Hace tiempo que intuyo que la Verdad está en los límites de la razón. En esos abismos inconscientes que te enfrentan a lo inefable. En esa sutil experiencia donde sólo la mutilación de los sentidos es comparable. Hace tiempo que percibo que los instantes desperdiciados aportan más que los instantes aprovechados. Que la nada aporta toda la solidez necesaria a esta contingencia de cuerpos saturados por el infortunio del conocimiento. Hace tiempo que percibo llegar siempre a deshora, ni tarde ni temprano, simplemente a deshora. Hace tiempo que sé que la belleza redime y la fealdad exonera de responsabilidad a los reptiles que buscan su origen a ras del suelo. Hace tiempo que busco en la poesía ese lenguaje estremecedor del instante, que se evada de las abstracciones de la razón, para no mentir en lo que se cuenta. La sinceridad como bandera, la honestidad como método para derrocar las apariencias. Hace tiempo que pienso en esto sin haber llegado a asumirlo del todo, sin llegar a vivirlo del todo.
Hace tiempo que observo el cielo desde un domingo sin postre, a la hora de esconderse el sol tras los tejados de nuestra ciudad. Desde la atalaya del insomnio. Desde la contemplación de la muerte ajena como una plegaria, donde reconocer la herida mortal que nos precede. Desde el agua transformada en vino, desde la bala que nunca se dispara, desde las republicas de los amores perdidos. Desde mi reloj de arena desértica, donde veo dunas en las calles de esta provincia invisible que es la trascendencia. Los espejismos de la razón son infinitos. La razón nos contenta con el engaño. Con la falsa sensación del que parece dominar su destino. Pero el único que dominó su destino fue aquel Sísifo que sabía exactamente que después de subir la roca a la cima de la montaña, debería bajarla y volver a subir de nuevo. Camus dijo que Sísifo fue feliz porque dominó a su destino. Pero lo único que hizo fue olvidarlo. Como nosotros nos olvidamos con facilidad de lo que somos, e ignoramos el origen de nuestra materia. Nuestra materia que vibra vinculada al todo y a la nada, y que parte de una misma fuente a la que tiende. No somos razón y materia. Somos materia consciente que explora la vida a la que pertenece.
Hace algún tiempo que escucho con atención las iluminaciones de los que aferraron sus manos a una reja para no desfallecer. Que escucho las alucinaciones de la meca. Las palabras de los que renunciaron a la tiranía de lo sensible. Hace tiempo que intento comprender la ciencia que profeso, la fe que he perdido. Y me veo sentado todavía en ese banco de piedra delante de la basílica, esperando un beso que me haga despertar. Esperando un beso que de sentido a los pasos andados, a los pasos por andar. Un beso que limpie el moho del rayo que un día blandí en mis manos. Esperando que vuelvas. Desde hace un tiempo sé que los charcos no sólo se forman con la lluvia. Hace un tiempo que sólo hablo de anhelos. Por eso creo que ha llegado el momento de matar a Platón.
Chantal Maillard, doctora en Filosofía y poeta de nuevos textos sagrados, nos presenta en su libro Matar a Platón las dimensiones de un instante. Porque en un instante cabe un universo entero. Nos hace reflexionar sobre la importancia de un suceso, que es como es, que se vive como es, que se observa como es. Sin abstracciones. Matando nuestra estructura de pensamiento. Observando la realidad sin mentiras. Todo puede confluir en un mismo suceso que da realidad a lo real, sin concesiones, sin pretensiones. Hoy os lo presento porque es lo que he leído cuando he llegado a casa después de una guardia. Y aunque se que no debería tomar decisiones estando saliente… ni escribir, hoy su título me ha inspirado a escribiros lo anterior. Aunque sólo sea por leer este libro, merece la pena haber llegado hasta aquí.
Yo no soy inocente. ¿Lo es usted?.
La realidad está aquí,
desplegada. Lo real acontece
en lo abierto. Infinito. Incomparable.
