Escrito Originalmente por Dr Babinsky supongo
La sin razón y el miedo se apoderan de nuestras mentes. Nuestros tímpanos más que vibrar tiemblan aterrorizados cuando las ondas sonoras de la palabra crisis los golpean. Nuestros cerebros responden aturdidos en una marea eléctrica. Los banqueros atiborrados y opulentos ven mermar sus ingresos, esos que han ido consiguiendo con el arduo trabajo que supone subir hipotecas, crear miles de porcentajes sin sentido para obtener comisiones, enfrascados en el juego de yo te vendo tu me compras y así les sacamos el dinero. Y en ese estado de frenesí vieron el nacimiento de un agujero negro. Un centro de gravedad que todo lo atrae y lo concentra en un punto, un centro de gravedad etéreo y maldito que se queda con sus millones. Un agujero negro creado por ellos como resultado del torbellino del cambio imaginario de dinero y así como por arte de magia se hizo real. Se ha hecho poderoso, temible. Preludio apocalíptico del fin del mundo, del fin de su mundo. Han comenzado a gritar como pusilánimes quinceañeras a las que un hermano travieso ha dejado deslizar una lagartija por su espalda. Gritando a coro la tan temible palabra, crisis. Histéricos, aterrorizados exigen a los gobiernos fondos para mantenerse, para salir de su crisis.
La sin razón y el miedo se apoderan de nuestras mentes. Nuestras narices respiran aterrorizas a través de mascarillas de papel temiendo el aire impregnado de la gran pandemia de gripe. La fina separación entre nuestras fosas nasales y nuestro cerebro no nos protege. Esa gripe de las mil caras y los mil nombres inadecuados: porcina, Norteamericana, nueva gripe, gripe A (H1N1). Esa gripe fatal y destructora provoca reblandecimiento cerebral, tos, mocos y estornudos. Hasta la fecha el terrible número de unos 119.000 casos y 627 muertes confirmadas nos adelantan nuestro inevitable final. Histéricos y aterrorizados porque son más los casos, porque son más las muertes, porque no existen fronteras para este virus.
La sin razón y el miedo se apoderan de nuestras mentes. Nuestros ojos reciben a través del televisor de pantalla plana las imágenes de un ataúd de oro y miles de personas que lloran, cantan y bailan la muerte de un artista, de un Rey, del Rey del Pop. Imágenes que hacen sentir a nuestra mente la inevitable realidad de la muerte. Triste se nos anticipan la imagen de nuestra propia muerte, y la de nuestro funeral. Compungidos y temeros cual niños ante la sombra que acecha en el armario de nuestro cuarto solitario y oscuro luchamos contra la imagen del fin. Si él muere, ¿quién no morirá?
Nuestros sentidos añoran las noticias inocentes, justificadas, que no creemos, que nos generan dudas, a las que se habían acomodado. Esas realidades que atraviesan nuestros oídos, que no olemos, que no impregnan nuestras retinas. Imágenes de 852 millones de personas desnutridas, emitidas por organismos poco rigurosos como la FAO, imágenes de 25.000 muertos diarios de hambre, imágenes de 6 millones de niños que mueren al año de hambre. Tímpanos endurecidos para ondas sonoras que traduzcan SIDA, que suenen a 33 millones de infectados, 2 millones de muertos en al año 2007, 2.7 millones de nuevas infecciones. Narices que no van a oler al mosquito Anopheles, ni el sudor que emana de la fiebre que provoca la malaria. Para ella existe frontera, la imponen el dinero y los trópicos. Narices que no olfatean la amenaza a la que está expuesta el 40% de la población mundial, que no huelen el sudor de las fiebres que sufrirán 500 millones de personas al año ni el hedor de la muerte de 1 millón de personas al año que provoca el mal aire. Datos relativos, llevados tremendistamente a la categoría de pandemias por la Organización Mundial de la Salud.
¿Dónde enterramos la razón? ¿En qué ataúd de oro amortajamos al sentido común? ¿Cuándo llegó la crisis, si es que alguna vez se fue? ¿Por qué una muerte es más que otra? ¿Cuál es la diferencia según la causa de la muerte?
Cuando alguien muere algo se pierde en la humanidad, pero resiste. Cuando perdemos la razón, los sentimientos, la esencia del ser humano, la humanidad es la que está muerta. ¿Quién cantará en su funeral?