El Hombre de Tiza

clip_image002.jpgEl hombre de tiza explora las regiones durmientes del atardecer con un ojo de águila y otro de pichón. Ha abandonado la tierra de los brujos grises que enseñaban a los niños el valor de omega y las órbitas errantes de los astros en plataformas minerales. Camina descalzo sobre tierras de arcilla roja. Ha tenido que escalar con sus tristes manos estratos de tierra sobrepuesta de cien en cien y de mil en mil años. Ha dejado marcas de sangre blanca y caliza en la pared vertical que le separa de la meseta donde está ahora. Aunque durante un tiempo buscó las sombras como si fuera un hombre de mantequilla, ahora busca la luz del dí­a y también de la noche. Ha comprendido que en la oscuridad sólo hay oscuridad, y nada más. Sabe que ha dejado atrás más preguntas que respuestas, más cera que velas encendidas en el dí­a de todos los difuntos. Abocado al exceso de ebriedad y neblinas esféricas, bebió el último trago de mezcal y capturó en sus dientes la sangre momificada del gusano del maguey. Del insecto digerido, como una luz, entendió que los que abandonan tu vida dejan de crecer, permanecen en el formol de tu memoria como uno quiere, sonrientes, dichosos, inocentes con un pájaro entre los dientes, distantes, tristes, inolvidables, en pijama bebiendo vino en la última noche del mundo… arrugando el tiempo con sus manos pero sin crecer, como los muertos. Ha coleccionado guerras perdidas. Se ha despedido de su pueblo y ha dejado en la portezuela de la farola las llaves de su casa por si algún dí­a debe regresar. Ahora en la meseta, el sol ya se ha ido y bajo un arbolito, ni muy grande ni muy chico, va a recostar su cabeza. Una pesadilla le persigue, sueña una pizarra que lo desangra, y no se atreve a ver lo que su cuerpo enflaquecido por el abuso deja escrito en ese fondo verde. La pesadilla será no haber escrito algo bonito. Luego sueña con la mujer de luna y se siente puzzle en sus manos mordidas, piensa que hay rí­os caudalosos y poco profundos. Se le erizan las cañas y crecen flores calizas de luna en la superficie de una tierra en ciernes que con su fecundidad confirman una vehemente fornicación. Por la mañana, se siente solo y de un trozo de sus piernas, crea una compañera de viaje. Con dos piedrecitas de oxidiana le pone ojos a su cara siempre atenta. Dos espinas de rosal son sus orejas puntiagudas. El rabo lo forma una ramita de romero, y su lengua tiene el color de una cereza. Con un poco de su aliento carbonatado le da vida a sus cuadrúpedos andares. Prosigue su camino a través de la meseta, no camina por seguir su destino, sino para no dejar de andar. No espera nada, ya lo ha esperado todo. No espera, sólo camina. Su can de tiza le sigue sin despistarse, con su resuello cálcico deja nubes de polvo blanco que se dispersa en el aire amarillo de este desierto que forma la meseta. Después de haber superado el dulce abismo, camina en una tierra virgen de ruinas y renuncias con un perro a sus pies. El calor le está haciendo desfallecer, con cada gota de sudor pierde parte de su escasa anatomí­a. Su pequeño galgo también se pierde poco a poco. Suavemente mira hacia atrás y ve su rastro blanqueando el pasado. Al menos está limpiando el suelo, al menos está dejando rastro, al menos no lo ha partido un rayo enmohecido. A punto de desaparecer llega a un lago rodeado de palmeras. El agua le refresca, le disuelve y decidido a no volver, se decide a desaparecer. Su perro le mira con toda la ternura del mundo, lame el lí­quido elemento espesado por su sangre blanca y siguiendo una ley atávica de noble lealtad también se confunde en la misma agua. Desde arriba varias aves de rapiña que han seguido sus pasos, se vuelven decepcionadas por el frustrado banquete de mendigos. Mendigo de la luz encontró el agua. Mendigo de respuestas se disolvió en una pregunta. Mendigo de amor se dispersó en la ausencia de las esferas no creadas, con todo lo aprendido por aprender, con todo lo perdido por perder, con todo lo amado por renacer. En su pueblo alguien encontró una llave y vio su nombre escrito con tiza en la pizarra de su casa. Ahora los maestros cuentan su historia, la del loco que se fue del pueblo y murió agotado más allá de los lí­mites de lo razonable. Pero nadie ha podido nunca dar aliento a un perro, ni darle la vida. Aún así­, los maestros en su afán de disciplina, enseñan en las pizarras el cuento del pobre hombre de tiza para que ningún muchacho de arcilla se le ocurra abandonar nunca esta provincia.

