Vuelvo por mis fueros tras una semana de ausencia. Esta vez centrado en la figura de Marina Tsvietí ieva, el espíritu errante de la Rusia de principios del pasado siglo XX. El amor, la guerra, el exilio, la pobreza, la muerte (por cierto, se suicidó dos años después de su regreso a la extinta URSS, desolador paisaje estalinista de lo que pudo ser y nunca fue) y la poesía. Sólo la poesía redime esta realidad enferma, esta noche de oscuridad. Cuando atravieses la noche, no enciendas una luz, déjate cegar por la oscuridad, adéntrate en ella, dale oscuridad a la oscuridad, nada a la nada:
Una habitación en la que han apagado la luz, se queda a oscuras, pero la noche en la que entras cuando sales de la habitación, es la oscuridad misma: ella. No porque ella emane luz, sino que con ella no hace falta la luz. Con la noche, no hace falta luz.»
Marina Tsvietí ieva
Negar la realidad, ¿ese es el camino? Cuando Diógenes salió de su barril, era de día, era el jodido mediodía, y salió con una linterna. Una linterna para buscar un hombre, ¿entiendes internista?