Pero el ansia de repetirnos
instaura las verdades.
Toda la verdad repite lo inefable,
toda idea desmiente lo-que-ocurre.
Pero las construimos
por miedo a contemplar la enorme trama
de aquello que acontece en cada instante:
todo lo que acontece se desborda
y no estamos seguros del refugio.Bien pensado, es posible que Platón
no sea responsable de la historia:
delegamos con gusto, por miedo o por pereza,
lo que más nos importa.(voy a volver sobre mis pasos: ha sido justo detrás de la esquina).†
Matar a Platón. Chantal Maillard, 2003.
P.D.- Creo que ya he dicho suficiente por algún tiempo. Gracias a aquellos que siguieron con interés estos escritos y reflexiones. Ha sido un placer tener abierta esta ventana. Siempre vuestro, Dr. J.
El refranero suele rezar verdades cotejadas por la experiencia, por eso sé que después de la tormenta siempre se ciñe sobre nosotros un manto de quietud. Pero ahora estamos en plena tempestad, en pleno centro del huracán, dando demasiadas vueltas como para conocer el alcance de sus daños colaterales. En esta sociedad de incertidumbres, la ciencia es dueña de la virtud, pero toda la fe está en la ciencia y la ciencia no tiene fe. Asistimos atónitos al estancamiento del ocio profiláctico y de tertulias de bufones consumidos por el hastío. Se abre una brecha de injusticias y desigualdades difícil de tolerar. El dolor se anestesia sin dejarle que nos hable, que nos cuente cosas de nosotros mismos. El amor se desperdicia con esqueletos de margaritas. Así es fácil preveer un final catastrófico de nuestra era social, y no me tachéis de agorero superficial, en todo caso de agorero esperanzado. Esperanzado en un rayo de luz de una nueva humanidad que ha de crecer.
En este lugar he comentado autores con diversas respuestas al dolor de la existencia humana, diversas actitudes y vivencias. Hoy os muestro una opinión valiente y generosa, la visión gloriosa de la humanidad que nos ofrece Teilhard de Chardin, el padre Pierre. Una visión creativa y progresiva del hombre, usando como herramienta de conocimiento la ciencia. Pero una ciencia en evolución y emergente, hermanada con la mística, tendente a un mismo fin. Una ciencia rica en la dispersión de la multiplicidad, y consolidada en la convergencia de la Unión, del Punto Omega. Una ciencia que optimiza, que redime, que profundiza en la naturaleza y en su conocimiento para llegar a los lugares privilegiados por la vida. La ciencia descubre el camino de los seres hacia la consciencia. Las mónadas perdidas encuentran su reposo en un mar cada día más profundo por las lluvias de las tempestades, más sabio por el color de sus habitantes. Ciencia y mística. Espíritu y materia. El espíritu se derrama sobre la meteria orgánica como el vino sobre un cáliz de arcilla, y la piedra cobija en su interior la lava ardiente que espera salir y reventar licuando cada existencia. Licuando fuego a fuego todo lo viejo para dejar paso a lo nuevo. Así como las plantas crearon en un principio la Biosfera, la conciencia crea ahora una nueva atmósfera para el desarrollo del pensamiento, la Noosfera. La autoconsciencia.
Llegué despacio, por detrás, a través del paso del Pont Marie, donde se besan los amantes a escondidas para pedir sus deseos. Llegué temeroso de despertar su sigilo de campanas antiguas, de cristales ígneos y esculturas de piedra viva. Llegue de la mano de una mujer que vestía los colores de la revolución. Llegué en un día de otoño con el cielo despejado para poder observar ángeles de luz cayendo sin reposo. Atravesé el jardín que decora la girola con verjas de hierro forjado hace siglos. Llegué a la plaza de los comerciantes de tiempo e instantáneas, atestada de turistas con más ganas de ver que de conocer. Llegué con la mirada cautivada por los juegos de luces de esta ciudad embriagadora que te acoge, en esa isla destronada en medio del vendaval.