El actor Luis Tosar cantando ‘Elderly Woman Behind The Counter in a Small Town’ de Pearl Jam en el programa de Buenafuente. [Actualización 11/06/2007: cambiado el enlace]
Luis Tosar tocando una parte de ‘Daughter’ con la banda del programa Lo más Plus. [Actualización 11/06/2007: Han quitado el vídeo de YouTube]
Category / Artes
Syriana (2005)
El guionista de Traffic, ahora metido a director, pretende mostrarnos todas la tramas alrededor del petróleo, los gobiernos y las grandes corporaciones. No necesariamente fáciles de seguir en la vida real, imagínate condensadas en 2 horas. Con lo que debemos quedarnos con esbozos, protagonistas desde diferentes ángulos que entran y salen y juegan su pequeño papel. Como en otras grandes películas de temática política o social, a uno le queda cierta desazón ante el teatro en el que no somos nada más que peones etc etc… En escenas cortadas a cañón, con conversaciones pilladas a medias, asistimos a brillantísimas reflexiones (más bien apuntes, por la brevedad) sobre la corrupción legalizada, o como los oligarcas árabes son «requeridos» cuando sube el paro en Alabama.
La película consta de al menos 5 tramas que van desde el agente de la CIA Bob Barnes (grande Clooney) hasta el joven pakistaní que se ve arrastrado por los fundamentalistas. Nadie se puede decir que sean los buenos, no del todo malos, sino actores de una partida en la que el primer mundo canibaliza al segundo, al tercero, y la madre que los parió.
El estilo documental (aderezado con algunos dramas paterno-filiales más, digamos, clásicos) le va que ni pintado al tema, aporta deliberadamente realismo; así como las interpretaciones, donde destacan George Clooney y Alexander Siddig como el principe Nasir. Mención para Christopher Plummer, abogado?, asesor gubernamental?, inquietante.
Dos citas memorables, perdón por no traducirlas:
Prince Nasir Al-Subaai: What are they thinking, my brother and these American lawyers?
Bryan Woodman: What are they thinking? They’re thinking that it’s running out. It’s running out… and ninety percent of what’s left is in the Middle East. This is a fight to the death.
Danny Dalton: Some trust fund prosecutor, got off-message at Yale, thinks he’s gonna run this up the flagpole, make a name for himself, maybe get elected some two-bit, no-name congressman from nowhere, with the result that Russia or China can suddenly start having, at our expense, all the advantages we enjoy here. No, I tell you. No, sir. «But, Danny, these are sovereign nations.» Sovereign nations. What is a sovereign nation, but a collective of greed run by one individual? «But, Danny, they’re codified by the U.N. charter!» Legitimized gangsterism on a global basis that has no more validity than an agreement between the Crips and the Bloods! Corruption charges. Corruption? Corruption ain’t nothing more than government intrusion into market efficiencies in the form of regulation. That’s Milton Friedman. He got a goddamn Nobel Prize. We have laws against it precisely so we can get away with it. Corruption is our protection. Corruption is what keeps us safe and warm. Corruption is why you and I are prancing around here instead of fighting each other for scraps of meat out in the streets. Corruption is why we win.
Brutal ésta última. Buen cine, para pensar a la vez que se disfruta de una tensión que no decae. Ah! y Marbella, ya lo sabiamos oye.
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Un Sordo Multitapia
Y usted, querido amigo, ¿no siente una gran turbación rodeado siempre de esas prodigiosas vestales, de ésas futuras diosas del fuego, del hogar y del arte de guisar?
