Fumata Blanca

fumata blanca

Benedicto XVI representa la lí­nea dura de la ortodoxia católica. La derecha de la Iglesia. Es una elección continuista de la polí­tica vaticana actual. Sus consecuencias son previsibles, pero insondables aún. Espero que el Espí­ritu ilumine a este soldado alemán. Existen muchos llantos en el mundo que esperan un alba blanca que esté más cerca del mundo que del cielo. La Teologí­a de los pobres se ha sustituido por la Teologí­a de la pureza conceptual. Un amigo ha compartido conmigo unas palabras de Lorca que reflejan el ánimo que ha dejado en mi esta elección. Imagino a Lorca asomado en la azotea del Chrysler Building de Nueva York, abalanzado sobre las barandillas, gritando contra el viento, gritando a ROMA:


Porque ya no hay quien reparte el pan ni el vino,
ni quien cultive hierbas en la boca del muerto,
ni quien abra los linos del reposo,
ni quien llore por las heridas de los elegantes.
No hay más que un millón de herreros
forjando cadenas para los niños que han de venir.
No hay más que un millón de carpinteros
que hacen ataúdes sin cruz.
No hay más que un gentí­o de lamentos
que se abren las ropas en espera de la bala.
El hombre que desprecia la paloma debí­a hablar,
debí­a gritar desnudo entre las columnas,
y ponerse una inyección para adquirir la lepra
y llorar un llanto tan terrible
que disolviera sus anillos y sus teléfonos de diamante.
Pero el hombre vestido de blanco
ignora el misterio de la espiga,
ignora el gemido de la parturienta,
ignora que Cristo puede dar agua todaví­a,
ignora que la moneda quema el beso de prodigio
y da la sangre del cordero al pico idiota del faisán.

Fragmento de «Grito a Roma», Poeta en Nueva York.
Federico Garcí­a Lorca

Siempre vuestro, Dr. J.

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    [Flickr tag | Chrysler Building]
    [Wikipedia inglesa | Benedicto XVI]
    [Museo casa Natal de Federico Garcí­a Lorca]
    [Grito hacia Roma]
    [Obras Completas¿?]
     

Las Partí­culas Elementales

Si analizamos el deseo y sus consecuencias nos damos de bruces con uno de los motores de nuestra sociedad. El deseo siempre engendra dolor y sufrimiento. El deseo crece y nos devora si no consigue su objetivo. Ésa es la pugna, la inmediata consecución del placer. La evolución pasa por abolir el deseo, por separar el sexo de la reproducción… será esa la verdadera liberación sexual. El racionalismo y el individualismo son las consecuencias de lo que Houellebecq denomina segunda mutación metafí­sica: la era de la ciencia. El materialismo y la vanidad se extienden acabando con la experiencia trascendente, con el amor. La muerte se arrincona, la vejez se desprecia, el sexo se libera, los poetas mienten desconcertados y el humor sólo nos permitirá sobrevivir unos años más hasta terminar con el corazón hecho polvo. Somos pobladores de desiertos inhóspitos. Partí­culas elementales con esferas privadas, mónadas desorbitadas que han perdido la fe en el mundo.

M. Houellebecq disecciona nuestro Apocalipsis a través de la vida de dos hermanastros. Uno, investigador de biologí­a genética nominado al premio Nobel, que abre las puertas al mundo feliz de Huxley, la tercera y lúcida mutación metafí­sica. El otro un profesor de Literatura abandonado a los placeres venéreos. Dos triunfadores de nuestra sociedad que no pueden escapar de la soledad y la amargura. Ambos dejados por su madre para ingresar en una comunidad hippie de la nueva era. Aprovecha sus naufragios para incidir en las llagas de nuestra sociedad. Humor, vitalismo desesperado. Esta novela no deja indiferente. Lo que hoy es inaccesible, mañana será conocido y sencillo. Una nueva humanidad emerge sobre las ruinas de la nuestra, ya no hay muerte, y tienen derecho a vivir su vida.

En toda la superficie del planeta una humanidad cansada, agotada, llena de dudas sobre sí­ misma y sobre su propia historia, se disponí­a, mal que bien, a entrar en un nuevo milenio»

«Las Partí­culas Elementales», de M. Houellebecq

A pesar se todo, hoy he visto a un hombre paseando con un acordeón a la espalda. Siempre vuestro, Dr. J.

