Tiempo de mudanza

Frágil

Cambiar de estado itinerante a estado hipotecario supone una solidificación del ensueño juvenil. Cajas de cartón de viejos televisores, de mantas eléctricas, de fruta… se transforman en cofres marrones donde se sepultan fotos, libros, música en todos los formatos, enseres de cocina, trastos, electrodomésticos grises…

La mudanza atrapó mi tristeza, la envolví­ con cuidado para no dañarla, y la guardé en el trastero. Empieza un tiempo para la imaginación, pera la distancia y para ser de nuevo un buscador. Armar muebles, elegir cortinas, engalanar las bombillas con algo más que la luz. Poner distancia. Poner lavadoras. Poner constancia. Poner arcones en la alcoba.

Cada tiempo de mudanza necesita un paisaje. Yo tengo una terraza donde puedo ver la vega vestirse de mañana y de tarde. Quedarme quieto, apreciando el frí­o de la noche, mientras miro absorto el perfil de la sierra. Tengo el privilegio de la serpiente, puedo enroscarme en la montaña y mudar de piel. Tengo el privilegio de cerrar los ojos cuando entro en casa y poder seguir echándote de menos.

Hay dí­as y momentos en los que la vida te da más de lo que necesitas o crees merecer. Si se cultiva la humildad (la mí­a anda en barbecho) comienzas a ver en el paí­s de los ciegos. En ese valle donde todo puede volver a empezar, donde renombrar las palabras, palabras como leche, sueño o combate, no es más que un juego. Los colores van cambiando, se muda tu mirada. Esperar el movimiento de cada paso como si ya estuviera andado. Según el tiempo, una palabra madura o se empequeñece, es capaz de mutar, de mudarse de objeto, de cambiar su significado. El tiempo de mudanza cambia palabras escritas en buzones y palabras pronunciadas en silencio, cerca del corazón. Empiezo a comprender, como los antiguos, que lo permanente es el cambio.

«Y Núñez se encontró a sí­ mismo intentando explicar el ancho mundo del que habí­a caí­do, el cielo y las montañas, la visión y otros prodigios como aquellos… Y ellos se negaron a creer o a entender nada de lo que les dijo… ni siquiera comprendieron muchas de las palabras. Durante catorce generaciones, aquella gente habí­a estado ciega y aislada del mundo de los videntes. Los nombres de las cosas alusivas a la visión se habí­an olvidado y habí­an cambiado.»

El paí­s de los ciegos. H.G. Wells

Siempre vuestro…

Imagen original en morgueFile

Cormac McCarthy: (Desolation) Road (2006)

Pues para inaugurar, y celebrar, el trienio de bruto, alguien habitualmente dedicado a la sección musical va a comentar un libro. Una novela.

cormac mccarthy the road - la carreteraSolamente se trata de las últimas 200 páginas que ha parido el amigo Cormac: un texto escueto, desnudo, frí­o. A algunos puede parecerle breve, solitario y premeditadamente apocalí­ptico. Pero duele, mucho, porque llega ahí­ mismo, donde quiera que cada uno tenga lo que comúnmente podrí­amos llamar el desagüe de los sentimientos, donde se va puliendo el reconocimiento de uno mismo. Los que busquen más «Meridiano de sangre» saldrán decepcionados. Ésta novela va más allá del terror violento y macabro de su obra magna: es su epí­logo baldí­o, el silencio tenso tras la detonación…

El diseño de la portada nos pone sobreaviso: aquí­ no hay nada. Por no haber no hay mujeres (sólo en el pensamiento del prota), los dos personajes carecen de nombre y de futuro, son un padre y un hijo solos, no existen bares (están desolados), ni tiendas (arrasadas), ni ciudades propiamente dichas (son un amasijo de hierros calcinados y una nube de ceniza). El mundo sólo tiene dos colores: el gris y el negro. Sólo existen dos elementos: el viento y el frí­o. Y dos sentimientos: la angustia y una rayita de esperanza. Un objetivo: ir hacia el sur (no sabemos por qué, pero es lo que hay que hacer).

En un devenir semejante, huyendo de las sombras de una civilización personificada en forma de bandoleros futuristas, perseguidos (ayudados) por sus recuerdos avanzan, se arrastran, los personajes por escenas de «realismo sucio»: Cormac depurado, devastado…

Le han otorgado el Pulitzer por esta obrita, lo cual le hará más mal que bien, menos en el bolsillo.

Y poco más, salvo el formato, un relato hecho a pequeños retazos, párrafos cortos como fogonazos de escopeta (o suspiros agonizantes)… sólo alguna muestra:

«Noches más tenebrosas que las tinieblas y cada uno de los dí­as más gris que el dí­a anterior. Como el primer sí­ntoma de un glaucoma frí­o empañando el mundo. Un frí­o como para agrietar las piedras. Como para quitarte la vida. Abrazó al chico que tiritaba y contó cada frágil respiración en medio de la negrura.
Despertó al oí­r un trueno en la distancia y se incorporó. Si se mojaban no habrí­a fuego con el que calentarse. Si se mojaban lo más probable es que muriesen.
Se agachó para toser y tosió durante mucho rato. Después se incorporaba, los ojos lagrimeando. En la nieve gris una fina bruma de sangre.
¿Estás ahí­?, susurró. ¿Te veré por fin? ¿Tienes cuello por el que estrangularte? ¿Tienes corazón? ¿Tienes alma maldito seas eternamente? Oh, Dios, susurró. Oh, Dios…»

Cormac, ¿qué será lo siguiente?

No seré yo quien diga algo.

PD: el tí­tulo no corresponde exactamente con el del libro. Es un juego de palabras que algunos sabrán descifrar y otros, simplemente, criticar.