PD.- Dedicado a Gala, que nunca leyó mis escritos, pero los escuchó atentamente. Espero que su olfato la haya llevado al cielo de los perros.

Siempre vuestro, Dr. J.

Granada, 11.09.2006.

17 Comments

  1. Querido amigo:

    Aún a pesar de que leer lo siguiente te hará polvo, sé que del trance que estás pasando ahora renacerá más genio y prudencia, más serenidad y más amor, si cabe.

    ¿No es acaso la poesí­a aquello que desgarra ví­vidamente la entrañas del poeta ?

    Un abrazo

    EL PERRO COJO

    Con una pata colgando,
    despojo de una pedrada,
    pasó el perro por mi lado,
    un perro de pobre casta.
    Uno de esos callejeros,
    pobres de sangre y estampa.
    Nacen en cualquier rincón,
    de perras tristes y flacas,
    destinados a comer
    basuras de plaza en plaza.
    Cuando pequeños, qué finos
    y ágiles son en la infancia,
    baloncitos de peluche,
    tibios borlones de lana,
    los miman, los acurrucan,
    los sacan al sol, les cantan.
    Cuando mayores, al tiempo
    que ven que se fue la gracia,
    los dejan a su ventura,
    mendigos de casa en casa,
    sus hambres por los rincones
    y su sed sobre las charcas.
    Qué tristes ojos que tienen,
    que recóndita mirada
    como si en ella pusieran
    su dolor a media asta.
    Y se mueren de tristeza
    a la sombra de una tapia,
    si es que un lazo no les da
    una muerte anticipada.
    Yo le llamo: psss, psss, psss.
    Todo orejas asustadas,
    todo hociquito curioso,
    todo sed, hambre y nostalgia,
    el perro escucha mi voz,
    olfatea mis palabras
    como esperando o temiendo
    pan, caricias… o pedradas,
    no en vano lleva marcado
    un mal recuerdo en su pata.
    Lo vuelvo a llamar: psss, psss.
    Dócil a medias avanza
    moviendo el rabo con miedo
    y las orejitas gachas.
    Chasco los dedos; le digo:
    «ven aquí­, no te hago nada,
    vamos, vamos, ven aquí­».
    Y adiós la desconfianza.
    Que ya se tiende a mis pies,
    a tiernos aullidos habla,
    ladra para hablar más fuerte,
    salta, gira; gira, salta;
    llora, rí­e; rí­e, llora;
    lengua, orejas, ojos, patas
    y el rabo es un incansable
    abanico de palabras.
    Es su alegrí­a tan grande
    que más que hablarme, me canta.
    «¿Qué piedra te dejó cojo?
    Sí­, sí­, sí­, malhaya».
    El perro me entiende; sabe
    que maldigo la pedrada,
    aquella pedrada dura
    que le destrozó la pata
    y él, con el rabo, me dice
    que me agradece la lástima.
    «Pero tú no te preocupes,
    ya no ha de faltarte nada.
    Yo también soy callejero,
    aunque de distintas plazas
    y a patita coja y triste
    voy de jornada en jornada.
    Las piedras que me tiraron
    me dejaron coja el alma.
    Entre basuras de tierra
    tengo mi pan y mi almohada.
    Vamos, pues, perrito mí­o,
    vamos, anda que te anda,
    con nuestra cojera a cuestas,
    con nuestra tristeza en andas,
    yo por mis calles oscuras,
    tú por tus calles calladas,
    tú la pedrada en el cuerpo,
    yo la pedrada en el alma
    y cuando mueras, amigo,
    yo te enterraré en mi casa
    bajo un letrero: «aquí­ yace
    un amigo de mi infancia».
    Y en el cielo de los perros,
    pan tierno y carne mechada,
    te regalará San Roque
    una muleta de plata.
    Compañeros, si los hay,
    amigos donde los haya,
    mi perro y yo por la vida:
    pan pobre, rica compaña.

