[…] La ley de la vida: la fluctuación. Por cada pensamiento, un pensamiento contrario; por cada impulso, un impulso contrario. No era de extrañar que uno se volviera loco o se muriese o decidiera desaparecer. Demasiado impulsos, y ésa no es siquiera la décima parte de la historia. Sin querida, sin esposa, sin vocación, sin hogar, sin blanca, roba las braguitas de una muchacha de diecinueve años y, recorrido por una oleada de adrenalina, se las guarda a buen recaudo en el bolsillo. Esas braguitas son todo lo que necesita. ¿No funciona de esa manera el cerebro de todo el mundo? No lo cree, se dice que eso es vejez pura y simple, la hilaridad autodestructora de la última montaña rusa. Sabbath se encuentra con su rival: la vida. «La marioneta eres tú, el bufón grotesco eres tú. ¡Tú eres el polichinela, idiota, el títere que juega con los tabúes!» […]
El teatro de Sabbath – Philip Roth (1995)
Gracias Destevaster
lo poco conveniente de sus actos, acaba siendo considerado pernicioso, malvado e inmoral. Pero….si las nociones humanas del bien y el mal tuvieran otro fundamento que el de la conveniencia………… si se hubieran originado de otra forma……….. si los actos poseyeran en sí mismos un caracter moral propio aparte de sus consecuencias e independientemente de ellas………entonces toda filosofía sería mentira y la razón un mero trastorno mental.
La vida de Mike Sabbath estuvo llena de inquietudes y zozobras, de cambios y vicisitudes, de amargura y de venganza. Mike Sabbath somos todos….como Magroll coño…como Magroll (el Gaviero).
En el intento de perfeccionar a un ser humano, se corre el riesgo de crear un monstruo.
Anotación del Doctor Tristán (terapeuta de Basilio Balitre)
posiblemente todos seamos un poco «Sabbath» (o Portnoy ya que estamos), puede que algo «Gavieros», algunos tendrán algo de «juez Holden» o de «Coronel Kurtz», por no hablar de «Ignatius Really» o su predecesor «Oblómov», o de los inmortales «Aliosha Karamázov» o «Raskólnikov»… lo que no se puede negar es que el trasunto a través de tantos personajes nos va dejando una huella casi invisible que termina por configurar nuestras señas de identidad, cada uno la suya
J, seguiremos con los putos norteamericanos
Bruto atolondrado: tu guiño a Trueba (Deivis) te delata, jur jur