Se ve que alguna influencia sí que ejerce sobre las citadas, puesto que sus apariciones por los pasillos del Liceo son bastante comentadas. Usted surge de la más profunda nada, de lo jondo de la escalera. Y se muestra ante nos, paseando por las aulas, como en un enjambre, rodeado de animalillos zumbantes y dorados. Al distraído apicultor le preguntan cosas, le tocan su ropa inadvertidamente, a veces un brazo, acullá una confesión al oído, salpicando de dulce saliva sus ya de por sí portentosos pabellones…
¿No piensa como yo que sí que sabría dar a esos cuerpos cumplimiento y forma? Cumplimiento como varón sano que le supongo, y forma como adorno de los protocolos festivos y propios de quien se sabe depositario de un saber largamente experimentado, aunque sólo sea en su bulbo raquídeo (ésto último es opinión mía). Qué lejos todo ello ¿verdad? De la “eyaculatio precox† sabatovespertina y de medio pelo a que se ven sometidas por esos muchachos sin camisa, idiotas asilvestrados, a medio camino entre niños y reclutas de provincias; ésos, en suma, desmedidos y gritones garrulos de pelopincho.
¿Acaso no sabría usted encender cada poro de piel bestia de esas criaturas? Habida cuenta su gusto particular hacia los períodos táctiles, podría administrar su sacramental y adorada extremaunción de diez dedos largos ahí donde los pantanos son más frondosos y donde los muslos adquieren una consistencia ciclópea. Unas palabras tiernas aquí, un fragmento de un poema arrebatado a su autor allá, unos agavillados susurros delicuescentes mientras sus extremidades van reconociendo el campo de batalla, comprobando la frescura de sus epidermis, su tornasolado vello púbico, la densidad de sus pechos y su negación de la ley de la gravedad, esas otras humedades de rigor… síiiiiighhhh.
Usted, querido amigo, se sabe entonces convertido en el nuevo y hechizante hipnotizador, como un provocador absolutamente consciente del abandono a que se entregan las cachorras, del traspaso cósmico sin parte del precio a su legítimo dueño, o sea, usted, éso, sí, exacto: el Gran Chamán.
Todas las metáforas del amor se abrirán entonces sorprendidas como las patas de un cangrejo dormido y se ceñirán como sujetadores de dos peces gemelos (los twinfish). Usted se sentará entonces en su culo y su piel escarnecida, brava y sola durante años, estallará como lo que es: una verdadera eutanasia del caos.
Ahhh! Qué momentos para recordar más adelante, en el cubículo de engorde, ¡resalao! En su despacho, en una vaga agitación ensoñadora, un azul y blanco batiente en el cielo atraviesa la ventana, y se le ve a usted ninfuleando y revolviendo sus papeles, sus carpetillas, el lápiz rojo y azul evaluador y demás artículos de neceser que componen el atrezzo de un adulto.
Porque eso es lo que es usted. Un adulto. Y desde hace algunos años, como usted bien sabe e ignorar no puede.
Y la tal implicación suya no resulta baladí, porque siendo usted adulto, el tercero en discordia en sus tórridos escenarios viene a ser la Fiscalía de Menores. ¿Usted me comprende? ¿Alcanza a aterrizar sobre los artículos del Código Penal que se ciernen sobre usted en cada roce, en cada pregunta, en cada confesión? ¿O verdaderamente me estoy dirigiendo a un enfermo alucinado por la fiebre, a alguien que no quiere escuchar, a un sordo multitapia?
Y lo cierto es que sus compañeros, lo observan con atención, con envidia. Menos dotados que usted para ésa íntima conexión juvenil, esperan, esperan y esperan, acechando en los departamentos, llamando sin entrar y a veces entrando sin llamar, buscándole los pies que se necesiten al gato. No ven el momento de entonar “sooorpreesaa!† y marcar con gusto y asentamiento un cero, un nueve y un uno, y escuchar al otro lado del lejanísimo hilo telefónico ésa voz barrigona y poco instruida que dice: “Vamos p´allá†.
La moneda ha caído en el fondo del vaso vacío de vino pálido. Se oyen grititos de nerviosismo y los dedos se le pegan a la mesa. Usted elige una de las tres apasionantes: ¿Beso, atrevimiento o verdad?
