Escrito Originalmente por Drake
extrañas bocas sin fondo,
van a lamerte los labios
calientes y rumorosos†
Manuel Picón
Existe un dicho popular grabado a sangre y fuego entre los porteños de Montevideo: “Si querés conseguir algo tenés que ser un poco canalla, especialmente si se trata de una mina (1)†. Pero el truco está en serlo solo un poco, no está la vida como para ir haciendo enemigos. Si se va la mano y el mate se pasa de amargo, nadie debe saberlo.
Los viernes por la noche acudía al facal (2) que hay en la esquina de Minas y Dieciocho de Julio a esperar que la fortuna me enviase algún otario (3) para poder costearme la chicha y la grasa (4) del resto de la semana. Estaba en la franckfurtería que hay frente a la entrada del facal para conseguirme un bocado caliente cuando pude ver por primera vez sus ojos verdes, apurados por el azar de haber olvidado los pesos al ir a pagar. Como un buen charrúa la socorrí, y después la galantería y el hecho de ser guapo hizo todo lo demás.
Comenzamos a vernos con frecuencia y nos gustaba pasear por la orilla del río y ver los ferrys que partían hacia Buenos Aires. Coincidíamos en el sueño atávico de tomar uno de ellos y alejarnos de la ciudad, a la que por no sé que extrañas razones seguíamos ligados. Pero está claro que uno no elige cuando y de quién se enamora. Un día me confesó que estaba liada con un tipo que controlaba todo el cambalache del puerto de Montevideo y, claro está, eso eran palabras mayores. No podía levantarle la mina a un bacán (5) de esa envergadura sin arriesgarme a amanecer colgado de las ternillas en una de las grúas que desembarcan la mercancía. Pero también estaba cansado de renunciar y en ese momento no tenía muy claro si podría seguir viviendo sin ella.
Llegó el verano para precipitar las cosas, como casi siempre. Se marchaban a Punta del Este durante un tiempo excesivo para mi posibilidad de aguante. Ya me costaba demasiado esperar todas las noches hasta el día siguiente e imaginármela en los brazos sin alma de aquel macana. Una vez más tendría que recurrir a la fabla (6) para conseguir mis objetivos. Todo era cuestión de sumar voluntades. No me costó demasiado llegar a un acuerdo con ella y recibir la información sobre los lugares que frecuentaban.
El siguiente paso era algo más complicado. Me dirigí a los alrededores de la cancha de Peñarol, donde en otros tiempos escribían la historia El Cotorra, Schiaffino, Morena, Perdomo… Ahora quien mejor corría la banda era mi amiga Margot que, a pesar de ser más social que las gallinas, estaba profundamente enamorada de mí. Su sueño, como el de todas las yíras (7) era conseguirse un bacán que la retirara, y en eso estaba mi baza. A pesar de la cantidad de noches que había pasado a la intemperie tenía clase, y sobre todo unas caderas que me recordaban a Marta Gularte. El trato era que yo le proporcionaba el bacán y ella se olvidaba de mí, al menos durante un tiempo.
El resto era lo más sencillo, conseguir un par de socios de entre el malevaje que se dejasen dar un par de golpes por unos cuantos pesos.
Todo estaba preparado de antemano. Margot y yo esperábamos en las cercanías de la calle donde estaba situada su lujosa casita de verano. Mis socios, apostados en la esquina, esperaban la señal que ella me enviaría por el celular desde la toilette del restaurante donde habitualmente iban a cenar. Todo en orden, unas risas de alcohol se escuchaban poco discretas desde el fondo de la calle. Las tres sombras se abalanzaron sobre ellos poniéndoles una navaja en el cuello y yo, que en ese momento pasaba por allí, la emprendía a golpes con mis socios. Todo salió a pedir de boca, salvo un diente que le tuve que pagar al más pelotudo.
Sabía que aquello sería definitivo para entablar amistad con ese tipo. Esta gente conoce a la perfección que su vida depende de otros y, al poco tiempo, ya estaba trabajando para él. Volvía a poder asomarme todos los días al mar esmeralda de sus ojos.
Margot no tardó demasiado en hacerse con él. Si hay algo que hacía mejor que nadie era seducir a los maulas (8) que no dudan en coquetear con la mujer del hombre que les ha salvado la vida. Solo bastaron unos cuantos pases de sus nalgas candombleras y ya estaba en el frasco. Lo siguiente es fácil de imaginar: Una cita con Margot en su casita de verano mientras yo llevaba a su china de compras, un olvido que obliga a regresar de forma imprevista y… a repartir el pastel de forma elegante, utilizando viejos códigos de garufas (9) Todos teníamos en ese momento lo que queríamos.
Sí, soy un fablador, y no me avergüenzo de ello. Por el mismo motivo que tampoco le guardo rencor a Margot por colocarme en la chaqueta una bolsa de cocaína que me atrapó la cana (10) cuando íbamos a cruzar la aduana para tomar el ferry de Buenos Aires. Nunca había temido perderlo todo porque nunca había tenido demasiado, pero en esta ocasión no solo perdía la libertad, perdía también a mis ojos verdes e, incluso, a mi amiga Margot, que consolaba mis largas noches de invierno. Cuando saliera de la cana tendría que volver a aliviarme en los cotorros (11) y en el fondo de los zaguanes, Pero no pasa nada, la vida me debe otra.
Y es que no podés fiaros de una yira. Y menos aún si le brillan los ojos al mirarte.
Vocabulario:
- 1) Mina:
- Mujer
- 2) Facal:
- Bar céntrico situado en una esquina
- 3) Otario:
- Individuo torpe, con poca experiencia
- 4) Grasa:
- Licor
- 5) Bacán:
- Individuo adinerado, de la alta sociedad. Pretencioso
- 6) Fabla:
- Confabulación
- 7) Yira:
- prostituta
- 8) Maula:
- Tramposo
- 9) Garufa:
- Juerga. Juerguista
- 10) Cana:
- Policía. Cárcel
- 11) Cotorro:
- Habitación de un burdel