En Busca del Tiempo Perdido

Quién no se ha preguntado alguna vez por las motivaciones inconscientes que nos llevan a hacer lo que somos. Por qué soy médico, por qué escribo, por qué no me canso de mirarte a los ojos. Acercarse a estas arenas movedizas de la inteligencia emocional no es fácil. Es un abismo enfrentado a las tierras más umbrí­as de nuestro hipocampo, de nuestro ser, de nuestro estar. Porque un olor es más que un olor… Quién no ha olido un perfume y se ha visto transportado en otro tiempo, metiéndole mano a Juana entre los pinos del parque, magreando la conciencia de un adolescente con manos de gacha. Así­ es la memoria y el tiempo, un rompecabezas interestelar donde las paradojas sitúan nuestra mente en mil planos holotrópicos y simultáneos. Quizá tengamos sólo lo que nos merecemos… caos y olvido… pero con miguitas de pan para encontrar el camino de la memoria… los renglones torcidos de Dios.

Y aquí­ el maestro es Proust (1871-1922). Esnob de vida acomodada, maricón fascinado por los vestidos de las damiselas de la encantada burguesí­a a orillas del mar, asmático desde joven, dedicó su obra al estudio de las personas como personajes independientes de un yo escribano. Vidas inacabadas entre el amor y la irracionalidad. Al final de su existencia se encerró en una habitación insonorizada forrada de corcho, donde limitó sus movimientos y consagró sus últimos trece años a la escritura y a la evocación. En estas circunstancias nació «En busca del tiempo perdido» (no es la última entrega de Indiana Jones), que consta de siete novelas. Constituyen el análisis más luminoso y hermoso de cómo funciona nuestra memoria que se haya escrito jamás. Todo suma, todo tiene su peso y su importancia, los caminos de la consciencia son los protagonistas de esta obra conmovedora. Una tonadilla se perpetúa en los caracoles de la cabeza, mientras se nos lleva a pasear por los alrededores de un Parí­s aristocrático, donde todo vuela en vez de posarse en la tierra, y los colores cambian la forma de amar a una mujer, a un hombre, a una familia, al mundo. El tiempo es una provincia añorada que sólo se encuentra cuando se pierde. Hay manantiales insaciables que no cesan de manar agua infinita…

En cuanto reconocí­ el sabor del pedazo de magdalena mojado en tila que mi tí­a me daba, la vieja casa gris con fachada a la calle, donde estaba su cuarto, vino como una decoración de teatro a ajustarse al pabelloncito del jardí­n que detrás de la fábrica se habí­a construido para mis padres, y en donde estaba ese truncado lienzo de casa que yo únicamente recordaba hasta entonces; y con la casa vino el pueblo, desde la hora matinal hasta la vespertina y en todo tiempo, la plaza, adonde me mandaban antes de almorzar, y las calles por donde iba a hacer los recados, y los caminos que seguí­amos cuando hací­a buen tiempo.[…] Todo eso, pueblo y jardines, que va tomando forma y consistencia, sale de mi taza de té.»

«Por el camino de Swann». Combray. Marcel Proust

Siempre vuestro, Dr. J.

Enlaces relacionados »

    [En busca del Tiempo Perdido (Vol. 1): Por el Camino de Swann]
    [Marcel Proust, o la novela de la escritura]
    [La magdalena de Proust y el perro de Pavlov]
    [Parí­s-Cabourg. En busca de Marcel Proust]
     

La Necesidad de Ocupar Espacios

A las nuevas generaciones de la democracia se les ha contado que si no estamos en el mejor de los mundos posibles es porque nos falta poco. Tantas propagandas comerciales y gubernamentales, junto a las fotos de los paí­ses más empobrecidos,quieren generar un mundo ‘virtual-real’ donde todo es posible. Y nos lo repiten tanto directamente como subliminalmente. Así­ que no es de extrañar que la gente haya dicho: «quiero mi parte».

Siendo coherente con este Estado del Bienestar que me dicen y con la Constitución que me da derecho a vivienda, centros sociales y culturales, etc, pues… me lo tomo.

No creo que se piense que por el método generalizado de ocupar viviendas se va a resolver el problema de la especulación inmobiliaria. No creo que se trate sobre todo de necesidades de vivienda, como las que podrí­an tener familias de recursos muy precarios de nuestras periferias o de las de paí­ses empobrecidos.

