La melancolía es la resaca de la felicidad y el olvido el amor de los vencidos. El olvido suele tener tintes de tragedia, porque olvidar es avanzar en la ausencia, porque olvidar es adentrarse en la senda del tiempo. Porque las edades tienen provincias, y éstas se abandonan a cada movimiento, porque el tiempo es inalterable, porque nadie puede detener nuestro paso. Si me fuera más allá del dulce abismo, quién me esperaría en casa con tomates y flores recién cortadas. Alejarse es olvido, olvido es alejarse. Alejarse en tiempo y en espacio, en días y colores y canciones y cervezas y abrazos y sonrisas. Olvido es una plaza abarrotada de gente que ha desconocido cómo se alteran los mortales sutiles sentados frente a un piano, que confunden el ruido de los semáforos con el canto de los pájaros. El amor al comercio de especias en la puerta de la catedral.
El olvido es aprender a morir con el pasado, y lo que queda es lo que viene siempre, de cara… con la cara lavada.
Olvido también es una forma de amar. Amar tanto hasta olvidarse de uno, de tu familia, de tu tristeza, de tu cocido, de tus libros, de tus palabras. Abandonarse a otro cuerpo como una puta en la posada abierta veinticuatro horas para el alma. El olvido, el desapego, la renuncia, el vacío. El olvido es una cura. El olvido es una forma de acercarse al otro lado. El olvido es un salto, una forma de no intentar perdurar en estos rastrojos y estos nombres. El olvido es la danza de los derviches, salir del origen para poder regresar con un manto blanco de vuelo, donde las formas conocidas quedan fuera de un pecho pulido por el amor. Amor y olvido para el nuevo nacimiento donde todo es ilimitado. Los tulipanes han sonreído, los tulipanes han surgido. Olvido y unión mística. La muerte como olvido de esta tierra. Aniquilación y olvido.
Quizá las palabras aquí escritas ofrezcan confusión, como mi corazón confundido, pero espero que animen a entender un camino, la búsqueda de una luz no mancillada de antemano, la búsqueda de un nuevo amor. Rumi vivió su vida con la añoranza del cielo, yo quiero olvidar la tristeza, olvidar mi nombre y encontrar mi esencia. Y no quiero hacerlo solo, sino rodeado de pronombres que se completen. Olvidar para crecer… y siempre crecer en amor. Que la vida nos sonría, camaradas.
Desde que me procuré una hoja de Tu Amor, he olvidado trescientas hojas de ciencia»
(Rûmî, 1207-1273. Poeta sufí consagrado a la nostalgia del amor divino, fundador de la cofradía de los derviches danzantes, enterrado en Konya, Turquía, donde aún se celebra su muerte como un fiesta).
Siempre vuestro Dr. J.
P.D.: felicidades al ínclito Talibán por su desposorio, fiesta que intentaré no olvidar.