Cormac McCarthy: (Desolation) Road (2006)

Pues para inaugurar, y celebrar, el trienio de bruto, alguien habitualmente dedicado a la sección musical va a comentar un libro. Una novela.

cormac mccarthy the road - la carreteraSolamente se trata de las últimas 200 páginas que ha parido el amigo Cormac: un texto escueto, desnudo, frí­o. A algunos puede parecerle breve, solitario y premeditadamente apocalí­ptico. Pero duele, mucho, porque llega ahí­ mismo, donde quiera que cada uno tenga lo que comúnmente podrí­amos llamar el desagüe de los sentimientos, donde se va puliendo el reconocimiento de uno mismo. Los que busquen más «Meridiano de sangre» saldrán decepcionados. Ésta novela va más allá del terror violento y macabro de su obra magna: es su epí­logo baldí­o, el silencio tenso tras la detonación…

El diseño de la portada nos pone sobreaviso: aquí­ no hay nada. Por no haber no hay mujeres (sólo en el pensamiento del prota), los dos personajes carecen de nombre y de futuro, son un padre y un hijo solos, no existen bares (están desolados), ni tiendas (arrasadas), ni ciudades propiamente dichas (son un amasijo de hierros calcinados y una nube de ceniza). El mundo sólo tiene dos colores: el gris y el negro. Sólo existen dos elementos: el viento y el frí­o. Y dos sentimientos: la angustia y una rayita de esperanza. Un objetivo: ir hacia el sur (no sabemos por qué, pero es lo que hay que hacer).

En un devenir semejante, huyendo de las sombras de una civilización personificada en forma de bandoleros futuristas, perseguidos (ayudados) por sus recuerdos avanzan, se arrastran, los personajes por escenas de «realismo sucio»: Cormac depurado, devastado…

Le han otorgado el Pulitzer por esta obrita, lo cual le hará más mal que bien, menos en el bolsillo.

Y poco más, salvo el formato, un relato hecho a pequeños retazos, párrafos cortos como fogonazos de escopeta (o suspiros agonizantes)… sólo alguna muestra:

«Noches más tenebrosas que las tinieblas y cada uno de los dí­as más gris que el dí­a anterior. Como el primer sí­ntoma de un glaucoma frí­o empañando el mundo. Un frí­o como para agrietar las piedras. Como para quitarte la vida. Abrazó al chico que tiritaba y contó cada frágil respiración en medio de la negrura.
Despertó al oí­r un trueno en la distancia y se incorporó. Si se mojaban no habrí­a fuego con el que calentarse. Si se mojaban lo más probable es que muriesen.
Se agachó para toser y tosió durante mucho rato. Después se incorporaba, los ojos lagrimeando. En la nieve gris una fina bruma de sangre.
¿Estás ahí­?, susurró. ¿Te veré por fin? ¿Tienes cuello por el que estrangularte? ¿Tienes corazón? ¿Tienes alma maldito seas eternamente? Oh, Dios, susurró. Oh, Dios…»

Cormac, ¿qué será lo siguiente?

No seré yo quien diga algo.

PD: el tí­tulo no corresponde exactamente con el del libro. Es un juego de palabras que algunos sabrán descifrar y otros, simplemente, criticar.