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    [Página oficial de Michel Houellebecq]
    [Biografí­a de Michel Houellebecq]
    [Charla con el cabrón expiatorio. Arrabal conversa con Houellebecq]
    [Con Houellebecq llegó el escándalo. Entrevista]
    [Freud, Lévi-Strauss y Houellebecq: Una reivindicación del orden]
     

Sobre Héroes y Tumbas

Ernesto Sabato

La contradicción y la duda, un piso lleno de cristales que un ciego debe atravesar con los pies descalzos. Así­ es la ceguera del corazón, del que ama y cree haber ganado. Pero en este campo de batalla se confunden vencedores y vencidos, los héroes y las tumbas. Cuando la alquimia se derrumba, la princesa es en sí­ un dragón con sueños poblados de reptiles. Si te acercas puedo oí­r el mar en tu cabeza, y si te alejas no te necesito, y si me preguntas te diré que nunca fui feliz, que me acechan tempestades que nunca conocerás. Cuando me falte el aire en estos subsuelos del mundo, en estas cavernas de tinieblas primitivas, sacaré la cabeza con los ojos entreabiertos para que no me dañe el sol. Al salir veré con claridad que una borrachera te puede conducir a un banco de madera y luego a una cama donde un ángel aleje de tu mente la bochornosa idea del exterminio. Hay domingos en los que todo el dí­a deberí­a estar atardeciendo. Este es el drama de la salvación. Nada es urgente hoy, cuando el cuerpo es eterno e incorruptible, como los átomos de tu belleza.

Quizá no es así­ como se deberí­a hablar de Sobre Héroes y Tumbas de Sabato, aunque lo cierto es que recuerdo amores infelices, cabezas disecadas guardadas en una cómoda, ceguera y ciegos, alquimia, reflexiones iluminadas en la taza de un retrete, una mujer desnuda que hace perder la cabeza y que no puede remediar seguir el camino de la locura, los rostros invisibles de un Dios desconocido, la princesa-dragón, el incesto, la redención y una estatua eterna en una sociedad argentina decadente. Un delirio de héroes vencidos y tumbas sin nombres.

Sabato publicó esta novela en 1961, salvada de la quema por su mujer. Por ese entonces ya habí­a abandonado su trabajo de Fí­sico en el Instituto Curie diseccionando átomos de uranio, para dedicarse a la literatura. Su pasado comunista siempre lo ha mantenido atento a las evoluciones sociales y en 1983 fue presidente de la Comisión que investigaba los crí­menes de la dictadura Argentina. Entre otros reconocimientos posee el Premio Cervantes y que yo sepa sigue vivo, viejo pero vivo.

Como si el prí­ncipe -pensaba-, después de recorrer varias y solitarias regiones, se encontrase por fin frente a la gruta donde ella duerme vigilada por el dragón. Y como si, para colmo, advirtiese que el dragón no vigila a su lado amenazante como lo imaginamos en los mitos infantiles sino, lo que era más angustioso, dentro de ella misma: como si fuera una princesa-dragón, un indescriptible monstruo, casto y llameante a la vez, candoroso y repelente al mismo tiempo. Como si una purí­sima niña vestida de comunión tuviese pesadillas de reptil o de murciélago»

El Dragón y la princesa – «Sobre Héroes y Tumbas», de E. Sabato

Siempre vuestro, Dr. J.

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    [Ernesto Sabato | me.gov.ar]
    [Ernesto Sabato | Wikipedia en español]
    [Textos]
    [Homenaje a Sabato]
     

La Palabra Dolor

En Medicina, Dolor es la impresión penosa experimentada por un órgano y transmitida al cerebro por los nervios sensitivos. Quién experimenta dolor es sin duda porque está vivo. Buscar sentido al dolor es un camino hacia el desapego. Aunque en realidad el único sentido es la falta de sentido, la nada. Pero antes de eso hay que hablar de ti y de mí­. Tú y yo debemos interpelarnos, debemos relacionarnos, crecer juntos, fundirnos, confundirnos, trenzarnos y deshilacharnos, perdernos para encontrarnos, fugarnos de la muerte, arrancarle palabras al silencio, abrir umbrales con una vela, una piedra y un mechón de tu pelo. Tus manos son el santuario de los sacrificios. En las marismas de luz no hay llagas sin corona de espinas. Cambiaremos nuestro alimento por amapolas sin memoria, y así­ la palabra dolor podrá volver al silencio donde nació, y el dolor ya no será una excusa, sino un camino. Hay que ponerle nombre a los órganos del cuerpo, ponerle nombre a los sentidos, ponerle nombre a ti y mí­, para poder desprendernos de todo lo que una vez fue conocido. El dolor es ausencia… es tan lento el dolor. «Estábamos muertos y podí­amos respirar» (Paul Celan).

Para no mentir, Celan escribió la mayor parte de su poesí­a en alemán, la lengua de su madre, asumiendo el dolor de que esta lengua representaba el Holocausto, que habí­a matado de un disparo en la nuca a su madre y habí­a incinerado al sionista de su padre. Tumbas aéreas para cenizas sin nombre. Él pasó los últimos años de la guerra en un campo de concentración. Lejos quedaba su vida burguesa en Rumaní­a, sus frustrados estudios de Medicina. Se licenció en filologí­a románica, fue un gran traductor y tras la guerra se instaló en Parí­s. Un hombre educado que según H. Michaux para detenerte utilizaba una sonrisa que habí­a pasado por mil naufragios. Antes de suicidarse viajó a Israel, a beber de sus orí­genes. Un dí­a de abril de 1970 se tiró desde el puente Mirabeau, su cuerpo fue encontrado dí­as más tarde por un pescador. Lo enterraron en el cementerio de Thiais (parcela 13, lí­nea 12). Dicen que en su escueto apartamento encontraron una biografí­a de Hölderlin con un pasaje subrayado «a veces el genio se oscurece y se hunde en lo más amargo de su corazón». Su poesí­a es la poesí­a del abismo, de la memoria, del silencio, del dolor, del amor que abre puertas en las instancias del tiempo. Su poesí­a interpela, te llama a ti y a mí­ a entrar y no desfallecer. Tú y yo, para crecer en la nada, para ser Rosa de Nadie.

