Pues sí colegas, aquí un grupo hecho por y para (y posiblemente a causa de) la cerveza, para ésas juergas en bares sucios con olor a destilación enólica y finales algo eméticos, de difícil evocación visual y fácil recuerdo nostálgico. De acuerdo, ya teníamos para eso a los Rolling y a los Doors y a los 091, pero los Faces también tenían lo suyo…
Habría que ir un poco atrás y poner en antecedentes; los Small Faces fueron un gran grupo, de eso no cabe duda, portavoces del más puro rhythm & blues británico, liderados por el bestia de Steve Marriott, que dejó el grupo en 1969 terminando por formar una de las bandas más ruidosas del «hard», los Humble Pie. Los que quedaron (Ian McLagan, Ronnie Lane y Kenney Jones) no tuvieron nada mejor que hacer que juntarse con dos buenos canallas: Ron Wood y Rod Stewart, casi nada (éste último ya nos había dejado atónitos con su voz en los dos primeros trabajos del Jeff Beck Group: absolutamente recomendados); y ahí comenzó la historia, con discos geniales como First Step o A Nod is As Good As a Wink… o el gran Long Player; pero yo me quedo y aquí os traigo éste de tan sorpresivo nombre y deprimente portada…
…un gran compendio de temas para disfrutar con una buena cerveza en la mano, o un güisqui, con buenas compañías (o malas si gustan), haciendo gala y honor «de los grandes discos de corta duración» (y de ésto se podría hablar largo y tendido…); en sus entrañas de apenas media hora se encierran canciones inolvidables y evocadoras de tiempos (que uno creía) imperecederos: Silicone Grown abre el disco con solidez al más puro estilo Faces, al igual que My Fault; una joya alumbra la cara A, Cindy Incidentally , con la salvaje Borstal Boys para alertarnos con su sirena… La cara B es deliciosa, empezando con un instrumental, pasamos por baladas increíbles (If I’m On The Late Side o Glad & Sorry) y otro tema inolvidable, Just Another Honky, para terminar de forma acústica con el tema que da título al disco, preziozo
PD: y por si fuera poco, ya tenemos la caja de los Faces, 4 CD cargados de temas en directo, la mayoría inéditos (Five Guys Walking Into A Bar…-2004); pa perdérsela, aeh
Algo así debió de ocurrir cuando los artífices de la presente se reunieron para rendir homenaje a Andrew Wood (Mother Love Bone); con el liderazgo virtual de Chris Cornell, Jeff Ament, Matt Cameron y Stone Gossard, aparte de la aparición escondida de un tal E. Vedder (?!), éstos tipos tocaron diez canciones irreemplazables, envueltas en ése halo temporal de los sucesos perecederos: tenía que ser grabado para la posteridad, y ahí les estamos todos agradecidos. Porque canciones como Say Hello 2 Heaven, Call Me a Dog o Four Walled World son de las que te acompañan para siempre; la excesiva Reach Down emociona en sus once minutos (y es el 2º corte del disco!); Hunger Strike te pone los pelos como escarpias, Pushing Forward Back es un clásico; del resto no sobra nada, todo es el conjunto de un gran disco.
Tiene cojones que la ‘poco’ recomendable revista Rolinestone me sirva de estímulo para volver a meter las pezuñas por aquí y hablar sobre música; y ya puestos, hablemos de las bandas sonoras de nuestras vidas, de aquellos LP’s que, de una u otra manera, nos han ido acompañando por los derroteros del destino, ésas obras que salvaríamos de la quema, que las seguiremos escuchando de por vida…
La verdad, podría haber sido otro: los dos primeros son cojonudos (suprimo los títulos por obvios, esenciales) y el previo a éste me tuvo colgado más de un año (rhythm & blues sucio por parte de unos californianos!); pero, ya sabéis, los trabajos paridos en la plenitud (y más allá diría yo), una vez que se ha llegado a lo más alto (y a lo más profundo de las miserias humanas), sólo algunos sacan el (in) genio para regalarnos obras de arte sacadas de lo más hondo, de donde no se sabe si se volverá a poner la mente, salvo cubierto de malvas… y aquí tenemos un ejemplo de todo esto.
Grabado insólitamente por tierras europeas (necesidad de huir, entre otras cosas de la ley, de sí mismo…), entre juergas interminables por las calles de París, disociado de sí mismo, Jim Morrison (o lo que quedaba de aquel sex symbol) colgado del micrófono, barbudo, barrigón, nos acojona con su voz gutural llevándonos por un variopinto conjunto de canciones que hacen de este disco algo inolvidable: desde el inicio («The changeling») apreciamos que ha habido una vuelta de tuerca desde el Morrison Hotel, más bluesy y sucio (otros ejemplos más puristas los tenemos en «Been down so long» y «Crawling King Snake»– by John Lee Hooker), aunque aún hay tiempo para la melodía agradable («Love her madly» emociona; en «Hyacinth house» nos susurra que necesita un amigo: ¿alguien le escuchó?) y la relajación musical en «Cars hiss by my window» donde aparece un solo de guitarra en el que al final descubrimos con pavor que se trata de gemidos del amigo Jim… «The Wasp» es una sintonía muy propia para la radio (Texas Radio and The Big Beat sin ir más lejos). «L’America» es una canción cojonuda y olvidada en las recopilaciones, una joyita.
Pero el disco no sería el mismo (ni los Doors si me apuran) sin dos joyas como «L.A. woman» y «Riders on the storm», las habré escuchado miles de veces y continúan emocionando como el primer día, sobre todo «Los Jinetes en la Tormenta», bello apocalipsis anunciando el final (curiosamente «The end» fue el principio de la leyenda, con la ayuda coppoliana de unos inmensos Sheen y Brando, sin olvidarnos del pequeño-gran Hooper, el mayor hijoputa de la historia del Hollywood moderno), pues Morrison la palmó antes de ver la luz el disco (fracaso multiorgánico por excesos; devastación física con desenlace incierto).