31 (Once elegías para los poetas que no beben cerveza)
A mis treinta y uno, me sorprendo cada día con todo lo que olvido. No me gusta, pero reconozco que algún amigo ha llegado a decirme que es por la cerveza. Sin embargo los poetas no beben cerveza, dije yo. Los poetas beben vino, güisqui sin soda, ginebra color zafiro con tónica, pero nunca beben cerveza. Cómo un ser que ha rozado las mieles del abismo y la felicidad, de lo real y lo imposible, de lo futuro y de lo pasado… Cómo un ser adiestrado en las sutilezas de la vida, etérea a veces, trágica siempre, puede saciar su sed con bebida tan vulgar. El vino es otra cosa. Está presente en todas las culturas, es y será bebida de dioses. Hasta fue un eximente ante de Dios, cuando Noé, borracho, penetró incestuosamente a su hija en el arca del diluvio (y vaya si diluvió). Pero la cerveza es una resaca dicharachera de color indecente. Yo bebo cerveza, porque aborrecí el vino. Últimamente una mujer se empeña en que lo disfrute, y voto a bríos que lo hago. Pero la cerveza sabe a música, amigos, viernes por la mañana en la facultad, botellines que eran ladrillos de una torre de babel imposible. Sabe a locuacidad, del misterio de las drogas a la danza desnuda de los calamares en las costas de motril. Por eso bebo cerveza y por eso no soy poeta. Pero sí escribo y sigo olvidando más de lo que debo.
Hay un poeta que bebía vino y cantaba siempre a la libertad, hasta que falleció exilado de su tierra coaccionada por el hambre y el miedo. En sus últimos poemas exploraba los fines y límites del lenguaje. El lenguaje como una elegía de la poesía. Recuerdo que compré este libro después de mi primera guardia de Medicina Interna. Tengo escrita en la primera página un escueto resumen para que no la olvide. En una letra casi ilegible de tinta azul, aparecen las palabras ingresos, óbito, hemorragia por traqueostomía e indefenso. Indefensión ante la infeliz realidad que nos toca vivir. Ante esto queda la abstracción y las palabras que quieren sobrevivir y perdurar. Aquí las palabras son el vínculo entre la humanidad y la trascendencia. Una trascendencia Hiperbórea y cálida que se alza sobre las aristas del frío invierno. Respiramos o somos respirados. Miramos o somos vistos. Inmersos en la ceniza no dejamos de imaginar el fuego. El huevo tiene ahora cascarón de piel. La razón de vivir está en las cosas que somos, en las cosas que amamos, en el ser que seremos en paisajes aún no creados. El cuerpo prepara su vuelo, el alma reivindica una nueva ciencia, la luz del corazón prepara al hombre para morir. La poesía devuelve aquí al hombre a sus orígenes. Se inicia una cacería de miradas infinitas. Las palabras, en un gesto brusco y atávico, se desprenden del envoltorio de lo cotidiano como un perro de sus pulgas. Así se aprende a ver más allá. Tenemos todo el tiempo para respirar todavía… y nos queda cerveza para olvidar.
Nichita Stanescu (Ploiesti 1933, Bucarest 1983). Poeta con todas las letras. Nominado al Nobel en 1978. Cuando recibió el premio Herder y Struga, se presentó en la sala del jurado vestido con un camisón de confección popular y un corazón pintado en la mejilla. El papel del poeta siempre será el papel de un bufón, que nos permite reírnos de lo que somos, y de lo que siempre fuimos… seres de materia intranscendente.
Me muero de una herida que no ha cabido
en este cuerpo mío apto para heridas
gastadas por palabras, pagando arancel de rayos en aduanas.
Aquí estoy, tendido sobre piedras, y gimo,
los órganos hechos trizas, el maestro,
ah, está loco porque él padece
del universo entero.†Once elegías. La última cena. Nichita Stanescu