tan altas de reconocimiento posterior. Ése instrumento no es otro que la trompeta, a la que poco después el amigo Davis elevarí­a a la categorí­a de «popular».

Lamentablemente, la andadura de Clifford Brown fue fugaz, (y tanto: nacido en 1930, falleció en 1956 de accidente vial, no llegó a cumplir 26 años!!!!) de cuantí­a similar a la de Booker Little, pero el señor Brown se encargó de dejar grabadas una serie de sesiones inmortales. No dispuso de la posibilidad «evolucionista» de distribuir su talento en distintas fases, todo lo hizo prácticamente en 3 años y pico y, sobre todo, en los dos últimos (1954-56), en los que se «asoció» con el baterí­a Max Roach, una alianza explosiva que hizo saltar por los aires los estándares del bebop (un poco «amanerado» tras la incursión de ciertos «blanquitos» de la Costa Oeste) sentando las nociones básicas del hard bop, si es que ésto es posible… Aunque en realidad, el inicio de todo, el big bang de Brown como músico, fueron las sesiones que grabó con Art Blakey en Birdland en febrero de 1954 y su, por entonces, magní­fico quinteto con Lou Donaldson al saxo, Curly Russell al bajo y Horace Silver al piano. Sesiones editadas y recientemente reeditadas por Bluenote en dos CDs, tan imprescindibles como insustituibles.

Discos de Clifford Brown y Max Roach

Luego vinieron las grabaciones con Max Roach, de las que hay que destacar tres discos: «Clifford Brown with Max Roach», «Study in brown» y «At Basin Street», tres grabaciones para deleitarse con ésta trompeta inconmensurable. A parte de Roach a la baterí­a, solí­an rodearse de gente como Sonny Rollins al saxo… En fin, prefiero callar y dejar escuchar a éste joven y su trompeta. Luego vendrí­an otros, muy grandes, como Freddie Hubbard o Lee Morgan e incluso el polémico Miles Davis (aunque como trompetista era inferior a aquéllos, sin duda).

Y como postdata, recordar otra maravilla: la participación de Clifford Brown en el disco de Sarah Vaughan titulado, a secas, «Sarah Vaughan» (1955), para demostrar que no sólo hací­a hardbop, sino que podí­a tejer una banda sonora a modo de manta para arropar la voz (por entonces) impresionante de la Vaughan.

Va por ti Clifford.