El software libre y la campana de Gauss o musikboy Vs Miguel Campoviejo

Escrito Originalmente por musikboy

tubular

    Musikboy: Hola, buenas tardes, Miguel Campoviejo.

    Miguel Campoviejo: Hola musikboy, gracias por traerme a tu programa.

    Mkb: Miguel, ¿por qué tienes nombre de bodega?

    MC: No sé si puedo responder a esa pregunta. Mi agente me ha recomendado no hablar de mi vida privada.

    Mkb: Aha, bueno, no te preocupes. Hablemos de música.

    MC: Gracias, musikboy.

    Mkb: Miguel, ¿es verdad que has muerto al precipitarse sobre tu cabeza una campana tubular?

    MC: Así­ es, musikboy, estás enterado de todo.

    Mkb: Sí­, bueno, demos las gracias a mi equipo de documentalistas que leen todo el rato la Cosmo. Cuéntanos qué ocurrió exactamente.

    MC: Pues estaba tocándome los huevos en el salón de mi casa escuchando Tubular Bells III, cuando la puta campana de tubo se soltó.

    Mkb: ¿Se soltó?

    MC: Sí­, la vi caer lentamente. Golpeó en la pared antes de matarme y emitió un sonido bellí­simo.

    Mkb: Supongo que no tan bello como el que producirí­a al partirte el cráneo.

    MC: Eso no me ha hecho gracia, musikboy.

    Mkb: Lo siento, lo siento. ¿Sabes que tienes muchos admiradores aquí­ en bruto?

    MC: Sí­, eso me han dicho los de la compañí­a, por eso he venido.

    Mkb: Aquí­ la gente tiene muy buen gusto musical.

    MC: Ya sé, ya sé, mando un saludo a todos mis seguidores y les recuerdo que pueden comprar camisetas con el lema Miguel Campoviejo Vive a 35 euros, gastos de enví­o no incluidos.

    Mkb: Bueno, Miguel, ya has hecho cuña. No tolero publi en mi espacio. Acabamos aquí­ la entrevista. Gracias por venir y cuidado con las campanas.

    MC: Gracias por dejarme hablar en este espacio. Un saludo.
     

Hacia la Plenitud

Henri MichauxMe siento en esta noche, noche insomne de entretiempos. Noche canina de casas recortadas a lo lejos. Me siento un rato a descansar. Tengo el estómago pesado y un ardor que no calman los antiácidos. Deseo tomar una ginebra con tónica, para asentar los jugos de mi cuerpo secretor. Pero aún queda trabajo. Mi trabajo de observador de dolores ajenos. Aprovecho esta pausa en la guardia, miro por la ventana la noche de agosto. Qué no se ha dicho de la noche que no recuerde. Miro y pienso en el humo, en la danza esférica de los opiáceos, en el camión de la basura, en los recuerdos de cada habitación de estas paredes de papel. La puerta del despacho se acaba de abrir con una ráfaga de aire tibio. Tibio, como cada paso en esta noche de sollozos y gritos. Y gritar no se puede cuando el alma se apaga y no hay nadie que te escuche. Últimamente pienso demasiado en mis dí­as venideros, pero no les doy forma, son como una ciudad sin cemento ni planos, ni obreros ni presupuestos, donde quiero apaciguar a las fieras de los territorios del norte. El busca suena, en esta provincia de elefantes con trompas de plástico. Trompas artificiales que aportan oxí­geno a seres anaerobios. Me invade un sentimiento de evasión, pero debo permanecer impasible y despierto para disolver angustias. De buena gana me tomarí­a otra ginebra. De buena gana os dejarí­a mi saber, mi calma, mi desasosiego, de buena gana os cederí­a mi puesto, mi vida incompleta, mis máscaras y mi cuervo, para poder salir a tomar un rato el aire.

h michauxLa noche avanza inmutable por su atávico camino hacia el exterminio de las conciencias. Mensajes de otros continentes me dicen que el mundo puede cambiar con un poco de luz, con un poco de cada uno. Mis elefantes me dicen que nada cambiará nunca. Que el dolor es el dolor y el placer la sombra de una ilusión que un mago despistado nos dejó en el alma. Y así­ veo otro enfermo, y otro, y otro, que engordan la lista de ciudadanos de esta provincia mundana sin tesoros que esconder. Y miro otra vez la noche, y saco un libro de mi cartera. Son unos poemas de Henri Michaux, escogidos para la ocasión. Y Michaux se hace fuerte en las sombras, y descubre la simultaneidad palpitante de todos los momentos de esta vida, de todos los lugares. Y Michaux se levanta y me dice que después de repugnar los cambios y la comida, después de temer escribir, de sus preferencias, aprende la virtud de los viajes, el conocer las cosas tal y como son… tal como son. Y así­, a través de las pruebas del espí­ritu, poder llegar a la plenitud. Ésa será la meta, alcanzar la plenitud…

HACIA LA PLENITUD.
Recibimos.
Recibimos,
Tenemos el sortilegio de recibir
De en secreto sin fin
Lo impalpable de recibir.

DíA DEL NACIMINETO DE LA ILIMITACIÓN.
Otro mundo me acepta
Me anexiona
Me absorbe
Me absuelve
Armisticio de las pasiones.
Bancos de claridad
Soterradamente
Sobrenadamente.
La emanación de existir
El engrandecimiento de existir
El promontorio, la impetuosidad de existir.
He llegado a la plenitud
El instante es más que el ser
El ser es más que los seres
Y todos los seres son infinitos.»

Fragmento de «Hacia la plenitud», de H. Michaux. Trad. Julia Escobar

Siempre vuestro Dr. J.

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Asamblea

asamblea Salí­ de oí­r misa con la misma sensación de otras veces. El cura habí­a estado diciendo todo el rato lo mismo: «Hay que ser buenos».

Fui a cenar a casa de mis padres. Habí­a reunión familiar. Mi padre abrió la puerta y me dijo:

    – ¿Como estás?
    – Yo bien, ¿y tú?
    – Yo bien.

Durante la comida no dije nada. Una cuñada se dirigió a mí­:

    – ¿Como estás?
    – Yo, bien.
    – ¿Como te va ahora?
    – ¿A quién? ¿A mí­?
    – Sí­.
    – A mí­, bien.
    – Estupendo.

Mi madre intervino cortando aquel espeso y maravilloso silencio.

    – Hijo, ¿quieres más postre?
    – No. Yo voy a salir ya.
    – ¿Dónde vas?
    – Yo, a casa.

Me fui a casa.

Al dí­a siguiente en el trabajo, habí­a una reunión de las de ése nombre. Durante la misma, mi jefe dijo:

    – Así­ hacerlo debemos. Creo.

No tengo por costumbre contradecir a mis jefes, así­ es que dije:

    – Bien.

El contestó:

    – ¿Harás tú eso?
    – Confiar. En mí­ se puede. Sí­ haré
    – dije.

Cogí­ un caramelo antes de marcharme a hacerlo. Dije a la secretaria:

    – Creo que volveré.
    – Bien
    – respondió.

No volví­. Fui a comer bocadillos de salchichinas con salsa de tomate. Comí­ cuatro y llené en silencio ese vací­o acogedor.

Por la noche, dormí­ bien.