El sacerdote parece a punto de asfixiarse: enrojece, transpira, jadea, lanza espumarajos de rabia: La descripción de los vicios nefados de los contrayentes trae a sus labios una florida fraseología latina destinada a paliar con un velo de tenue pudor, tal vez con un precario barniz de cultura, la cruda y espantosa realidad de los actos: cunnilingus, fellatio, osculos ad mammas, coitus inter femora, ¡immissio in anum!: las expresiones brotan de su garganta con visible dificultad y, para aclararlas, las completa con gestos epilépticos y convulsos, con ademanes frenéticos de los brazos.
Te dije que te apartaras de la hembra para evitar la ocasión de pecar y aumentar de paso tu rendimiento y, con pravedad obstinada, has persistido en el vicio: tu maldad es demasiado profunda y sin duda no tiene remedio: no obstante, qué bello habría sido el espectáculo de unas almas inocentes y blancas con el ánimo puesto en Diosss. Eres manso y benigno, pero acabas poniéndote bravo.
Con Ojos desorbitados, trémulos, posesos, gozando como un bruto animal, él les declara unidos en santo matrimonio.
El Pastor conoce a todo su rebaño (de ovejas pecadoras) desde el día que nacieron y ahora, a la hora de la revista, las reconoce por su aspecto, andares, gestos. Una por una ¿cómo saber sino cuántas se descarrían? Identificar es recordar. ¡Hay que contar! Sea la familia de los números naturales. Los naturales cuentan y ordenan.
¡Me pido el 69!