    Era joven y era viejo;
    por más que yo lo cuidaba,
    el tiempo malo pasado
    lo dejó medio sin alma.
    Y fueron muchas las hambres,
    mucho peso en sus tres patas
    y una mañana, en el huerto,
    debajo de mi ventana,
    lo encontré tendido, frí­o,
    como una piedra mojada,
    un duro musgo de pelo,
    con el rocí­o brillaba.
    Ya estaba mi pobre perro
    muerto de las cuatro patas.
    Hacia el cielo de los perros
    se fue, anda que te anda,
    las orejas de relente
    y el hociquillo de escarcha.
    Portero y dueño del cielo
    San Roque en la puerta estaba:
    ortopédico de mimos,
    cirujano de palabras,
    bien surtido de intercambios
    con que curar viejas taras.
    «Para ti… un rabo de oro;
    para ti… un ojo de ámbar;
    tú… tus orejas de nieve;
    tú… tus colmillos de escarcha.
    Y tú, -mi perro reí­a-,
    tú… tu muleta de plata».
    Ahora ya sé por qué está
    la noche agujereada:
    ¿Estrellas… luceros…? No,
    es mi perro cuando anda…
    con la muleta va haciendo
    agujeritos de plata.

    Manuel Bení­tez Carrasco
    Granada, 1922 — Granada, 1999

  2. Aunque conocí­a el poema, gracias al secretario de mi planta, es ciertamente hermoso el amor expresado por un animal al que nunca crees que puedas querer y necesitar tanto. Siempre estuvo en mis brazos, desde pequeña la criamos con biberones de anisetes y luego con mucho mimo. Cuando alguien de casa estaba triste, no se moví­a de su lado y sus ladridos siempre anunciaban la llegada de cualquiera de la familia. Su mirada era tierna y atenta y siempre estuvo ágil hasta su 14 años. El año pasado la intervenimos de un piometra, y se recuperó totalmente, por eso, enterarme de su muerte en estos momentos de mi vida, me ha dejado «cojo». Se murió en la huerta, una tarde de campo con mis padres. Siempre le asustaron los cohetes y quizá la algarabí­a de las fiestas del pueblo la excitaron. El dí­a, las carreras de arriba a abajo, con saltamontes en la boca, con rosales en el pelo, y su rabo de alegrí­a insaciable, junto con los fuegos de artificio tumabron a su corazón en la cuesta de la acequia. mi padre la enterró cerca de la casa. junto al romero, y mi madre dice que ella misma eligió el sitio donde querí­a estar. Se la echa mucho de menos, como una más de la familia. Echo de menos no escuchar sus ladridos, cuando de forma inoportuna me da por estornudar. Duele. Pero así­ es la vida. Gracias por vuestro apoyo. Se os quiere.

  3. En otro orden de cosas, lanzar desde aquí­ un canto de alegrí­a por el naciemiento de la joven Angelina Guillen Olea. felicidades queridos padres. soys la cara jubilosa del cosmos. Un abrazo.

  4. ostias, felicidades a los papás! copón, nipollasvieo, que se parezca a la madre por su bien 😉

    Me ha gustado, Dr.J

  5. Lo siento de veras, Dr. J. Te diré que cada vez que el pequeño Piro se lleva una hostia (ojo, un cachetillo en el culete, eh? en plan regañina, vayamos ahora a hacer saltar las alarmas, con la de hijos de p*** que hay por ahí­ que son más animales que ellos) por hacer alguna trastada, luego me remuerde enormemente la conciencia y pienso en el dí­a en que lloraré por él. Piden poco, pero dan tanto…

  6. Enhorabuena otra vez, cosmo y A. Ya sabéis que vuestra alegrí­a es la nuestra.

    (joder qué tarde tan empalagosa llevo, coño, a ver si alguien destripa algo, hostia. Venga cosmo, ahora que estás pletórico, trinca a Lucí­a Etxebarrí­a, o al Nacho Vegas, o a algún timador de esos. Yo te echaré una mano, hihihi).

