John Mayall | The Turning Point (1969)

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Permí­tanme un discurso disgregado, déjenme disertar libremente; de forma parcialmente espontánea (apareció en el aleatorio de mi iPod; luego alguien me incitó a comentarlo) surgen en mi memoria los temas de éste disco, la época de su descubrimiento, las tardes de aquel agosto, dándole vueltas a aquella cinta de cromo, que luego fue vinilo, luego CD y ahora formatos comprimidos inasibles (nos perdemos…)

the-turning-point.jpg¿Hay que poner en antecedentes? Bueno, sólo con mencionar el nombre de «los Bluesbreakers» a más de uno se le ponen los pelos como escarpias, y es que lo que desarrolló y aglutinó Mayall en los años 1966-68 en el mundillo «blues hecho por blancos», él la insignia británica, fue el pistoletazo de salida de una corriente duradera, fértil (a veces demasiado) y brillante. Sin ir más lejos «salieron» de su apadrinamiento personajes (prácticamente imberbes…) como Eric Clapton (primer LP de los Bluesbreakers: «John Mayall & BB featuring Eric Clapton«, hay que tenerlo), Peter Green (2º LP, «A hard road«), Mick Taylor («Crusade», «Bare wires«, «Blues from Laurel Canyon«) o John McVie… y ya sabemos lo que salió de aquellas manos posteriormente.

carlwayne-stevewinwood-johnmayall-ericburdon-jimihendrix.jpgPues bien, tras la «salida» de Mick Taylor en la primavera del 1969 (nada menos que a los Rolling Stones para aportar lo suyo en uno de sus mejores discos, Let it bleed, luego se quedarí­a…), a Mayall no se le ocurre otra cosa que «reconstruir» su grupo y su música hacia una orientación acústica-bluesera-jazzí­stica (en sus propias palabras…«having decided to dispense with heavy lead guitar and drums…» cachondo el tí­o), apuesta arriesgada teniendo en cuenta la que se estaba armando a ambos lados del charco con el hard-blues-rock (véase foto de «colegas»). Pues va el tipo, se coge al saxofonista y flautista Johnny Almond, al guitarrista Jon Mark y al bajista Steve Thompson y en el mismí­simo teatro «Fillmore East», se saca esta maravilla atemporal, inolvidable repertorio de todos y cada uno de los músicos; no sobra un jodido minuto, ni un soplido, ni un chasquido (lo de la «mouth percussion» tiene su aquel), el público enmudece y la música fluye como un éter, sólo al final de cada tema, tras unos segundos de «vuelta a la realidad», la peña aplaude, joder si aplaude, saben que ésa fecha (12.07.69) no la olvidarán.

Sólo siete temas, los nombraré y quedarán en suspenso hasta que alguien los cace al vuelo, anonadado: The laws must change, Saw Mill gulch road, I’m gonna fight for yo u JB (por ti Chamán), So hard to share, California, Thoughts about Roxanne y Room to move. El último tema, muy conocido por el solo «de boca» y su «riff acústico», pero yo me quedo con la triada que le precede, So hard to share, California (ooooooooooooh) y Thoughts… sin palabras.

En 2001 reeditaron el Turning Point, remasterizado, con 3 bonus del mismo concierto, para «completistas» (lo recomiendo, je je).

usa-union.jpgPD: Otro álbum en esta onda es el «USA Union» (1970), que cuenta con el bajo impresionante de Larry Taylor, la guitarra de Harvey Mandel y el violí­n de Don Harris; otra maravilla con un acompañamiento nuevo (un inglés con tres americanos, de ahí­ el nombre), así­ era Mayall.

PD 2: también recomendadí­simo, de factura «similar», otro directo de Mayall, aunque con «supergrupo», es el «Jazz Blues Fusion» (1972), contando con la trompeta de Blue Mitchell, la guitarra de Freddy Robinson y el rocoso Larry Taylor, entre otros.

A B.

Habitación Masturbatoria | Toma Tercera

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LEER

Todos leyeron y escribieron, es decir, construyeron. Baudelaire encuentra inspiración en Poe; Neruda viene de Whitman; Hemingway de Twain; Marcel Proust, lee a Shopenhauer y se esfuerza por conseguir la llamada prosa musical; Santa Teresa y San Juan de la Cruz arrancan de los mí­sticos flamencos y alemanes del siglo XIV, y así­ sucesivamente. Todos venimos de todos; lo que ocurre es que cada cual ha de elegir el menú que más le guste.

