Norteamericanos ante la vida…

portadas de novelas americanas

No sé por qué, pero el caso es que estos tipos son capaces de lo peor y de lo mejor, y en los dos frentes al más bajo y alto nivel, respectivamente.

Ya tuvimos el Cosmogonic y yo nuestras discusiones sobre la música de los 60-70, en plan american vs british music, por ejemplo. No voy a entrar por ahí­, ya están los post del Taliban para corroborarlo… Solamente (solamente) voy a hablar de literatura norteamericana contemporánea. Y es que, casualidades de la vida, en los últimos meses han llegado a mis manos —y me han traspasado cerebro, entrañas y alma— unas cuantas novelas que tienen varias cosas en común: el ser escritas por norteamericanos actualmente vivos (y más o menos reconocidos) y el tener como eje narrativo al ser humano, al hombre, rodeado de las amenazas (y recompensas) de la cotidianidad. Y no me refiero, que podrí­a, a Carver ni a Richard Ford, recientemente «de moda», me refiero a Don Delillo, Philip Roth y Paul Auster.

Las novelas respectivas (en versión original tienen más en común, si cabe) son:

  • «The falling man» («El hombre del salto»); Delillo, 2007. Inspirada por los eventos del 11S, pero sólo inspirada. A partir de ahí­ una historia sobrecogedora… y por cierto y aunque sea cansino, las páginas dedicadas a la tragedia no tienen desperdicio.
  • «Everyman» («Elegí­a»); Roth, 2006. El amigo Philip frente a sus dos obsesiones fundamentales: la muerte y el sexo. En éste caso más hacia la primera, sin olvidar el segundo, je je
  • «Man in the dark» («Un hombre en la oscuridad»); lo nuevo de Auster, 2008. Esta vez sí­. Desde Tombuctú Auster me estaba «casi» defraudando con cada novela. Ésta última tiene «algo» que me ha llegado más adentro. Y el final es absolutamente devastador.
  • Y la serie se podrí­a completar, ahora lo veo más claro, con «Sutree», de Cormac McCarthy (1979), que aunque se adelanta varios decenios a las demás (y un siglo), podrí­a servir como inicio de esta especie de tetralogí­a del hombre moderno angustiado…

El elemento (desoladoramente) clave: el hombre está sólo, y únicamente a través de esta soledad puede llegar a entender los entresijos de la vida. Curiosamente estos tipos llegan a esa situación en una etapa «más que madura» en sus vidas, y todos después de haber transitado por una vida familiar, con hijos incluidos, lo cual no deja de ser lo más inquietante de todo. Solamente Auster deja un resquicio (muy pequeño) para la esperanza, pero es que Auster es el más maricón de los cuatro.

Estos temas han sido muy tratados en la literatura, «demasiado». Los latinoamericanos de una forma magistral (pero «demasiado» cargados), los europeos de una forma ejemplar (pero «demasiado» frí­os), los españoles constituyen una mezcla variada de estos dos últimos, los asiáticos se llevan la palma (pero muy viscerales) y los africanos abruman con su crudeza. De otras literaturas entiendo poco…

Creo que, en este sentido, y tras descubrir a genios como Faulkner y Bellow, tengo que concluir que los norteamericanos tienen ésa extraña capacidad de hacer lo complicado simple, pero no por ello perdiendo intensidad.

Para quien quiera salir de los clichés de literatura facilona, le invito a estas «novelas» de la desesperación…

2 Comments

  1. Certero como un dardo en la diana. La verdad es que Auster es un maestro de los requiebros… no deja de pervertir sus libros con el detective metafí­sico que cada uno lleva dentro. Roth explora la vejez con la obsesión de la vejez… la juventud. Y a De Lillo no lo he leí­do. Gracias de nuevo por el post. Gracias por las recomendaciones. Un abrazo.

  2. A propósito de Cuentos de Tokio, Auster nos cuenta en este libro lo que le inspira, relata la pelí­cula y concluye: «Resuena en nuestros oí­dos el estridente silbido del tren, un sonido cruel y desgarrador. La vida es decepcionante, ¿verdad?. Quiero que seas feliz. Y entonces la escena concluye bruscamente».

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