No lo hubiera creído hace un año si me lo hubieran dicho. No habría hecho ni puñetero caso. Así soy. Pero tras leer dos novelas de este autor soy yo mismo quien lo digo ahora: Joseph Conrad es uno de los grandes. Sin duda. La primera novela fue la conocida “El corazón de las tinieblas† (1899), y me costó más de un atranque para terminarla. Y la terminé en tal estado de tensión que el hecho de haberla terminado no hizo más que acrecentarlo. Seguí varios días dándole vueltas a la cabeza, para al final asentir con un leve gesto: ¡será hijoputa!
Y la segunda novela ha sido Nostromo. Si bien en la primera la densidad se compensaba por la corta extensión (ciento y pico páginas), en ésta el volumen de páginas no alentaba la lectura, teniendo en cuenta las dificultades que entrañaba el texto: ambiente “político†, multitud de personajes, grandes pasajes meramente descriptivos… desde el principio se hace cuesta arriba, y la presunción de un trabajo agotador genera inmediatamente la tentación de abandonar. Pero hay algo, un nosequé que te mantiene pegado a las páginas, inmerso en una trama que uno va haciendo suya conforme va descubriendo un mundo totalmente imaginado, salido de la imaginación del autor: un país (desconocido, no nombrado), una región (Costaguana), unas ciudades (Sulaco, Santa Marta, Los Hatos), una geografía enmarcada por unas referencias que lo hacen situarlo en el caribe centroamericano… y los personajes: impresionantes caracterizaciones de los distintos “pueblos† de donde proceden: los arrogantes ingleses (los Gould, el misterioso Dr Monigham, el capitán Mitchell), los orgullosos y aventureros italianos (el garibaldino Giorgio Viola con sus dos hijas, Linda y Gisela; la signora Teresa), el insoportable francés (Martin Decoud) y los nativos (herederos de la tierra y sus frutos, esclavizados por los colonos; el bandido Hernández que se hace héroe; los ilustres Avellanos, padre e hija). Y sobre todos estos la figura inconmensurable del capataz de cargadores Nostromo, Jean Battista. El incorruptible azote de ricos y defensor del pueblo. Pobre por naturaleza, marino infatigable. Un tío duro. Conforme avanza la novela se le intuye que su papel principal va a ser determinante para el futuro del país y puede ser que le vaya la vida en ello…
Todo esto está muy bien y podría ser una gran novela de aventuras de un gran escritor. Pero estamos ante Conrad. Y éste cabrón tenía que tener escondido, no un As, sino una jodida baraja de Ases en la manga para dejarnos boquiabiertos con una serie de requiebros argumentales que, lejos de enredar, terminan por cerrar el hilo dramático de una forma perfecta. Toda la complicación política se aclara, los verdaderos personajes de peso son pocos y definitivos, los secundarios son perfectos. Y lo que realmente importa es el ser humano, con sus virtudes y sus miserias, sus orgullos y sus tinieblas: la pugna dramática entre lo terrenal y lo espiritual. ¿Qué creéis que termina prevaleciendo?…
NO-VE-LÓN
PD1: creo que puede considerarse la novela predecesora de la narrativa latinoamericana del siglo XX, sin duda. Gran parte de Rulfo, de Mutis, de García Márquez, de Onetti, de Vargas-Llosa, está en ésta obra.
PD2: estoy convencido que Pérez-Reverte inspiró (vamos, calcó) su personaje el Capitán Alatriste en este Nostromo, y le salió una “copia defectuosa†. Confiesa, truhán.