Qué sean felices

Acabo de venir de una boda en Almerí­a, lugar gnóstico donde los haya, más cerca de la patafí­sica de la cofradí­a de pescadores de Pitres de lo que podamos imaginar.

La boda comenzó en el laico ayuntamiento de esta marí­tima ciudad, rematando el señor el alcalde la faena con unos artí­culos y unas palabritas de SAN PABLO! (1 Corintios, 13). Luego arroz y rosas. Luego comida y cerdo en salsa. Vino y cerveza. Postre y champán. Y una selección musical hecha por la pareja digna de mención (sobre todo por la cara de los demás asistentes cuando nos veí­an a algunos tararear tan extrañas melodí­as).

El baile lo inauguró la novia vestida de blanco con una guitarra eléctrica negra cruzándole el cuerpo, mientras él afinaba el aire con un theremí­n. La cara de los padres, antológica. Luego pasodoble a ritmo de theremí­n, cancioncillas de J. Brown y M. Gave con una concesión al flamenco gitano-camisa-rota. Copas y trompezones. Canción final y vuelta al a ciudad para seguir de tapas y copas hasta olvidar el nombre de nuestros padres camino del mar.

En fin, un buen dí­a. Qué sean felices.

Hot Tuna | Burgers (1972)

«Burgers», de Hot Tuna (1972).

Disco ganso. Siguiendo las estelas acústicas de su anterior trabajo (el directo «Hot Tuna», 1970) los colegas Jorma Kaukonen y Jack Casady (componentes ambos sendos de Jefferson Airplane, la banda más pobre de rock psicodélico californiano) nos sorprenden con un soplo de soft blues rockero en plena cara. Acompañados por Papa John Creach al violí­n y Sammy Piazza a las baquetas (con la puntual colaboración de David Crosby-borracho, por supuesto), canciones como «True religion» (tranquilo Dr.J), «99 Year Blues» o la inmejorable «Water song» nos demuestran el acierto de éstos tipos al alejarse del camino mariposón de los Airplane y escribir una de las grandes lí­neas del Rock suave, parafraseando a D. Jose Mª Sanz («loco» para los conocidos)… en la próxima entrega del Talibán.

OMMM aeh?

Me sumo a las felicitaciones. Lo prometido es deuda y aquí­ me tienes.

Gracias por abrir espacios anómalos para desenmascarar lo más pintao. Y es que desnudar la realidad es la esencia de la virtud, la esencia de la trascendencia, la esencia del zen, la esencia del misticismo. «Pido a Dios que me libre de Dios» (Eckhart), desnudar a base de contrarios, cambiar el lugar del logos, situarlo al fondo del abismo, en el centro de la nada, al otro lado del vací­o. De la nada al silencio, del silencio a la nada, de ella a la naturaleza y vuelta al ser humano, a la comprensión del ser humano, que no hay cojones quién lo entienda. Y de nuevo al silencio, y a la palabra esencial: OM. Que aquí­ en graná es el AEH! aeh?

Pues eso, nada. Nada y silencio y gracias.

Recomiendo «Zen, Mí­stica y Abstracción» (Amador Vega, Ed. Trotta).

Dr. J, con permiso de J.