Dicen que un conocido productor de cine norteamericano comienza sus audiciones con la siguiente frase:
«No me cuente lo que ha hecho, cuénteme lo que está haciendo»
En el caso de Paul Auster (New Jersey 1947), el Woody Allen de la literatura, hablar de lo que está haciendo es ya casi pasado. Bien sean novelas, guiones de cine o recopilaciones de textos ajenos, Mr Auster siempre está metido en algo.
Llegada la época estival, tumbados en una playa, en casa o al fresco en cualquier bosquecillo o piscina municipal, sus narraciones son sencillamente perfectas.
Auster encarna el prototipo de intelectual norteamericano a lo Norman Mailer, que saben como demostrar un completo desapego por toda conducta pomposa o autocomplaciente. Son narradores de mundos cotidianos y se alejan de la imagen del intelectual tipo europeo. Mastodontes endiosados por la crítica (algunos); divos a los que asusta acercarse y que hacen de la pedantería un modo de vida (otros). Los relatos de Auster son cercanos y hablan de gente corriente a la que le suceden cosas extraordinarias.
En una entrevista concedida a Annet Insdorf, catedrática del departamento de Cine de la Escuela de Artes de la Universidad de Columbia, con motivo de la publicación de los guiones de las películas «Smoke» y «Blue in the Face», Auster se expresaba así: