Lo peor no fue que se me rompieran las gafas, mi visión nocturna tan sólo empeoró un poco. Hacía frío en esta primavera. Baudelaire, descontento de todo, andaba descalzo sobre botellas rotas de vino seráfico, atravesando las llanuras desiertas de la desilusión. Mi mente continuaba murmurando una metódica canción de Coltrane. Una mujer dejaba su melena hundirse sobre un vaso de absenta verde náusea. Como un sueño de monstruos, la luz luchaba por erizar su piel. Nuestros ojos deformes jadeaban bajo las estrellas de una órbita estéril. Un veredicto glorificaba al abuso de claridad etílica. El mar se intuía violeta debajo de un chupito de güisqui, y el sol poniente desenterraba ciudades escondidas. Bailábamos sin cristales en los ojos y contábamos nobles historias sobre verdugos golosos, marineros devotos de la virgen y un cisne atrapado en una jaula de fieras. Historias de pájaros nocturnos con jeringuillas debajo de las alas, cantos rodados por las vías de un tren azul a través de carreteras desoladas, sobre caballos desbocados en el pantano del Negratín, sobre pirañas en los lavabos del corteinglés… y el corazón pugnaba por seguir latiendo en su arritmia alcohólica. El flamenco se esforzaba en convertirse sin éxito en música electrónica. Dandys de cara barbilampiña discutían con hombres canosos sobre el tiempo y la velocidad, Huxley y sus puertas. Entonces llegó la honestidad, reconocía a mi corazón enfrentado de nuevo al abismo de una noche sin olivos. Colores de libros viejos y olores de cebolla confitada en mi boca depapilada por el exceso de humo y calor. Nadie se atrevía a hablar de amor tan cerca del cielo. Le estaba tomando gusto a pernoctar a cien metros del paraíso. La rosa de los vientos se teñía de un color azul místico. Alguien escribió un manual para darle cuerda a un reloj, pero no para enamorarse de mi. Una vez identificado el deseo, debía abandonarlo, abandonar el apego, ahorrar energía y centrarme en respirar para no agotarme y caer. Pero el desequilibrio ya estaba en mis costumbres, plagado de errores, hablando con ansía del desconocimiento, perdido en el olvido de los placeres venéreos. Abandonar el ego de un cerebro quemado para abrirse al cosmos a través del silencio, no es una fácil tarea. Conciencia de la austeridad. Necesidad o deseo. Baudelaire no sangraba y seguía bebiendo, con sus ojos como espejos gemelos plagados de un don profundo. La sabiduría supeditada a un yo, se debilitaba y nos adormecía bajo el terror de la insatisfacción perenne. Qué bello es el cuerpo sin adornos, perfumado con mirra. El genio de mi obstinación se empeñaba en seguir bebiendo. Mis gafas no importaban. La chica tampoco. Vosotros seguíais allí, sonriendo satisfechos bajo el arrullo de mis cuentos de viejecitas. El estómago escupió la cebolla confitada y guardé sólo vuestras palabras. No había cojones de tenerme en pie. No ligaba ni dos pensamientos seguidos. Seguían saliendo trenes hacia Tokio. Al llegar la aurora, el mar se volvió violeta y las charcas se sublevaron en contra de las ranas. Los ángeles que padecen porfiria, estaban curando a los que perdían sus alas por la contaminación del mundo. Ni siquiera ellos podían llegar a saciar tanto amor. El sueño es tan real como lo real, sobretodo si se sueña en viñetas.
Lo peor no fue que se rompieran mis gafas, lo peor fue saber que seguía la guerra en Manchuria.
«Tendremos lechos llenos de ligeros olores,
divanes tan hondos como tumbas,
y en los estantes insólitas flores,
abiertas para nosotros bajo cielos más bellos.Empleando a porfía sus últimos ardores,
nuestros corazones serán dos grandes antorchas,
que reflejarán sus dobles luces
en estos espejos gemelos que son nuestros espíritus.Una tarde hecha de rosa y de místico azul,
intercambiaremos un único relámpago,
como un largo suspiro colmado de adioses;y más tarde un íngel, entreabriendo sus puertas,
vendrá a reanimar, fiel y gozoso,
los espejos turbios y las llamas muertas.»La muerte de los amantes. Las Flores del Mal, C. Baudelaire
Siempre vuestro, Dr J.
Las noches se presentan monótonas una tras otra, el insomnio vence al sueño, el hastío a la ilusión y sólo la cerveza fría es lo que me hace entrar en razón. Para luego andar sobre cristales de gafas rotas que han permitido la visión de demasiadas e insuficientes cosas a la vez, siempre de un color diferente. Y es que el paraíso no está a cien metros, sino que nos rodea.
Confusa forma de explicar lo sucedido. Supongo que el momento también era confuso, etílicamente hablando. No lo recuerdo.
Bueno, no se refiere a los hechos de forma exaca, es más bien el ambiente que nos envuelve a veces, mezcla de irrealidad, sueño y vehemencia. Los humores etílicos se comportan como tales y el tiempo pasa a ser un aliado. La verdad es que me lo paso bien cuando salimos, coño. Y, como siempre, gracias por la fotico. Un abrazo y hasta la próxima.
¿De dónde proviene este sedimento de tristeza, de amargura y de resignación?
¿ cómo explicar ese carácter?
Casi todos los colegiales teníamos nuestras «arquillas»…¿Qué encierras tu en la tuya? ¿es lo que yo veo?.
saludos
A las posturas violentas de sumisión, a los gestos modosos, suceden repentinamente los movimientos libres, los saltos locos, las caras expansivas. A la inacción letal, sucede la vida plena e inconsciente.
Azorin.
p.d. siempre con cariño
Joder! el punto exacto entre lo poético y lo divertido. Nadie lo había hecho hasta ahora, o sí? ( ignorante de mí).
Vaya veta difícil de picar, pero que frutos granados dá!.
Un abrazo!