Ahora sí, desde luego; no admito discusión, ni matices, ni mariconadas.
Grupo injustamente situado en la 2ª división de la psicodelia californiana, comandados por Ed Cassidy (batería curtido en el jazz) y su ahijado Randy California (experto en mantener notas interminables con su guitarra) junto
con Jay Ferguson, John Locke y Mark Andes. Disco descubierto tardíamente en mi escaso periplo musical, casi de casualidad, prácticamente un tropiezo… con Pepín.
Desde que empieza a sonar ya sabes que te encuentras en terreno desconocido, muy familiar eso sí (al fin y al cabo estamos en los 70), pero apabullante en matices, lleno de sonidos envolventes, compacto (prácticamente no te deja cortarlo de principio a fin) y con un poder adictivo evidente (pocos discos los he escuchado más de una vez el primer día de tenerlo, y éste se llevó tres sesiones). Absurdo destacar una canción sobre las demás: un día eliges «Prelude-Nothin’ to hide» (inicio meloso pasando a guitarras desbocadas en 3 minutos), otro será «Nature’s way» (simplemente emocionante) o «Animal Zoo» (un motor a ralentí nos mete en una melodía sencilla hasta que Cassidy pone las cosas en su sitio) o «Mr.Skin» (precedida del maravilloso interludio «Why can´t I be free»; impagables), «When I touch you» (la mejor del disco), «Street worm»…
En fin, 12 sueños de música hecha por cinco músicos que sabían lo que hacían (y, ojo, producido por David Briggs, recomendado por un tal Neil Young, próximo protagonista de ésta sección); un disco redondo, casi perfecto (al igual que la otra joya del grupo: «The Family That Plays Together» – 1968), indispensable, envidiables, irrepetibles.
Cambiando de época, que no de género obviamente (como diría Dylan), nos metemos de lleno en uno de los grandes discos de los 90 (que no pasan de la docena: ahí queda éso, a picarse!)
Directamente un soplo de ROCK puro y limpio, latiendo rítmicamente en las entrañas.
Uno de los grandes discos pop de la historia. Y punto. Seguimos…