Mi Padre era Diferente

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Mi padre era diferente. Era un hombre que se mantení­a aislado, sin pertenecer al mundo de los grandes héroes, ni tan siquiera al mundo de mi abuelo ni al rutinario y monótono mundo de su ciudad. Se mantení­a en un aparte, observador, solitario, educado, sin falsedad y lleno de interés por servir, aunque manifestando su lejaní­a, sin perder la sonrisa. No era un hombre misterioso, la suavidad hacia los demás nunca lo abandonó, ni tampoco la inteligencia, ni su rostro se desdibujó nunca con el infantilismo y la beaterí­a.

Mi padre no podí­a hablar con mi madre la misma lengua. Utilizaban idiomas diferentes, que hací­an imposible la comunicación y el entendimiento. Conmigo usaba la lógica y el racionamiento que utilizaba para atraerme, ganarme y educarme; a veces yo trataba de imitarle, me llenaba de admiración y entusiasmo, si bien sabí­a que mis raí­ces se extendí­an profundamente hasta los tentáculos maternos, dominios profundos y misteriosos.

Mi padre estaba lleno de música; mi madre no, no podí­a o no querí­a cantar.

Recuerdo que me decí­as «el matrimonio es una loterí­a», y que durante mucho tiempo se creyó que era un sacramento. Pero desde el divorcio sabemos que es una loterí­a, afortunadamente renovable. Si uno no gana el gordo, siempre puede ganar un segundo premio y la vida deja de ser triste y aburrida.

Si las emociones de la loterí­a no van con nuestro temperamento, es muy sencillo, hay que renunciar al matrimonio… o no.

Vida…

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Vida… o cómo machacarse el cuerpo en vacaciones

Cuando Basnem tuvo problemas durante su primera estancia en México, allá por el año 1986, y en su intento por no ser expulsado del paí­s preguntó al policí­a federal que se ocupaba de su caso, qué habí­a contra él. El funcionario sacó de una carpeta una ficha, la golpeó con un dedo y le contestó: «Borracho, borracho, borracho. He aquí­ su estancia en mi paí­s». La frasecita es tan brutal como exacta, aunque tal vez, en labios compasivos, la palabra adecuada habrí­a sido «calamidad».

Pero quizá más aún que la bebida, a Basnem le costaba prescindir de los amigos (nada recomendables todo hay que decirlo) si tenemos en cuenta que antes de su matrimonio habí­a llevado una vida francamente bohemia e incluso pandillera.

Él mismo, siendo niño, y junto a fuertes sentimientos religiosos inculcados por su madre, le hací­an perorar de noche, solo en su cama, sobre la vertiginosa caí­da del hombre hacia los infiernos, y esto le habí­a llevado a cometer actos ingenuamente pecaminosos. Más graves eran, sin duda, los delitos de su amigo Hsalfj, feliz solamente cuando estaba borracho como una cuba. Era un francés que habí­a abandonado Francia por asesinato; luego Portugal, por asesinato; más tarde España por asesinato y desde que se hallaba en México D.F., más de cuatro o cinco personas habí­an sido victimas de sus pequeños devaneos psicóticos, esto, y su habilidad para desollar las presas con la maestrí­a de un matarife le concedí­an el sello de persona non grata.

El asesino Hsalfj era hombre, sin embargo, de inquietudes literarias, dispuesto a publicar poesí­a y relato corto. Según Basnem, podrí­a haber triunfado en esa profesión o en otra cualquiera, deshonesta u honrada. Pero al parecer siempre abandonaba sus planes y volví­a al «más simple proyecto», el asesinato. Al final fue condenado y ejecutado, y sólo entonces supo Basnem de sus hazañas. Es de suponer que hay que creerle y que de conocer sus actos, no lo habrí­a tratado tanto, pero en todo caso la experiencia pareció dejarle una cierta tolerancia para los crí­menes más monstruosos. Pero esa es otra historia.

De su estancia en México puede decirse que nuestro protagonista fue desdichado y feliz por el mismo motivo, a saber: era espectador de la vida, apenas participaba de ella, o al menos no de sus aspectos más llamativos y emocionantes. En cambio llevó durante su deambular en esta capital una vida social intensí­sima y de lo más entretenida hasta el punto de que en tan solo 45 dí­as de estancia, fue invitado a soplar «y aceptó» ciento cincuenta y siete veces computadas.

El federal estaba convencido de que todo individuo posee una naturaleza esencial que se esfuerza, a lo largo de su existencia, en cultivar y mantener. La del perla que tení­a ante él no dejaba lugar a dudas, se encontraba ante un desmesurado bebedor de cerveza.