LA PALABRA DOLOR
se te dio en la mano:
un tú, sin muerte,
junto al que todo el yo volví­a a sí­ mismo.
Pasaron en redor voces sin palabra, formas vací­as,
todo entraba en ella, mezclado
y desmezclado
y vuelto a mezclar.»

La Rosa de Nadie, Paul Celan

Dedicado a Escrotolitum, ya sabes que todos los poetas son judí­os. Siempre vuestro, Dr. J.

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    [Paul Celan en Poéticas]
    [Poesias de Paul Celan | A media voz]
    [A Paul Celan Homepage]
    [Hacia la Plenitud | bruto]

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La Leyenda del Santo Bebedor

Joseph Roth

Tras recorrer las ciudades sombrí­as de los abismos, la primavera se acerca a las plazas en éxtasis báquico de juvenil ebriedad. No he sido devoto, aunque sí­ ví­ctima, de la ebriedad compulsiva, más bien me he acercado a la transustancialidad del vino por su santa sacralidad. El vino siempre ha tenido la caridad del cielo, la dulzura del averno, el poder de desandar los pasos perdidos en un solo movimiento, la capacidad de alterar la lógica de esta vida y hacerla habitable para las almas de las tierras más inhóspitas. El vino no es otra cosa que una escalera hacia los paraí­sos artificiales. El vino no crea santos, el vino en sí­ es santidad y como tal tiene el poder de la fe que mueve montañas… el problema es hacia dónde. Amo la ebriedad de los bares pero no la de las masas. Una vez conocí­ a un hombre que desayunaba una barra de pan con un whisky aguado… ese hombre tení­a el universo en la palma de su mano y nosotros no. La fiesta de la primavera deberí­a celebrarse con margaritas, la ebriedad deberí­a celebrarse con la soledad de un vaso de vino y la deformada realidad que se descubre al mirar a través de ese vaso. En granada la absenta de los lobos se bebe con azúcar y pimientos picantes.

Y para ilustrar esta reflexión, La Leyenda del Santo Bebedor, un cuento de navidad, la historia de un vagabundo que vive en los márgenes del Sena. Un dí­a se encuentra a un devoto de Santa Teresita de Lisieux que le ofrece doscientos francos a cambio de que los restituya en el cepillo de la estatua de la santa… cuando pueda. Y a pesar de su férreo sentido del honor, el pobre clochard no termina nunca de restituir su trampa. Creeréis que se emborrachará y lo olvidará… pero no, se emborrachará, eso sí­, pero nunca olvidará su misión. Se encontrará amigos que sólo trae el dinero y las copas de un bar, se enamorará de una mujer, beberá absenta hasta morir… y sólo al final, en plena agoní­a, en plena ascensión puede reparar su deuda… murmurando el nombre de la santa… una santa que conocí­a que el camino del cielo era el camino de la infancia espiritual. Nunca permitir que se me escape un pequeño sacrificio, una mirada, una palabra, aprovechando hasta los más mí­nimos actos y haciéndolos por tu amor.

Joseph Roth fue oficial del imperio austrohúngaro en la primera guerra mundial, periodista, novelista y sobre todo un gran bebedor. Roth abandonó la Alemania fascista en 1933, y escogió Parí­s como destino. Vivió en buhardillas de hoteles, y agobiado por cuestiones de dinero, siguió el camino del olvido entre vapores de absenta. Al final de su vida abrazó al cristianismo con fervor, aunque nunca despreció su pasado de judí­o ucraniano y errante. Murió en 1939 y sus restos mortales fueron sepultados en Thiais, en el cementerio de los pobres. En ese tablero de sepulcros hay dos nombres que en su momento evocaron con fuerza el desespero de las letras que conocieron la guerra y el desarraigo judí­o: Paul Celan y Joseph Roth.

Denos Dios a todos nosotros, bebedores, tan liviana y hermosa muerte.»

«La leyenda del Santo Bebedor», J. Roth

Siempre vuestro, Dr. J.

Enlaces relacionados »

    [Breve biografí­a de J. Roth | epdlp.com]
    [Joseph Roth Online]
    [josephroth.de]
    [El cementerio de los pobres | PalabrasMalditas.net]
    [Descargar el libro en formato pdf]