Se trata de ‘otras necesidades’ de personas que quieren vivir autónomamente, construyendo sus propias reglas del juego y que no entienden que pueda haber edificios sin uso social. La coherencia no está en lo pobres que puedan ser los ocupantes. La coherencia está en mostrar con los hechos contundentes de una okupación, las incoherencias de los sistemas dominantes tanto de tipo especulativo, como polí­tico-jurí­dico, como cultural-patriarcal»

Extracto del prólogo de Tomás R. Villasante para:

    ¿Dónde están las llaves?
    El movimiento okupa: prácticas y contextos sociales


    Editorial CATARATA
    352 páginas. 17 euros

Profunda y actualizada exploración del mundo okupa, no sólo en su versión clásica de okupación de inmuebles (documentada con entrevistas, fotos y extractos de asambleas), sino de los noví­simos movimientos sociales de protesta y autogestión.

Destacan dos vertientes de estudio:
   – La okupación de la RED como paradigma de espacio libre, gratuito y autogestionado
   – y la segunda revolución feminista, con la incorporación real de las mujeres a los espacios públicos urbanos y el ciber-espacio.

No es una pieza literaria, sino un manual técnico conformado en capí­tulos independientes que favorecen una lectura, como no, anárquica; según los intereses del lector.

Las Bodas del Cielo y el Infierno

«El señor Blake no me brinda mucha compañí­a, se pasa mucho de su tiempo en el Paraí­so», solí­a decir su esposa Catalina. Ya desde niño le frecuentaban visiones en sus paseos por el campo, en sus sueños entrecortados, y éstas no le abandonaron hasta su muerte (murió en agónico trance entonando alabanzas a Dios). Una procesión inagotable de arcángeles acompañaban a Jesús y sus discí­pulos en sus conversaciones. Ezequiel, Isaí­as, y el Santo Job eran asiduos a esas reuniones visionarias que Blake viví­a con extraordinaria cotidianidad, siendo para su familia y allegados una muestra irrefutable de su locura plasmada tanto en su obra poética como en sus grabados. Su carácter agrio tampoco le ayudó en sus relaciones, aunque siempre estuvo inclinado a la ayuda de los más débiles, en ellos estaba el secreto del universo. Su ví­nculo con lo real lo mantení­a a través de su iletrada mujer. Ambos se complementaban, ella dedicada a vivir en la tierra y él debatiéndose entre el cielo y el infierno. El poco tiempo que pasaban juntos, en la misma realidad, era una muestra de amor fuera de dudas.

De ideas revolucionarias, nunca fue bien visto por su tiempo y su obra gráfica le dio de comer en los momentos que su poesí­a era aborrecida. El divino paganismo, la soledad, el individualismo, el placer, el alma y el cuerpo juntos para atravesar las puertas de lo visible, la renuncia a los sentidos para aprender a ver lo infinito, sus visiones de locos egregios, sus escritos llenos de tachaduras y faltas de ortografí­a y de acentuación, junto con su musicalidad extrema, lo postraron al olvido. En toda su obra sólo buscó llegar a la unidad de todas las cosas, al Paraí­so, a través de la pintura, la poesí­a y la música. A través del Amor con mayúsculas.

Quiero destacar Las bodas del cielo y el infierno, una caótica orgí­a de visiones debatiendo sobre la lucha de contrarios, descubriendo el humor a los sabios y la adivinación a los extásicos. Amor y odio y bondad y vicio, como motores de nuestra existencia, el código binario que conduce a la unidad… el Amor. Ingresa aquí­ en la cofradí­a de los malditos y hoy releo su obra con serena intranquilidad. Intento ver el mundo a través del lenguaje afásico de Dios, de la poesí­a.

Camino inseguro por estas sendas inclinándome a la renuncia de lo sensible, pero siempre vuelvo en busca de unos brazos que me abriguen, de unos pechos que me acojan con toda la ternura de un mundo que acaba de nacer. De un tiempo a esta parte un ángel sobrevuela las puertas de mi vida con labios afilados de beso y una mirada perdida en órbitas de astros errantes.

Si las puertas de la percepción se limpiaran, todo aparecerí­a a los hombres como realmente es: infinito.»

«¡Que la pálida religión no llame virginidad a lo que desea pero no actúa! Pues todo cuanto vive es sagrado.»

«Las Bodas del Cielo y el Infierno»William Blake

Desde el insomne hospital, siempre vuestro, Dr. J.

Enlaces relacionados »

    [William Blake en la Wikipedia en español]
    [The William Blake Archive]
    [Blake Digital Text Project]