Marina Tsvietí ieva

Vuelvo por mis fueros tras una semana de ausencia. Esta vez centrado en la figura de Marina Tsvietí ieva, el espí­ritu errante de la Rusia de principios del pasado siglo XX. El amor, la guerra, el exilio, la pobreza, la muerte (por cierto, se suicidó dos años después de su regreso a la extinta URSS, desolador paisaje estalinista de lo que pudo ser y nunca fue) y la poesí­a. Sólo la poesí­a redime esta realidad enferma, esta noche de oscuridad. Cuando atravieses la noche, no enciendas una luz, déjate cegar por la oscuridad, adéntrate en ella, dale oscuridad a la oscuridad, nada a la nada:

Una habitación en la que han apagado la luz, se queda a oscuras, pero la noche en la que entras cuando sales de la habitación, es la oscuridad misma: ella. No porque ella emane luz, sino que con ella no hace falta la luz. Con la noche, no hace falta luz.»

Marina Tsvietí ieva

Negar la realidad, ¿ese es el camino? Cuando Diógenes salió de su barril, era de dí­a, era el jodido mediodí­a, y salió con una linterna. Una linterna para buscar un hombre, ¿entiendes internista?

Para acercarse a la nada

Muchas veces, los excesos del lenguaje mí­stico han llevado la experiencia extásica a una literatura decadente. Es imposible transmitir tanta nada en tan enfermas y efí­meras palabras. Ante esto sólo queda el silencio… y en su defecto la poesí­a. Así­ tenemos grandes mí­sticos en Santa Teresa, San Juan de la Cruz… pero luego todo se perdió hasta llegar a Rilke (que retoma a los grandes germánicos como Eckhart o Silesius), Celan… así­ que animaros con la poesí­a, medio para acercarse a la nada… del yo.

Una nada hemos sido, somos, seremos, floreciendo; rosa de nada, de nadie.»

Paul Celan

Sueños de Quevedo

Alcé los ojos y vi la Muerte en su trono, y a los lados, muchas muertes. estaba la muerte de amores, la muerte de frí­o, la muerte de hambre, la muerte de miedo y la muerte de risa. La muerte de amores estaba con muy poquito seso.»

Francisco de Quevedo

En sus Sueños con la muerte, con el juicio, la vida y el diablo, don Francisco ironiza del poder, del saber, del dinero, de las mujeres y los maridos, cornudos y consentidos, médicos y boticarios… no deja tí­tere con cabeza, pero quién menos seso tiene es la muerte de amor. Y quién no haya muerto de amor, pues menos seso tiene. Y es que hay muchas formas de morir, pero Dios sólo nos dió una vida.

(Perdonad esta pseudofilosofí­a, pero estoy saliente de guardia, aeh!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!)

Qué sean felices

Acabo de venir de una boda en Almerí­a, lugar gnóstico donde los haya, más cerca de la patafí­sica de la cofradí­a de pescadores de Pitres de lo que podamos imaginar.

La boda comenzó en el laico ayuntamiento de esta marí­tima ciudad, rematando el señor el alcalde la faena con unos artí­culos y unas palabritas de SAN PABLO! (1 Corintios, 13). Luego arroz y rosas. Luego comida y cerdo en salsa. Vino y cerveza. Postre y champán. Y una selección musical hecha por la pareja digna de mención (sobre todo por la cara de los demás asistentes cuando nos veí­an a algunos tararear tan extrañas melodí­as).

El baile lo inauguró la novia vestida de blanco con una guitarra eléctrica negra cruzándole el cuerpo, mientras él afinaba el aire con un theremí­n. La cara de los padres, antológica. Luego pasodoble a ritmo de theremí­n, cancioncillas de J. Brown y M. Gave con una concesión al flamenco gitano-camisa-rota. Copas y trompezones. Canción final y vuelta al a ciudad para seguir de tapas y copas hasta olvidar el nombre de nuestros padres camino del mar.

En fin, un buen dí­a. Qué sean felices.

OMMM aeh?

Me sumo a las felicitaciones. Lo prometido es deuda y aquí­ me tienes.

Gracias por abrir espacios anómalos para desenmascarar lo más pintao. Y es que desnudar la realidad es la esencia de la virtud, la esencia de la trascendencia, la esencia del zen, la esencia del misticismo. «Pido a Dios que me libre de Dios» (Eckhart), desnudar a base de contrarios, cambiar el lugar del logos, situarlo al fondo del abismo, en el centro de la nada, al otro lado del vací­o. De la nada al silencio, del silencio a la nada, de ella a la naturaleza y vuelta al ser humano, a la comprensión del ser humano, que no hay cojones quién lo entienda. Y de nuevo al silencio, y a la palabra esencial: OM. Que aquí­ en graná es el AEH! aeh?

Pues eso, nada. Nada y silencio y gracias.

Recomiendo «Zen, Mí­stica y Abstracción» (Amador Vega, Ed. Trotta).

Dr. J, con permiso de J.