Andar los caminos, irse de viaje, convertirse en peregrino, es avanzar en la senda del espíritu. Muchas veces los viajes son una búsqueda interior, un reflejo del movimiento terrestre del cuerpo en el estanque del alma. La traslación corporal nos permite ser conscientes de los meses y los días como «pasajeros de las edades, siendo también viajeros los años que van y vienen» (Basho). Así mucha gente ha encontrado en el viaje un camino iniciático hacia la esencia del propio ser. En España tenemos el vulgarizado camino de Santiago, en Japón está la Senda de Oku.
Esta senda la anduvo Basho a sus cuarenta y pico años, unos dos mil trescientos kilómetros de recorrido. Constituye el cuarto de sus cinco viajes con los que terminó sus días en esta tierra. Senda hacia tierras hondas, es un breve diario de esta peregrinación llena de prodigios cotidianos. A estas alturas de su vida, Matsuo Basho se había convertido a la tradición Zen, vivía en una chozilla al lado del río Sumida, donde plantó un platanero (Basho) que dio nombre a su nuevo ser y aquella región apartada del mundo. Desde allí cultivó la meditación como vía hacia el nirvana, o la iluminación, que no consiste en saber la verdad, sino estar en ella. Y los Haikus son el reflejo de este alma que conoce el mundo con nuevos ojos. Esta poesía retrata visiones de la naturaleza, tal como son, eran y serán, aquí y ahora. Una visión que cambia la percepción del mundo y te zambulle en la unidad del viejo estanque.
Este librillo lo tradujo por primera vez al castellano Octavio Paz, comentando de él: «Breve cuaderno hecho de veloces dibujos verbales. En este libro no pasa nada salvo el sol, la lluvia, los árboles, una niña… no pasa nada, salvo la vida y la muerte»». Con esto quiero decir que entender esta poesía japonesa tiene más que ver con la sutileza del alma que lo lee, más que con la percepción espaciotemporal del pensamiento de Occidente. Octavio Paz entendió a Basho, como Ueda entendió a Rilke. Del humor a la tristeza, del caminar a la contemplación. Que los días nos sean propicios, que los años sean aliados, que el sol nos acaricie cuando decida salir de su escondite algún día de estos.
Cuando desembarcamos en un lugar llamado Senju, pensé en las tres mil leguas de trayecto que me esperaban y se me llenó el corazón de congoja, derramando lágrimas de despedida antes de lanzarme a confines fantasmales.
Se va la primavera.
Lloran las aves, son lágrimas
los ojos de los peces.»«Senda hacia tierras hondas» – Basho
Siempre vuestro, Dr. J.
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- [Sendas de Oku de Matsuo Basho]
[Matsuo Basho | Wikipedia]
[Haiku | Wikipedia]
[Haiku | Technorati]
[Fotos Haiku | flickr]
[Traducción de Sendas de Oku de Matsuo Basho]
[Literatura clásica japonesa]