Saco al azar tres libros de la estanterí­a. El primero «Héroes» de Ray Loriga; lo ojeo y nada, es un libro que no me dice nada y que, posiblemente regalaré. Bukowski, «Peleando a la contra»: brillante, elí­ptica, en la lí­nea genuinamente anglosajona, ni un solo párrafo de análisis psicológico, pura estética conductista, un ritmo trepidante, una parca precisión. ¿Trabajaba este hombre sus textos? No sabrí­a decir, aunque jurarí­a que si. Imposible discurrir con tanta sutileza solo con improvisación y whisky. Davor Sveno, «Hombre-Mujer». Este señor defiende lo siguiente: la amistad entre dos personas del sexo opuesto está por encima del deseo carnal. Dicho picor está condenado a no aparecer ante la sólida relación de amistad. Y digo yo que no señores mí­os y no hay que darle más vueltas. Un hombre y una mujer se pongan como se pongan, no pueden estar juntos toda la vida fingiéndose indiferentes a la llamada de la carne, porque eso va contra natura. Otra cosa serí­a la llamada del pescado, pero la carne no hay quien la resista. Este lo tiraré de inmediato.

Leer… Leer a los clásicos. ¿Pero quienes son los clásicos? «Los clásicos son insoportables» declara mi amigo y compañero Nicolás. Y uno cavila que algunos clásicos son, efectivamente, insoportables. Pero vuelvo a preguntar: ¿Qué es un texto clásico? Quizá pudiera definir un texto clásico como aquel que se puede releer indefinidamente, siempre con placer, siempre descubriendo nuevos matices. Decí­a Harold Bloom que hay clásicos, aparentemente muy distantes, que están unidos por ocultos parentescos. T.S. Eliot, en su ensayo sobre Dante, opinaba que el poema filosófico más próximo a la «Divina Comedia» era el o la «Bhagavad-Gita». Lo que ocurre es que cada cual tiene sus propios clásicos, y hay clásicos cuyo valor caduca como los productos lácteos. O quizás el que caduca soy yo. Da igual. Hace un tiempo empecé a releer el Quijote de Don Miguel de Cervantes, y se me cayó de las manos (sacrilegio!!!); pero volví­ a los cuentos de Chejov y a «Meridiano de Sangre» de Mc Carthy, y me siguieron pareciendo obras maestras. Y nunca me canso de abrir las Meditaciones de Marco Aurelio al azar.

En todo caso, sobre gustos… los culos. Y ciertamente ahí­ está la piedra de toque para que cada cual decida cuáles son sus clásicos. Leí­ en mi juventud la filosofí­a del tocador del marqués de sade y me gustó mucho. Y no pienso volver a leerlo, no necesito volver a leerlo. En cambio, descubrí­ hace muchos años «Symphonia Armonie Celestium Revelationum» de Hildegard von Bingen y decidí­ volver a escucharlo, sí­ lo he escuchado infinidad de veces, y siempre me ha parecido diferente y sumamente atractivo. En rigor La Literatura no puede competir ahí­ con la música, y las razones son obvias. Una de ellas es que el sonido musical no lleva el lastre de la carga semántica y, en consecuencia, esta abierto a distintas interpretaciones. Otra razón es que la música no necesita ‘traducción’. ¿Cómo comprender, en su verdad histórica, un texto literario antiguo? Todo queda deformado al trocar el discurso de los clásicos en unas falsas paridades modernas. En cambio, si escuchamos el hermoso «Códice Calixtino», automáticamente nos sumergiremos en la edad media.

Y para terminar en comparación con la novela, la poesí­a ya se parece más a la música. Hay poemas que conviene saberse de memoria, poemas que suenan siempre con matices inesperados -¿verdad Dr J.?-

Lo que hoy escribo vale para hoy y vale para mí­, supuesto autor de este post. Pero lo que hoy escribo altera mi pasado. Mi pasado es distinto cada dí­a.

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Nuevas y Peligrosas Actividades de Sefronia

SEFRONIA EN CONCIERTO: Viernes 16 de febrero en el Organ Jazz de Cenes de la Vega (Granada) a las 23h.

Habrá un violinista más peligroso que un mono con un puñal: Don Piotr Wegner; es justo y necesario
verle interaccionar con el mondo sefrónico en escena. Estrenarán un moog, y diversas flautas de Pan; el theregumil lo toca ya hasta Aitana Sánchez Gijón, por tanto lo dejan en casa.

Avisados quedan.