Memorias del Subsuelo

¿Puede uno negar su naturaleza? La ciencia nos dice que 2 y 2 son 4, que la razón tiene un lenguaje antiguo y universal. Pero más allá de la razón está la consciencia. Está el reconocerse, está el encontrarse al fondo de uno mismo, más allá de lo que tenemos, más allá de lo que hemos construido con nuestra vida. Atraí­dos por el abismo, por lo remolinos del amor en los lagos tranquilos del tiempo, por lo efí­mero, nos encontramos a veces rechazando con toda el alma los cimientos de nuestra tradición, de la norma. Salir, se debe salir, adentrarse en la elegí­a del subsuelo, acariciar lo esencial, lo que nos trasciende y perdura a pesar de nosotros… más allá de nosotros… donde está el origen de nuestra agoní­a. Llegar a ese lugar no es fácil, pero es reconfortante como un dolor de muelas.

Dostoievski hizo un libro obscuro cagado desde su filosofí­a a través de un iracundo diálogo interior en plena alineación sociocultural. Él acababa de volver de Parí­s, de haber probado el amor furtivo, de haberse arruinado con el juego, de no poder olvidar sus años de cautiverio en Siberia. Vuelve a su Rusia quebrantada de utopí­a y se encuentra en la miseria, con su esposa enferma de tuberculosis y moribunda en su lecho. Volvió la tristeza y la rabia, empeoraron sus crisis epilépticas (dicen que la peor la sufrió en su noche de bodas, entre aullidos inefables de esperpénticas piruetas). Solo. Le quedaba la dignidad de su consciencia y la de su tiempo. El bien en el origen del mal y viceversa. Entonces escribió estas memorias del subsuelo, un libro atí­pico (obra menor para algunos como Nabokov), donde encarna la mente de un funcionario enfermo del hí­gado que no quiere curarse. Que no quiere cura. Es un diálogo terrible, de soledad y supervivencia. Un relato de aguanieve. Desde el subsuelo alguien se rebela, alguien añora a Dios, alguien desea amar, odiar, apasionarse, alguien alivia su tortura con una inusual poesí­a… alguien nació vivo desde el subsuelo.

Nos pesa ser hombres, hombres auténticos, de carne y hueso. Nos avergonzamos de ello, lo tomamos por algo deshonroso y nos esforzamos en convertirnos en una especie de seres omnihumanos. Hemos nacido muertos y hace tiempo que ya no procedemos de padres vivos, cosa que nos agrada cada vez más.»

«Memorias del subsuelo», F. Dostoievski

4 Comments

  1. ¿No crees que debes ser un poquito banal y superficial a veces? Sólo a ratos, a tiempo parcial. Si te pasas toda la vida buscando y mirando hacia adentro a lo mejor no disfrutas lo que tienes alrededor.

  2. uy; yo no conozco ioputa más hedonista que tio Dr.Jota…no te fies J…pero tienes que reconocer que se liga más hablando de prepucios mercuriales que de bisbal…y por eso le queremos; (es el mejor, estará de acuerdo conmigo, gachupí­n)
    ni mucho menos aquella es una obra menor de federico el grande; yo creo que no hay obra menor de este gañán pre stalista; de lo mejor en cuanto a investigación del escenario consciente, y exposición de sus contradicciones; de la poca «literatura» legible hoy(chejov, olaf stapleton); si eso son novelas, claro…novela es en su definiciòn un pasatiempo medio_clasista;
    «o eso, o un plato de papas a lo pobre en murtas, a 10 grados bajo cero, calentico con tus propios follos»(Leopardi, «Cantos»).
    p.d:la extrapolación es siempre una respuesta a la alienación; la vida en la megápolis nos transfigura en monos arrebolánicos

  3. cuando el agua del mar se evapora la densidad salina se condensa. Pero tienes razón, querido J. un abrazo y gracias a escrotolitum, siempre te siento cerca… como a J. fahey.

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