  7. la última payasada del de los heroes del callao con el nick drake de jun(el real timador ignacio vegas): real piece of shit, según de post-indie-ahora-soy-randy-newman-aunque-sigo-sin-afinar elementary dictionary

    tranquilos, se parece a la madre

    sondajes uretrales a todos

    err
    zoy feliz, areliteltu

  8. Siento mucho la ausencia de Gala.
    Imagino que has de recordar los buenos momentos que vivisteis juntos, sus ojitos y sus orejas en punta, su calor…El cielo de los perros habrá abierto sus puertas de par en par, andará feliz, ladrando y buscando su sitio en un nuevo paraiso y algún dí­a… quién sabe, a lo mejor va a buscarte, allá, al fondo, donde está la luz, para mostrarte tu nuevo hogar, al ladito de ella… porsupuesto.
    El tiempo, dicen es el único remedio eficaz, para mitigar los «dolores» por la ausencia de un amor ( sea del tipo que sea). Hagamos pues caso de lo popular y dejemos el tiempo correr……….
    Lo siento, por ti y por todos los que la querí­ais. Un abrazo fuerte y largo.

  9. De nuevo gracias Bianca. La casa familiar se estremece sin ladridos, pero los dí­as se suceden dejando el lado más amable de los recuerdos. Los grandes dolores los padecen los grandes seres que han decidido amar hasta el extremo. Así­ se escribe la pequeña historia de cada dí­a. Los abismos cotidianos tienen ojos, lágrimas, sonrisas, pájaros mordidos en la boca, vinos, pijamas, macetas, cariños e inmensidades de olivo. Gracias otra vez… y sigo sin adivinasr tu rostro. Besos.

  10. No te castigues, me conoces bién… bastante bién. Yo a ti, probablemente no tan bién y es que «la coplejidad» y tu ser se aliaron hace tiempo, quedándote con lo peor de la misma…, o lo mejor…, según se mire.
    Lo cierto es que te adiestró, para vagar por pasillos interminables de un ingente y hermoso laberinto que conforman tus pensamientos y del que me temo que en la mayorí­a de las ocasiones no sabes salir o peor aún, me atreverí­a a decir que no quieres salir… TE ENCANTA. En esa larga andadura, creo que te gusta vagar solo, por lo que dicha circunstancia y muchas más (tiempo y espacio) han dificultado el conocerte mejor, mas no el apreciarte y quererte.
    Querido Fer, me conoces bién, me llamabas ojitos de plata, yo te hablaba de mariposas amarillas que inundaban el parque..y que jamás se fueron.., después pasaron años…y nos hicimos grandes o diminutos proyectos de sabios…( según se mire), muy lejos el uno del otro… me temo que así­ estaba escrito. Lo del nombre, es significativo porque….¡me encanta! y así­ debieran haberme llamado, más ahí­ quedó… en debieran…
    En fin, estoy encantada de poder verte de vez en cuando, aunque sea a través de esta pequeña ventana virtual que nos ha abierto el futuro. Lo bueno : tu letra, ahora es bastante más legible..(es broma).
    Ah! Drº J, gracias por tus palabras, amenizas, estremeces, creas o hundes… sueños, pensamientos…¡curiosa especialidad la tuya!. En fin, gracias de nuevo.
    Te deseo un feliz dí­a, de alquien que te quiere bién bonito. Cuidate mucho.

  11. Querida Bianca, que torpe he sido, mil perdones. No imaginé que la niña que dormí­a bajo un algarrobo, que cultivaba violetas cuando no era fácil respirar y pintaba en las superficies del agua de las fuentes miles de sonrisas, se escondí­a detrás de ese nombre. Eres una mujer de la que siempre se aprende, por eso te escucho tanto cuando tengo la ocasión. Gracias por asomarte a esta ventana que da a esa provincia de mi alma que dejo explorar ligero de equipaje. El tiempo es distancia y el espacio también… pero no hay fronteras que no caigan. De todas formas, como en el túnel, estamos abocados a destinos distintos, pero una vez viajamos por el mismo túnel y ese tiempo fue delicioso. No sé dónde terminará mi túnel… pero quedan ventanas. Gracias por todo, me has enternecido. Un besazo.

  12. Bueno, no puedo dejar de hacer un comentario. Y que más te digo Dr. J, comparto tu pena.

  13. Comparto el comentario de mi querido cosmo, a ver si vamos a acabar escuchando a ílex un-vago o algo peor. Venga señores, cerremos los esfí­nteres tras este (no poco justificado) perí­odo de paréntesis, y a poner las cosas en su sitio again, como manda el Señor.

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