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Habitación Masturbatoria | Toma Tercera

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LEER

Todos leyeron y escribieron, es decir, construyeron. Baudelaire encuentra inspiración en Poe; Neruda viene de Whitman; Hemingway de Twain; Marcel Proust, lee a Shopenhauer y se esfuerza por conseguir la llamada prosa musical; Santa Teresa y San Juan de la Cruz arrancan de los mí­sticos flamencos y alemanes del siglo XIV, y así­ sucesivamente. Todos venimos de todos; lo que ocurre es que cada cual ha de elegir el menú que más le guste.

Saco al azar tres libros de la estanterí­a. El primero «Héroes» de Ray Loriga; lo ojeo y nada, es un libro que no me dice nada y que, posiblemente regalaré. Bukowski, «Peleando a la contra»: brillante, elí­ptica, en la lí­nea genuinamente anglosajona, ni un solo párrafo de análisis psicológico, pura estética conductista, un ritmo trepidante, una parca precisión. ¿Trabajaba este hombre sus textos? No sabrí­a decir, aunque jurarí­a que si. Imposible discurrir con tanta sutileza solo con improvisación y whisky. Davor Sveno, «Hombre-Mujer». Este señor defiende lo siguiente: la amistad entre dos personas del sexo opuesto está por encima del deseo carnal. Dicho picor está condenado a no aparecer ante la sólida relación de amistad. Y digo yo que no señores mí­os y no hay que darle más vueltas. Un hombre y una mujer se pongan como se pongan, no pueden estar juntos toda la vida fingiéndose indiferentes a la llamada de la carne, porque eso va contra natura. Otra cosa serí­a la llamada del pescado, pero la carne no hay quien la resista. Este lo tiraré de inmediato.

Leer… Leer a los clásicos. ¿Pero quienes son los clásicos? «Los clásicos son insoportables» declara mi amigo y compañero Nicolás. Y uno cavila que algunos clásicos son, efectivamente, insoportables. Pero vuelvo a preguntar: ¿Qué es un texto clásico? Quizá pudiera definir un texto clásico como aquel que se puede releer indefinidamente, siempre con placer, siempre descubriendo nuevos matices. Decí­a Harold Bloom que hay clásicos, aparentemente muy distantes, que están unidos por ocultos parentescos. T.S. Eliot, en su ensayo sobre Dante, opinaba que el poema filosófico más próximo a la «Divina Comedia» era el o la «Bhagavad-Gita». Lo que ocurre es que cada cual tiene sus propios clásicos, y hay clásicos cuyo valor caduca como los productos lácteos. O quizás el que caduca soy yo. Da igual. Hace un tiempo empecé a releer el Quijote de Don Miguel de Cervantes, y se me cayó de las manos (sacrilegio!!!); pero volví­ a los cuentos de Chejov y a «Meridiano de Sangre» de Mc Carthy, y me siguieron pareciendo obras maestras. Y nunca me canso de abrir las Meditaciones de Marco Aurelio al azar.

En todo caso, sobre gustos… los culos. Y ciertamente ahí­ está la piedra de toque para que cada cual decida cuáles son sus clásicos. Leí­ en mi juventud la filosofí­a del tocador del marqués de sade y me gustó mucho. Y no pienso volver a leerlo, no necesito volver a leerlo. En cambio, descubrí­ hace muchos años «Symphonia Armonie Celestium Revelationum» de Hildegard von Bingen y decidí­ volver a escucharlo, sí­ lo he escuchado infinidad de veces, y siempre me ha parecido diferente y sumamente atractivo. En rigor La Literatura no puede competir ahí­ con la música, y las razones son obvias. Una de ellas es que el sonido musical no lleva el lastre de la carga semántica y, en consecuencia, esta abierto a distintas interpretaciones. Otra razón es que la música no necesita ‘traducción’. ¿Cómo comprender, en su verdad histórica, un texto literario antiguo? Todo queda deformado al trocar el discurso de los clásicos en unas falsas paridades modernas. En cambio, si escuchamos el hermoso «Códice Calixtino», automáticamente nos sumergiremos en la edad media.

Y para terminar en comparación con la novela, la poesí­a ya se parece más a la música. Hay poemas que conviene saberse de memoria, poemas que suenan siempre con matices inesperados -¿verdad Dr J.?-

Lo que hoy escribo vale para hoy y vale para mí­, supuesto autor de este post. Pero lo que hoy escribo altera mi pasado. Mi pasado es distinto cada dí­a.

