El veneno está en el campo

esqueleto

Arriesgado me parece el sujeto que conmovido por la enfermedad de un pariente, asume ésta como bandera e incluso como excusa o motivo principal de su existencia o la única ruta posible para hacer llegar el barco a puerto y por supuesto verlo encallar.

La enfermedad envilece y exonera, dota al enfermo de un egoí­smo atroz y vehemente, un hilillo de salud es un tesoro que ni se quiere perder ni en absoluto compartir. Se exacerba esto de forma curiosa con la fe y las fiestas de guardar, pues se suma el remordimiento del que se ha alejado para volver enarbolando la bandera del buen protector, protestante, denunciante y anotador de cualquier movimiento sigiloso en su limitado y ridí­culo espacio de acción, que no de control. Arriesgado y ofensivo ver como se acerca a la cama para verter su vaho en la boca entreabierta del enfermo que espera una solución sea o no de este mundo, sea o no en esta vida. No rezamos con pañuelos de colores tendidos al viento ni dejamos en el camino dólmenes de piedrecitas para el descanso de las almas que aún nos rodean, apretujamos una cruz o una estampa y derramamos en lágrimas gruesas la congoja, la esperanza (el peor de los males de Pandora) y la arrogancia de ser los elegidos por un Dios que a veces ama y otras dormita. Arriesgada es la compasión preñada de angustia y desprovista de ingenio, imaginación, consuelo y ternura. Vana es la esperanza, la esperanza muerta. Cansado es ver dí­a a dí­a el mismo paisaje de elefantes mellados que buscan una cama para su extinción. Cansado es el comportarse como si fuera la primera vez que ves sufrir a alguien, que ves morir a alguien, que ayudas a morir a alguien, que le salvas la vida a una persona que ni siquiera conoces ni conocerás más. El resuello se toma en la ventana, en la casa y la mañana que el hospital te permite descansar de la guardia, de tu encierro voluntario durante 24 horas en servicio al bien ajeno… en decrépito auspicio al bien propio.

No dispongo de un arma para cometer tropelí­as, pero si de mis manos y de extraños pensamientos que a veces se vertebran solos como esta noche. Noches como esta que te permiten complacerte en el absurdo, en lo irreal que tiene toda realidad contingente y presente y actual. Noches como estas en las que uno puede ver a un hombre, a un hijo, acercarse borracho a la cama donde está su padre moribundo, cogerle con sus dos manos toda la cabeza, acercarse lentamente a su oí­do y musitarle con voz temblorosa, febril, ebria y ronca… “padre, voy a matar a la puta de tu hija†… con un sonoro y babeante beso final en la frente del ser agonizante que muestra en los ojos un brillo de cordura y terror… y aún así­ pensar que es normal que uno exprese sus deseos de acabar con todo lo decente que pueda quedar encima de esta tierra. No hay nada sagrado salvo la voz del hombre sincero que resuena en la oquedad de la verdad.

Pero el instinto asesino se aplaca cuando llega la resaca y la pleamar engulle la tierra abatida. Pastillas blancas para la boca de la mujer que ha engullido la verdad. Impenitentes personajes de Joyce conmovidos por los cantos de Tannhäuser. Sedación en las camas de barro y metal. Pálidos susurros navegando en los pasillos atestados de almas que miran y observan, que padecen, que esperan una palabra acertada que oriente hacia la salvación, una señal de que hay cura, una mirada que las vea de verdad… y el rumor incesante naufraga como el rumor de las aguas dormidas a esta altura de nueve pisos y medio. La torre, el centro, el ombligo, el ví­nculo arriesgado entre el mundo y el mundo más allá.

Arriesgado me parece ser confesor y confeso, gritón y silencioso, condescendiente y ajeno, vivaracho y mortecino, fiera y cordero, el mejor médico y el peor sanguinario. Arriesgado me parece entonces tomarme a broma a mi y a mi trabajo. Arriesgado me parece a veces tomarme en serio. La soledad envejece, el veneno está en el campo.

Siempre vuestro, Dr J.

2 Comments

  1. En tus post encuentro un efecto aristotélico cómo en el «tortazo».
    Dicen que al hacerte mayor sólo tienes en la cabeza sexo y muerte…

  2. tus huellas huecas aún aúllan entre las mudras piedras que unen las rutas desde baker street hasta leh.. astro, hermano, baliza

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