Muchas veces, los excesos del lenguaje místico han llevado la experiencia extásica a una literatura decadente. Es imposible transmitir tanta nada en tan enfermas y efímeras palabras. Ante esto sólo queda el silencio… y en su defecto la poesía. Así tenemos grandes místicos en Santa Teresa, San Juan de la Cruz… pero luego todo se perdió hasta llegar a Rilke (que retoma a los grandes germánicos como Eckhart o Silesius), Celan… así que animaros con la poesía, medio para acercarse a la nada… del yo.
Una nada hemos sido, somos, seremos, floreciendo; rosa de nada, de nadie.»