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La Habitación Masturbatoria | Toma Segunda

ES TODO MUY EXTRAÑO

Leo en la prensa que se ha refundado en España un «club de la castidad». Notable. España es un paí­s de débiles sociales, aquí­ la gente apenas se asocia «seriamente» si no es para irse de botellón o montar un club deportivo, y hete aquí­ que se crea un club de castos. Ya digo notable. Y en el entretanto el Santo Padre sigue recomendando que los intercambios carnales entre esposos sean sin desorden ni concupiscencia. Todo un refinamiento. Introducir el pene en la vagina sin apetito desordenado, sin ápice de deseo sexual, tal vez musitando una jaculatoria. Prodigiosa Iglesia Católica que cada vez hila más fino. Portentosa teologí­a que, por ejemplo, relaciona el concepto de Ser Infinito y trascendente con la prohibición de usar el preservativo. Señores mí­os tanta fantasí­a es difí­cil de igualar. Esa gente merece figurar en el Guinness.

No me canso de despotricar contra el Santo Padre y contra los defensores de la norma sexual que él representa. «Son una reata de malhechores». Y pongo por ejemplo las declaraciones del elemento éste sobre el SIDA en ífrica y sobre las violaciones de mujeres en conflictos militares. «El único remedio a lo primero es la rigurosa abstinencia sexual» –ahí­ la dao– en cuanto a las mujeres violadas en conflictos militares, si han quedado embarazadas, Benedicto las «conmina» a asumir como prueba de santificación el fruto de sus verdugos y ahí­ va el órdago… El aborto es intrí­nsecamente perverso. Serás c……….. Benedicto.

A la religión católica no le interesa nada la experiencia de la realidad. La religión sólo pide sumisión a sus dogmas. La religión católica es una organización pública que fomenta el «ilusionismo»; únicamente les concierne un cierto orden social. En teorí­a la religión católica deberí­a ofrecer a sus fieles medios para que éstos pudieran experimentar lo sagrado, es decir, lo real; en la praxis, eso no ocurre jamás. La religión católica ve las experiencias como amenazas a su poder organizado, la religión católica no solo tolera, sino que fomenta la ilusión del egocentrismo.

El Sr. Benedicto está convencido de ser el representante de Dios en la tierra. No es el único, pero si el más influyente. Por su palacete pasan reyes, prí­ncipes, jefes de estado… y todos le llevan la corriente, como si se tratara de una pretensión absolutamente normal. Lo curioso es que en todo su pontificado no ha recibido a un solo mendigo. Claro que los mendigos tampoco le piden audiencia, cosa rara si pensamos que era la clase social favorita de cristo.

La verdad, ¿no os parece todo muy extraño?

Lecturas »

    [Alan Watts «Las dos manos de Dios»]
    [Alan Watts «El Gurú tramposo»]
    [Alan Watts «La Experiencia Mí­stica»]

Salvador Panniker gracias por mostrar en sendero, hago mí­as tus palabras.

La Habitación Masturbatoria | Toma Primera

reloj

¿Alguno de ustedes, cariñosos y simpáticos brutos del amor percibe realmente el tiempo? La sorprendente verdad es que, así­ como los ojos perciben la luz, no existe ningún órgano que perciba el tiempo. En rigor, no hay “intuición pura del tiempo† como tampoco la hay del espacio desde que Riemann y otros propusieron las geometrí­as no euclidianas. Hay lenguaje y formalismos, no intuición. Por otra parte, en las ecuaciones fundamentales de la fí­sica cuántica no hay tiempo. Para un meditador “zen†, no hay tiempo. Para alguien plenamente absorbido en un trabajo que le guste, no hay tiempo. Según se mire, el tiempo es el indice de algún tipo de desajuste. Desajuste primordial: la no coincidencia de uno consigo mismo.

Muchos pueblos primitivos saben esto. En la lengua de los indios hopi, por ejemplo no contiene palabras para referirse al tiempo lineal; sus verbos no tienen “tiempos† esta gente vive en una especie de presente continuado que abarca todo cuanto haya sucedido alguna vez. En contraste con ello, cualquiera de nosotros, insignificantes criaturitas, estamos obsesionados con el paso del tiempo.

Quizá y solo quizá el tiempo sea solo una emergencia macroscópica, porque aquí­ lo que interesa es la posibilidad de vivir el presente. El tiempo del “sentido común† es solo tiempo de newton un mero y simple parámetro matemático. El tiempo no transcurre y el presente no se mueve. Pues el presente se define por sí­ mismo.

Ah! Y no olviden que en caso de mareo, pueden pedir una “bolsa† al conductor, quien sabe, estas cosas le hacen perder a algunos la verticalidad o en su defecto el “tiempo†

Aquí­ termina la paja.

Espero que haya sido de vuestro agrado.

Lecturas »

    [Stephen W. Hawking «Historia del Tiempo»]
    [Stephen W. Hawking «El Universo es una Cascara de Nuez»]

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